Noticia inesperada

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Noticia inesperada



A Harry nunca se le había dificultado tanto abandonar la cama, pero afortunadamente Severus seguía siendo muy responsable con su trabajo y le jaló sacándole de las mantas. Harry lo aprovechó para reír convirtiendo aquello en un juego.


Para Snape fue algo nuevo, aunque jugueteaban muy frecuentemente en la cama, funcionaba para el sexo, pero ahora no estaban por hacerlo y casi se asustó de sentirse a punto de reír también.


— Va a ser muy raro dormir solo esta noche. —declaró Harry colgándose del cuello de su profesor, disfrutando aún del contacto de sus cuerpos todavía desnudos.

— Tendrá que acostumbrarse, Señor Potter. —dijo rodeándolo por la cintura luego de recuperarse de la impresión al sentir que no quería que se fuera.

— Lo sé... bueno, ¿qué te parece un beso antes de irme?


Severus se inclinó convencido de que era una buena idea, aún tenían unos minutos antes de que llegaran los alumnos al castillo, así que además del beso se llevó a Harry a la regadera para asearse juntos y disfrutar de más caricias y besos antes de la despedida.


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Al llegar a su dormitorio Harry notó que su cama estaba llena de paquetes con envoltorios Navideños. Eso le aceleró el corazón, ni siquiera se acordó de la Navidad. Sin Dumbledore en el castillo no hubo nadie que se entusiasmara con adornos y villancicos, y él no tuvo cabeza para nada que no fuera sexo con Snape.


Rápidamente los abrió todos, lanzó el libro de Hermione al aire para que se maltratara un poco y pareciera haber sido leído, luego lo colocó sobre su repisa, el suéter regalo de Ron lo puso al revés y le dejó sobre uno de los sillones dando la apariencia de haber sido usado, y finalmente, mordisqueó todos los dulces y pasteles que recibió de sus demás amigos mientras se deshacía de las envolturas.


Sonrió satisfecho al ver que su habitación daba la apariencia de no haber salido de ahí en todas las vacaciones. Ahora solo faltaba encontrar una buena excusa para no haber enviado nada.


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Se asomó por la ventana viendo como los carruajes con los alumnos se acercaban al castillo. Empezaba a nevar y aunque no era tan intensa como aquella tormenta, sonrió recordando la forma en que había empezado su relación con Severus.


No podía creerlo, pero apenas tenía unos minutos sin verle y ya le echaba de menos.


Pero no era momento de ponerse a pensar en él, los carruajes ya atravesaban la cerca, y al pensar que en uno de ellos venían Ron y Hermione comprendió de pronto cuánto les extrañaba a ellos también. Salió corriendo ansioso por tenerlos de regreso.


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Los últimos escalones para el lobby Harry los bajó casi de un salto, pudo localizar a sus dos mejores amigos entre todos los demás alumnos que se quitaban las capas de viaje cubiertas de nieve.


— ¡Hermione! —exclamó feliz mientras sostenía a la chica por la cintura y la abrazaba con tanta efusividad que terminó girándola en el aire mientras ella reía.


A su lado, Ronald abrió los ojos con ansiedad apresurándose a rescatar a su novia de la desbordante alegría de su amigo.


— Hey, Harry tonto, no me la maltrates. —gruñó fingiéndose enfadado mientras se ocupaba de colocarse entre los dos y evitar que su amigo insistiera.

— Ah, no seas celoso, Ronald. —rió el ojiverde—. Ya sé que es tu linda princesita pero es mi mejor amiga y me da mucha alegría verla.

— ¿Y a mí no te da gusto verme?

— Mucho ¿quieres que te dé vueltas también?


Ron enrojeció súbitamente, sobre todo porque los que estaban a su alrededor y escucharon la amigable discusión rieron de él. Ante eso, Hermione pasó sus brazos por el cuello de los dos chicos.


— En verdad no saben cuánto extrañaba estar los tres juntos.

— Lo sé, yo también tenía muchas ganas de verlos. —manifestó Harry mientras se dirigían abrazados al comedor.

— Entonces ahora explícanos porqué no respondiste nuestras cartas.


Harry tragó duro ante la pregunta de su amigo. Supo que era hora de decir su primera mentira.


— ¿Cartas? ¿Qué cartas? —cuestionó fingiéndose francamente sorprendido a pesar de que hacía tan pocos minutos había logrado guardarlas bajo de su almohada pensando en leerlas después.

— ¿Quieres decir que no te llegaron nuestros regalos ni las cartas que te enviamos? —preguntó Hermione empezando a preocuparse.

— Regalos sí... ¿les gustaron los míos? —preguntó mintiendo por segunda vez.

— No recibimos nada. —dijo un confundido Ronald—. ¿Qué habrá pasado? ¿Creen que haya algún peligro de qué cuidarnos?

— Claro que no, Ron, seguramente ha sido solo un pésimo servicio de correo.

— ¿Es decir que no te parece sospechoso volver a tenerte incomunicado, Harry?

— No, Hermione, te aseguro que no hay nada de qué angustiarse. Vamos a cenar y no propaguemos rumores sin sentido, si alguien oye esto probablemente empezarán las suposiciones y no queremos eso ¿verdad?


Harry se sentó en su sitio de la mesa Gryffindor y empezó a platicar con Neville sobre sus vacaciones que había disfrutado con su abuela. Ron y Hermione se miraron confundidos, y aunque el pelirrojo decidió seguir el consejo de su amigo y empezar a comer, Hermione no estaba tan segura de que no sucedía nada malo. Sin embargo, por el momento decidió no preguntar, tenía algo en mente que le importaba más.


— Harry, Ron y yo tenemos que hablar contigo. —le informó lo más formalmente que puso.

— Ya les dije que no se preocupen por las cartas.

— No es eso, es algo que tenemos que decirte personalmente y a solas.


Miró a su amiga intrigado, y más curiosidad sintió al verla contener una emoción rara en ella, era casi como si le hubiesen dicho que habría exámenes diarios. Por su parte, Ron incluso había dejado de comer y se giró abrazando a su novia, su sonrisa era tan grande como la de Hermione.


— Ahora sí han logrado interesarme ¿qué sucede?

— Ya te lo dije, será a solas y queremos que sea esta misma noche.


Hermione empezó a comer con tanta tranquilidad como si no hubiera dicho nada importante. Harry notó que Ronald se había olvidado de su cena, lo cual era realmente raro en él, y con el codo apoyado en la mesa miraba a Hermione de una forma que casi parecía estar a punto de derretirse de amor.


Realmente no entendía nada.


Pero una presencia le desvió la atención de sus amigos. Vio como Snape arribaba al comedor con toda esa elegancia y porte que solamente había visto en él. Le parecía tan extraño mirarlo otra vez con su gesto frío e inexpresivo, con esa autoridad imponente que hacía temblar a todos, incluyéndole, aunque ahora sabía que tras de esa figura casi monstruosa había un hombre extremadamente sensual y que era capaz de acariciarle con la pasión o la ternura que requiriera el momento.


Le vio sentarse a la mesa de los profesores. El hombre empezó a charlar con Dumbledore a su lado sin prestar atención a la mesa de los Gryffindor, bueno, a nadie, parecía molesto con tener que estar presente en la cena de bienvenida a los alumnos.


Harry volteó a mirar al resto de sus compañeros. Ninguno, absolutamente ninguno le gustaba como le gustaba Snape. Se sintió afortunado de haber llegado a conocerle más que nadie, de haber vivido con él las mejores vacaciones de su vida.


Porque las había vivido ¿verdad?... por un momento casi temió que se tratara de un sueño. Snape ni siquiera reparaba en él, era el mismo gruñón malnacido de siempre, justo en esos momentos reprendía a un alumno de tercero perteneciente a la casa de Ravenclaw y solo por el simple hecho de haber pasado cerca de la mesa de Profesores.


Volvió a mirar su plato de comida casi intacto y mientras removía la sopa de tomate, sonrió para sí mismo. Claro que era verdad, aún podía sentir en su piel las manos de Snape, sus besos, y ese calor que le hizo olvidarse de morir de frío durante los peores días invernales.


Y aunque se moría de ganas de volver a mirarle, ya no lo hizo. Discreción, no podía faltar a la regla de oro, y Severus Snape estaba cumpliéndolo al pie de la letra.


Llegaste a mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora