Delatado

1.1K 116 8
                                    

Delatado



Cuando Draco se enteró que sus enemigos habían vuelto al castillo, y además, Ronald no murió por la caída, sintió que la rabia era tan inmensa que le sería imposible controlarla. Salió corriendo del castillo, necesitaba descargar toda esa frustración que sentía, todo el odio que continuaba sin satisfacerse con la venganza.


Cerebrito volaba tras de él con mucho esfuerzo, sus alas eran demasiado pequeñas para poder igualar la velocidad de su amo pero no pensaba dejarle solo.


De cualquier modo no era el único que iba tras de Draco. Charlie le vio salir del castillo y enseguida notó que algo no andaba bien, esperaba alcanzarle antes de que cometiera una locura.


Draco llegó hasta los límites del bosque prohibido y olvidándose del miedo que siempre sintió hacia ese lugar, se adentró sin disminuir la velocidad, sacó su varita descargando furioso destructores rayos contra los árboles que se interponían a su paso.


Charlie alcanzó a mirar como un gran tronco estallaba en miles de astillas, y otro árbol era convertido en cenizas por un fuego terrorífico. Pero aun así, Draco no se detenía, seguía corriendo y destruyendo todo a su alcance, imaginando en cada uno de esos árboles los rostros de las personas que odiaba como a nadie.


Cuando por fin el agotamiento le hizo detenerse, el rubio se dejó caer sentado en el fango, su respiración era jadeante como el de un animal enloquecido de dolor. Escuchó unos pasos que se acercaban y sin detenerse a pensarlo apuntó hacia donde provenían dispuesto a matar... necesitaba matar a alguien.


Vio que Charlie aparecía entre las sombras y su mirada gris brilló diabólica, con ese estúpido Weasley iba a poder desquitarse de todo el odio que sentía.


— ¡Avada keda...!


Charlie se detuvo impactado al escucharle a punto de lanzar la maldición imperdonable. Sin embargo, no sabía por qué el rubio la había interrumpido, pero enseguida tuvo la respuesta al ver al dragoncito atravesándose en su camino sin detenerse hasta llegar a Draco.


El chico dejó caer su varita tendiendo sus manos para que su mascota se posara en ellas. El cambio tan abrupto que vio Charlie en el rostro de Draco era desconcertante, un segundo antes tenía la mirada de un asesino, y ahora, solo había una dolorosa tristeza que se ocultaba tras la sonrisa que regalaba al pequeño dragoncito mientras le acariciaba.


Quiso dar un paso más para acercarse, pero Draco recuperó su varita volviendo a apuntarle. Otra vez su expresión daba miedo.


— No te acerques. —amenazó en un tenebroso siseo—. Te juro que ahora sí te mato.

— Draco, ¿qué te pasa?

— ¿Quieres saber qué me pasa? —inquirió desafiante—. Pasa que odio a tu hermano, lo odio porque debió morir, odio a Potter, a Granger, todos ellos se han salvado y eso no debió pasar... ya deberían haber muerto todos.

— ¿Pero por qué tanto odio? Ellos jamás te han hecho nada.

— Tú no tienes ni idea, mejor vete y déjame en paz.

— No puedo dejarte aquí solo, es peligroso.


Draco estalló en una ruidosa carcajada nada propia de su siempre discreta actitud. Charlie cada segundo se asustaba más, temía que estuviese perdiendo la razón.


— ¿Crees que me importa? —refutó despectivo—. Es más, me alegraría tener que enfrentarme a alguien ahora, necesito matar y desahogarme o reventaré de rabia... así que olvídate de intentar que vuelva al castillo porque te prometo que iré directamente a buscar a tu querido hermanito y lo mataré con mis propias manos ¡Es lo que siempre debí haber hecho! ¡Es lo que haré!... Es hora de hacer las cosas yo mismo.


Animado por sus propios pensamientos, Draco miró el camino de regreso y casi olvidándose de la presencia de Charlie se puso de pie con la intención de volver al colegio y asesinar a sangre fría a todos esos malditos que habían arruinado su existencia.


Charlie aprovechó su descuido para enviarle un Desmaius que impidió sus propósitos. Logró alcanzar a sostenerlo evitando que se golpeara contra el suelo y suavemente se sentó entre las raíces de un árbol acomodando a Draco en su regazo.


No importaba si tenía que pasar esa noche ahí, tenía que encontrar una solución para ayudarlo. Se resistía a pensar en que todo estaba perdido, Draco no tenía su alma tan corrompida como se esforzaba por demostrar, y la prueba la tenía ahí, en ese dragoncito que ahora reposaba sobre el pecho de su amo y lamía cariñosamente su mentón intentando despertarlo.

Llegaste a mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora