Sacrificios

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Sacrificios



Harry y Severus se habían sentado en una de las mesas que el dueño de la heladería Florean Fortescue colocó en su galería. El ojinegro degustaba un cálido té mientras que Harry contrastaba deleitándose con un enorme helado de caramelo. Sin embargo, a pesar de la discordancia de gustos, la gente que continuaba observándolos no acalló un suspiro al ver como Severus acomodaba la manta que Harry tenía en sus hombros para secarse de la caída a la fuente.


El ojiverde sonrió agradeciéndole el gesto antes de volverse a la concurrencia. Frente a él estaba dispersa una gran cantidad de gente, casi todas familias que habían acudido a Diagon para disfrutar de la tarde. Algunos niños incluso se mantenían sentados en el suelo, sumamente atentos a lo que Harry les contaba mientras que sus padres hacían lo mismo pero sentados en las sillas que dispusieron para ellos.


— ¿Así que nadie más lo sabe? —preguntó una señora con curiosidad.

— No. Severus y yo pensamos regresar a Hogwarts mañana mismo, entonces se lo diremos al Director.

— ¿Él se enfadará con ustedes? —interrogó temerosa una de las niñas.

— No creo. —aseguró Harry sonriéndole—. Es un buen hombre y siempre nos ha apoyado, confío en que entienda que Severus y yo nos amamos y queremos casarnos. Pero no pienso que sea tan fácil cuando el Consejo Escolar se entere, y mucho menos la Prensa... A ellos es difícil agradarles.

— ¿Pero porqué?

— Porque las buenas noticias no venden. —explicó Harry con sinceridad—. Ellos querrán ponerle dramatismo, y tanto Severus como yo sabemos cuáles serán sus objeciones.

— Que eres su alumno. —comprendió uno de los padres de familia—. Si he de ser franco, joven Potter, es una buena razón.

— Soy más que su alumno. —dijo Harry sin alterarse—. Nuestra relación jamás ha sido como la de cualquier otro Profesor y discípulo del colegio. La mayoría de ustedes saben todo lo que La Orden del Fénix, los aurores, mis compañeros de estudios y hasta algunos de los funcionarios del Ministerio hicieron para ayudar a ganar la guerra... ¿pero quién de todos ustedes sabe el papel que jugó Severus?

— Harry... —le interrumpió el ojinegro—... no es necesario que digas nada.


Harry volteó a mirarle y cariñosamente le dio un suave apretón de manos, era lógico que Severus no quisiera que la gente se enterase de muchas cosas que tuvo que hacer. Sin embargo, cierta información no podía mantenerse guardada por siempre.


— Es el jefe de la casa Slytherin. —dijo un hombre de cabello castaño que miraba a Severus con un discreto recelo—. No tenemos buenas referencias de su comportamiento durante las batallas.

— No todos los Slytherin son como piensan, uno de ellos lo tienen frente a ustedes. —explicó Harry pacientemente—. Sin Severus Snape yo no habría salido vivo. Él luchó en las sombras, cuidando de mí, frustrando planes de Voldemort sin que éste jamás sospechara de él, liberando mi camino de obstáculos para poder llegar a mi destino y salir victorioso. Él... —concluyó Harry volviendo a sujetar la mano de Severus—... puede no ser el héroe de muchos, pero es el mío.


Severus no supo cómo pudo contener el inmenso amor que sentía por Harry en esos momentos, nunca nadie en su vida le había hecho sentirse tan conmovido. Sin embargo, a pesar de no haber movido ni un solo músculo, su mirada tan enamorada no logró pasar desapercibida para ninguno de los presentes.


Una joven de unos veinticinco años que se había mantenido callada intimidada por la presencia de su antiguo profesor, se animó por fin a hablar.


— Mi padre es uno de los miembros del Consejo, es buena persona y seguramente podré convencerle de que abogue por ustedes ante los demás.

— Yo prometo no creerme nada de lo que salga publicado si no ha sido mencionado hoy aquí. —aseguró una anciana que sonreía enfadada por los titulares que aún no salían.

— Creo que hablo por todos al decir que nos alegramos por ustedes y si hay alguien al que no le guste, tendrá que aguantarse. —dijo un padre que sostenía en sus piernas a su hijo de dos años.


Harry sonrió agradecido. Estaba contento con la decisión que había tomado al hablar antes de que la Prensa sacara sus historias tergiversadas. No le importaba lo que el Consejo Estudiantil, la Prensa o el Ministerio opinaran sobre su relación con Severus. Eran esas, las personas que tenía enfrente, las familias comunes, por las que había luchado a muerte, las que le importaban, y estaba feliz de saber que ellos sabían comprender mejor que los más encumbrados y altos aristócratas del mundo mágico.


Por su parte, Severus también se sentía contento. La gente miraba a Harry con respeto y cariño, y ahora sabía que ese afecto era por la persona tan hermosa que veían, no por el héroe que derrotó al mago más tenebroso de todos los tiempos.


Llegaste a mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora