Roto

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Roto



Harry no supo de dónde sacó fuerzas para usar su varita e inmovilizar a Neville que quedó inconsciente en las sombras del corredor. Su respiración casi se detuvo al voltear hacia donde antes estaba Ron. Escuchaba más sus latidos apresurados retumbando en sus oídos que los gritos alarmados de la Dama Gorda que corría entre los cuadros huyendo dramáticamente del lugar.


Lentamente y con el miedo a flor de piel, Harry se acercó hasta el barandal, vio el cuerpo de Ron tirado varios pisos más abajo, sus piernas quedaron en posiciones anormales y su cabeza estaba en medio de un gran charco de sangre.


Rogando fervorosamente por un milagro, bajó corriendo las escaleras hasta llegar al rellano donde su amigo yacía inmóvil. Las lágrimas rodaron por sus mejillas sin atreverse ni a tocarlo, pero no lograba verlo respirar.


— No... —gimió asustado—... por Dios, no. ¡No, Ron, por favor, noo!


Harry alargó su mano temblorosa retirando los cabellos rojos del rostro de su amigo, todo estaba humedecido por la abundante sangre que continuaba emanando de algún punto en su cabeza.


En ese momento el silencio del castillo se vio interrumpido por los pasos apresurados de otras personas. Harry no podía ni reaccionar, apenas logró ver como Dumbledore y McGonagall llegaban a su lado, ella le apartó con suavidad para enseguida unir su fuerza a la del Director que intentaba ayudar al pelirrojo.

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Ajeno al dolor que Harry estaba pasando, Severus se encontraba en ese momento en la habitación de Draco. Le había estado esperando desde hacía varios minutos y cuando entró se sorprendió al verlo agitado y nervioso.


— ¿Qué estás haciendo aquí? —gruñó el rubio al descubrir a su padrino en uno de sus sillones.

— Necesito hablar contigo.

— ¿Sobre qué? ¿Esperas que te felicite por tu nueva adquisición en la cama?... ¿O quizá vas a proponerme ser el padrino de tu bastardito?

— Solo quiero dejar bien claro que cualquier cosa que atentes contra Harry no te lo perdonaré, ahora no tengo reparos en hablar claro contigo, él es lo más importante en mi vida así que más te vale mantenerte lejos.

— ¿Más que yo, padrino?

— Sí, Draco, más que tú. —respondió sin titubear, no pensaba caer en los chantajes emocionales de su ahijado, mucho menos cuando ya no creía en ellos.

— Eres mi padrino, mi albacea, mi tutor... no tengo a nadie en el mundo más que a ti, y ahora me abandonas.


Draco se sentó sobre la cama sujetando a Cerebrito que dormía acurrucado en la almohada. Severus le observó en silencio, la imagen dulce de Draco acariciando a su mascota mientras sus mejillas se llenaban de lágrimas era un tormento a su corazón, pero no podía volver a confiar en su sinceridad.


— Es una lástima que no quieras olvidar el pasado. —suspiró Severus poniéndose de pie—. Si te dieras una oportunidad podrías tener más de lo que jamás soñaste.

— Lo único que quería y con lo que soñaba, ya lo perdí, y para siempre. Pero está bien, Severus, pronto cumpliré mi mayoría de edad y entonces te liberarás de mí.

— ¿Es que no te das cuenta que estás echando a perder tu vida?

— ¿Cuál vida? —cuestionó sarcástico.


Severus volvió a sentarse junto a su ahijado, necesitaba hacer un esfuerzo por acercarse un poco más a él, no quería dejarle solo en una situación tan extrema, no solamente temía por Harry, también por él.


— Sé que fuiste tú quien colocó ese veneno para Harry, y puedes estar seguro que has tenido mucha suerte en fallar o de lo contrario...

— ¿Qué? ¿Me habrías matado? ¡Pues hazlo, te aconsejo que saques tu varita y lo hagas ahora mismo! —le provocó.


El Profesor no se movió de su lugar, en silencio vio a Draco ponerse de pie y extender sus manos ofreciéndose como un blanco fácil.


— Necesitas ayuda, Draco, tu dolor te ha desquiciado por completo.

— ¡No hables más de mi dolor porque ni siquiera te importa tanto como dices! ¡Solo saca tu varita y mátame ahora que tienes oportunidad, Severus, o de lo contrario, pronto te arrepentirás de no haberlo hecho!

— Tú bien sabes que nunca podría hacerte daño.

— ¿Ah, y por qué no? ¿Temes terminar en Azkaban? —le increpó burlonamente—. ¡Pues salgamos de Hogwarts, llévame a despoblado y echa mi cuerpo a donde nadie pueda encontrarlo! ¡Deja de ser tan cobarde! Te estoy dando todas las ventajas posibles, podrás regresar al castillo y vivir feliz con tu putita ¿qué te importa un muerto más en tu larga lista, asesino?


Severus estaba a punto de responderle, pero justo entonces Salazar apareció en uno de los cuadros.


— ¡Profesor Snape! —le llamó respetuosamente.

— ¿Pasa algo?

— El Señor Director le necesita en la enfermería, parece ser algo relacionado con Potter.


Severus no se esperó a escuchar más, le asustaba saber que Harry estaba en la enfermería y salió corriendo olvidándose de Draco. Al quedarse solo, el chico volvió a poner atención a su dragoncito colocándolo sobre la almohada suavemente para relajarlo, le notaba asustado por la discusión.


— Ya eres lo único que me queda. —suspiró cansado—. Ojalá que esta noche Severus sepa lo que se siente perder al hombre que ama y que espera un hijo suyo... Si Longbottom lo hizo, juro que será la primera vez que me sienta feliz en mucho tiempo.

— ¿Tú lo sabías? —preguntó una voz que sobresaltó a Draco, hasta entonces recordó la presencia de Salazar—. ¿Cómo pudiste saberlo si estabas aquí?

— ¡Cállate, no sé de qué hablas!

— ¡Si Severus sufre por tu culpa, Draco Malfoy, te lo haré pagar con creces!


Salazar desapareció del cuadro dejando a Draco mirando a la nada, sin embargo pronto logró que sus labios se curvaran en una grotesca mueca de desprecio, nadie iba a creer la versión de un Retrato antiguo.


Y si lo hicieran, bien valía la pena si antes lograba ver a Severus destrozado por la muerte de Harry y el bebé que esperaban.

Llegaste a mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora