Un nuevo comienzo

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Un nuevo comienzo





Harry se envolvió del brazo de Severus mientras esperaban noticias sobre la salud de Draco. Habían logrado trasladarle a San Mungo, y gracias a la ayuda de un medimago consiguieron que su identidad pasara desapercibida. Solamente sus más allegados colegas tenían permitida la entrada y antes de hacerlo debían someterse a un hechizo de confidencialidad que les impidiera revelar lo que veían allá adentro.


— Todo va a estar bien. —susurró Harry intentando consolar a su angustiado esposo.

— ¿Eso crees? Todo mundo le detesta y lo quiere muerto.

— Yo no, y tú tampoco. —aseveró sinceramente—. Salvó la vida de mi mejor amigo y de Richie, no podría olvidarme nunca de eso, y presiento que Ron siente lo mismo.

— Eso no puedo asegurarlo.


Harry sabía que Severus aún se preocupaba por las repercusiones que Ronald tendría con Draco, por algo ni él ni Hermione habían pasado al hospital a verlo en los días que llevaba internado. Sin embargo, el Gryffindor tenía la plena seguridad de que sus mejores amigos tan solo no lograban separarse de su hijo y podía entenderlos.


No había tenido oportunidad de hablar sobre Draco con ellos pero no los veía enfadados y se ofrecían gustosos a cuidar de Aimee cada vez que Harry necesitaba salir al hospital para acompañar a Severus. Eso no lo haría nadie que le acusara de fraternizar con el enemigo.


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Dentro de la habitación, Charlie continuaba en el mismo lugar de siempre, sentado junto a la cama y con la mano de Draco entre las suyas, rogaba por un milagro. Los medimagos aún no se atrevían a dar un pronóstico a pesar de que las quemaduras en la espalda del rubio iban curándose favorablemente, ni siquiera creían que podían dejar severas cicatrices, pero aunque así fuera, a Charlie no le importaba, lo único que quería era volver a ver sus ojos grises con vida.


Estaba dispuesto a todo, ya no pensaba rendirse, en esta ocasión iba a dedicar cada segundo del día a Draco. Le angustiaba la idea de que quisieran dejarle recluido en un pabellón especial de San Mungo para tratar casos de depresión como el suyo. Había escuchado que uno de los medimagos se lo comentó a Severus, y aunque el ojinegro se opuso, Charlie aún temía que pudieran convencerle.


Miró el rostro de Draco, no había despertado en ningún momento, sin embargo, sus expresiones eran cambiantes. Ahora su gesto se contraía en un rictus de dolor. Cariñosamente limpió las lágrimas que resbalaron por las comisuras del chico del que se había enamorado.


"Theo" Le escuchó suspirar. No obstante, el llamado al gran amor de Draco no le dolió, al contrario, era la primera señal de que estaba despertando y su corazón se agitó emocionado.


— ¿Draco? ¿Me escuchas? —preguntó peinándole sus cabellos—. Por favor, despierta ya.


Muy lentamente los párpados de Draco fueron abriéndose. Charlie nunca lo hubiera soñado, pero en cuanto el rubio le vio, la tristeza de su rostro dio lugar a una deslumbrante sonrisa.


— Soy Charlie. —le aclaró, la forma en que le veía le hizo temer que alucinara imaginando a Theodore a su lado.

— Lo sé. —dijo sin dejar de sonreír, débilmente llevó su mano al rostro del pelirrojo acariciándole como si ansiara comprobar su presencia—. Siempre estás... conmigo.

— ¿Te sientes bien? Iré a llamar a una enfermera.

— No... ven... abrázame.


Charlie no se lo pensó dos veces, trepó a la cama con cuidado de no importunar los hechizos de sanación que rodeaban al rubio. No recordaba haber tenido esa sensación de bienestar en su vida cuando Draco se acurrucó sobre su pecho y le abrazó.


— ¿Estás cómodo? —le preguntó ronroneando extasiado.

— Soñé con Theo.


Charlie intentó no desilusionarse, ahora lo más importante era que Draco estuviera bien, y si ese sueño había conseguido que sonriera, rogaría para que cada noche Theodore Nott le visitara y le hiciera feliz.


— Supongo que debe haber sido algo lindo, tal vez de cuando estaban juntos.

— No precisamente. —respondió suspirando feliz—. Estaba aquí conmigo, sin decir nada, solo mirándome... esperando pacientemente a que mi alma fuera a su lado.

— Supongo que habrás deseado poder hacerlo.

— En un principio sí, era lo que siempre quise, pero cuando supe lo que eso significaba comprendí que mi destino había cambiado. Si me iba, entonces estaría cometiendo un error más. Ya perdí un amor, no quiero perder otro.


El pelirrojo no respondió nada, temió haber escuchado mal. Draco levantó la mirada apoyando su mentón en el pecho del draconologista.


— No pongas esa cara. —rió Draco—. En mi sueño mis sentimientos han quedado más claros que nunca, quiero que sepas que...

— ¿Qué? —insistió al ver que el rubio callaba sonrojándose.

— Que me gustas... que te quiero... que me he...

— Por favor no lo digas si no estás seguro de eso.

— Estoy completamente convencido de lo que siento, y también de lo que quiero. —le dijo con seriedad—. Charlie, yo no sé qué va a ser de mi vida de ahora en adelante, y si me quieren enviar a Azkaban voy a aceptarlo, pero no quiero ir sin ser sincero conmigo mismo. Estoy harto de tanto odio, es absolutamente desgastante, y fue en esos días que vivimos en Rumania que pude volver a sentirme esperanzado. Tal vez perdí ya la segunda oportunidad que me dio la vida para enderezar mi camino, pero por lo menos me siento agradecido al saber que realmente nunca estuve solo. A pesar de no haberme dado cuenta a tiempo, primero Severus y después tú, los dos lucharon a su manera para ayudarme.

— Draco, aún seguimos contigo. —afirmó estrechándolo con cuidado, temía lastimarle en sus heridas—. Snape está allá afuera, siempre pendiente de tu recuperación, incluso Harry pasa gran tiempo acompañándolo y preguntando por ti.


Draco ya no tuvo oportunidad de responder, la puerta se abrió dando paso a Severus cuyos ojos se iluminaron al ver que su ahijado por fin había despertado. Al verlo, Draco sintió un nudo en la garganta, siempre se resistió a aceptar el cariño de Severus pero ahora podía recordar su ternura y calor manteniéndole en pie luego de la muerte de Theo.


Añoraba esa dulce sensación paternal, y tímidamente extendió sus brazos hacia él.


Severus no lo rechazó, de un par de zancadas llegó a su lado envolviéndolo en sus brazos. Agradeció al cielo escuchar los sollozos de Draco apagándose en su cuello, esta vez podía reconocerlos como sinceros, no pudo evitar derramar un par de lágrimas también cuando escuchó un arrepentido "Perdón" de labios de quien amaba como un hijo.


Llegaste a mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora