Justicia ciega

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Justicia ciega




Charlie fue corriendo hacia el castillo lo más rápido que le permitieron sus piernas, su intención era poner a todos sobre alerta, por más que su corazón se le rompiera, tenía que evitar que otro inocente saliera lastimado. Nunca se esperó encontrarse con esa escena cuando pisó el lobby.


Algunos alumnos huían asustados, Hermione se convulsionaba en el suelo por el cruciatus de Draco quien caminaba acercándose hacia ella, aumentando el poder de la maldición a cada segundo. Con angustia vio como Seamus y Dean se abrían paso entre la multitud intentando llegar a Draco, ambos le apuntaban furiosos. Seamus fue el primero que se atrevió a intervenir en el ataque, pero su Petrificus fue interceptado accidentalmente por un niño de primer año que quedó tendido en el piso. Después de eso, ni él ni Dean sabían qué hacer más que correr haciéndose espacio entre los niños para llegar a Draco.


El pelirrojo comprendió que no había otro camino, su destreza ayudó a que el Expelliarmus pegara directamente en el rubio sin dañar a nadie más. Gracias a eso Seamus logró apoderarse de la varita de Draco antes de que éste se recuperara del impacto, y Dean se apresuró a ir por Hermione llevándosela en brazos a la enfermería mientras que Ginny se adelantaba a poner sobre aviso a la enfermera.


Charlie fue por Draco, le sostuvo con fuerza por la muñeca obligándolo a ponerse de pie a pesar de sentirlo aún aturdido por el hechizo. Su intención era huir con él, pero no tuvo tiempo de nada, en cuanto se giró a la puerta vio que Kingsley ya estaba ahí con media docena de Aurores, dos de ellos apuntándoles, el resto dispersándose por el colegio para poner orden.


— Buen trabajo, Weasley. —dijo el Ministro—. Pude ver como lograste atrapar al chico, ahora nosotros nos haremos cargo.


Los dos Aurores le arrebataron a Draco de las manos quien aún no podía coordinar bien sus movimientos y veía todo en silencio por lo que ni siquiera pudo defenderse.


— ¿A dónde le llevan? —preguntó Charlie angustiado—. Dumbledore tiene que enterarse, él no va a permitir que cometan este atropello.

— Dumbledore ya sabe de esto, Weasley, no te preocupes. Tenemos las pruebas de que Draco Malfoy es el autor intelectual de todos los atentados que se han suscitado en el colegio, y ahora, yo mismo fui testigo de que invocó una imperdonable contra Hermione Granger.


Harry y Severus llegaban en ese momento al lobby. El ojiverde sintió que moriría al saber que su amiga había sido herida por Draco. Severus le sostuvo suavemente al sentirlo flaquear.


— ¿Dónde está Hermione? —preguntó al pelirrojo.

— La llevaron a la enfermería, Harry... creo que está bien.


Harry no se esperó más tiempo, corrió a la enfermería deseando que Hermione y su bebé estuvieran bien.


Severus permaneció ahí, mirando entristecido como su ahijado era sacado esposado del colegio. Sintió como la mirada gris se posaba fugazmente en él, y acongojado notó que no había ningún cambio, continuaba mancillada por el odio y la maldad.


Aun así seguía siendo su deber ayudarlo. Regresó a su despacho para volver a comunicarse con los abogados de los Malfoy, aunque ahora no tenía muchas esperanzas de conseguir nada. Draco parecía estar buscando su propia perdición.


Charlie sí fue tras de ellos, rogaba a Kingsley por una nueva oportunidad para el joven de ojos grises, prometió tratamiento médico y emocional, pero nada influyó en la decisión del primer Ministro. Ni siquiera cuando un pequeño dragoncito revoloteó alrededor de su amo mordiendo las manos que sujetaban al rubio.


Nada se pudo hacer. En cuanto atravesaron las barreras de Hogwarts. Charlie vio como todos desaparecían ante sus ojos, solo se quedó Cerebrito revoloteando en el sitio en que viera a su dueño por última vez. Charlie nunca había visto que una miniatura echara fuego, pero en esa ocasión sucedió.


Suavemente tomó al pequeño en sus manos para calmarlo, le acarició la cabeza tal como siempre vio que Draco lo hacía.


— Todo va a estar bien, Cerebrito. —le susurró cariñoso—. Yo te prometo que traeré a Draco de regreso.


De esa forma consiguió que la mascota se acurrucara en sus palmas, aunque aún continuaba hipando.


Llegaste a mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora