Aflicción

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Aflicción



Harry nunca sabría de dónde sacó la fuerza para contenerse y no estrellar su puño en el rostro de Draco, pero Charlie se lo pidió en silencio, lo mejor era seguirle la corriente hasta tenerlo fuera de esa prisión.


Y por eso, tuvo que soportar que el rubio le sostuviera del brazo al caminar bajo la capa de invisibilidad como si él fuera alguien que necesitara ser protegido. Para colmo, iban demasiado lentos, y cuando estaban a punto de salir de Azkaban, Harry notó que la respiración de Draco era cada vez más errática.


— Charlie, no creo que él pueda caminar más. —le susurró preocupado—. Y aún tendremos que correr cuando la entrada principal detecte la salida de un prisionero ¿qué vamos a hacer?


Charlie no respondió, pero ya tenía una respuesta para eso. Durante sus visitas, había logrado darse cuenta que los Celadores tenían un sitio especial donde guardaban sus escobas. Iban a tener que hacerlo muy rápido pues solo contarían con pocos segundos antes de ser descubiertos.


Harry vio como Charlie abría una puerta, y desde donde estaba pudo ver que era un pequeño salón con escobas de diferentes marcas empotradas en ganchos en la pared. Afortunadamente no había nadie ahí y Charlie tomó dos de ellas para enseguida lanzar un Incendio que carbonizaría a las demás.


Esa fue la señal, Harry hubiese preferido que Charlie llevara a Draco consigo pero el rubio se resistió a dejarlo asumiendo que no dejaría a Theodore volar solo. Como no tenían tiempo para discutir, tuvo que permitir que Draco viajara con él.

De esa forma atravesaron los últimos corredores que les quedaban, justo cuando las alarmas empezaron a sonar, y una más fuerte se desató en el momento en que el cuerpo de Draco rebasó la puerta.


Por el peso extra, la escoba de Harry era más lenta, así que Charlie tenía que aminorar su velocidad cuidándoles las espaldas. Para su mala suerte, algunos Aurores habían logrado rescatar sus escobas y ya iban en su persecución.


— Yo me encargaré de retrasarlos, Harry, lleva a Draco a salvo.


Harry asintió intentando acelerar lo más que podía, pero no solamente era el peso lo que dificultaba la huida, ahora Draco le tenía abrazado por la cintura y no dejaba de acariciarle su abdomen prominente, eso le provocaba escalofríos y desconcertaba.


— ¿Quieres quedarte quieto? —gruñó cuando el rubio mordisqueó su oreja.

— Sabes diferente.

— ¡Porque no soy Nott!

— Claro que eres, y no finjas que no estás excitado, amor, aún puedo oler tu aroma a sexo.

— ¡Malfoy! —exclamó ofendido y alarmado al sentir las manos del rubio deslizándose hacia abajo en su vientre.


Instintivamente Harry quiso apartarse y sin querer elevó el mango de la escoba provocando que Draco resbalara. Quiso sostenerlo, pero ya era demasiado tarde, el rubio caía vertiginosamente al vacío del despeñadero.


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Charlie logró esquivar y derrumbar a uno de los Aurores, consiguiendo también enviarle un hechizo que hizo que el montículo de paja que estaba bajo de él amortiguara su caída. Sin embargo, al mirar a su derecha alcanzó a ver lo que sucedía entre Draco y Harry, y para el rubio no había la misma alternativa, él caía hacia el bravío y congelado mar. Harry ya había dirigido su escoba hacia el chico pero un Auror le cerró el paso retrasándole.


El pelirrojo no lo pensó dos veces, y por algo fue considerado el mejor jugador de Quidditch durante su época escolar. Aceleró su escoba logrando sortear a los Aurores con tanta facilidad que Harry quedó impactado, podía imaginarlo esquivando cientos de bludger casi adivinándoles sus movimientos antes de realizarlos y finalmente logró atrapar a Draco sin perder el equilibrio.


Entonces se apresuró a darles alcance, le pasó su capa de invisibilidad para que se cubrieran y huyeran. Charlie no replicó y se cubrió a él y a Draco que se aferraba a su cuerpo temblando violentamente.


Cuando desaparecieron de su vista, Harry entonces se sintió lo suficientemente confiado para actuar, detuvo su escoba y se volvió hacia atrás, solo eran tres Aurores los que le perseguían lo cual ayudaba muchísimo a sus planes, entre menos involucrados, mejor.


Sacó su varita invocando su Patronus y que de esa forma le identificaran. El ciervo de Harry se desplazó en el aire consiguiendo que los Aurores se detuvieran. Al verlo, frenaron casi al instante, hasta ese momento reconocieron al héroe mágico y ninguno podía atacarle. Habían luchado juntos y reconocían su poder, además de saberse en deuda con él. Tal vez su Jefe era Kingsley, pero hacia Harry Potter había una sensación de lealtad que iba más allá de cualquier envergadura.


— ¿Potter? —le llamó el líder.

— Hablemos, por favor. A solas. —les dijo, su voz fue educada pero implicaba una orden imposible de desobedecer.


El Auror asintió haciendo una seña a sus colegas para que esperaran y acercó su escoba a la de Harry. Intercambiaron unas cuantas palabras siendo observados de lejos por los otros dos, que esperaron pacientemente hasta que su líder se giró otra vez hacia ellos.


— Regresen a sus puestos. —les dijo—. Hay una nueva misión qué cumplir.


Harry sonrió al ver que los dos hombres obedecían sin replicar la orden de su superior, y antes de marcharse, volvió a mirar al jefe de Aurores.


— Gracias. Prometo que mañana mismo hablaré con el Ministro para explicar lo que he hecho esta noche ¿de acuerdo?


El líder del grupo colocó su mano sobre su frente acatando la orden de Harry. El chico sonrió inclinando su cabeza a modo de agradecimiento y honorabilidad y después de que el líder le correspondiera de la misma manera, retomó el camino de regreso.


Al quedarse solo sobre su escoba, Harry sonrió mirando al cielo estrellado. Comprendió cuánta falta le había hecho sentir esa clase de adrenalina.


Llegaste a mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora