Dolor imposible

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Dolor imposible





Ni Harry ni Severus durmieron nada esa noche. Se mantuvieron en silencio sopesando todo lo que se recién se enteraban, el Profesor indagó en cuanto libro había de la sección prohibida sobre los hablantes de Pársel pero en ninguno de ellos le orientaba a una probable solución. Ni siquiera mencionaban el hechizo para embarazarse.


Harry estuvo sentado en la alfombra junto a la chimenea, con su bebé dormida en sus brazos, pidiéndole perdón en silencio por haberla alejado de Severus. Veía su carita y la recorría con sus dedos percibiendo su piel suave, era doloroso pensar que su esposo no había tenido el placer de realizar tan sencilla acción, pensó que no le alcanzaría la vida para compensarlos por su error.


— ¡No hay nada aquí! —gruñó Severus arrojando el último libro lejos de él.


Por unos segundos Harry no respondió, podía escuchar la respiración dolida y angustiada de su esposo, su corazón debía estar destrozado como lo estaba el suyo, tal vez más.


— Prepara la poción, Severus. —dijo finalmente—. Me embarazaré y te prometo que no volveré a cometer la misma estupidez.


Al escucharlo, el ojinegro se apresuró a sentarse en el piso junto a Harry, sabía que su esposo no alejaba la culpa de su alma y eso no le satisfacía, hubiese preferido no enterarse jamás de las condiciones del hechizo.


— Pequeño mío, perdóname por haberte exigido el bebé, pero tú tienes razón, no quiero otro hijo ahora... quiero a Aimee y vamos a encontrar el modo de poder acercarme a ella.


La mano de Severus se dirigió a su hija, temblaba como nunca en su vida, pero apenas fue suficiente un simple roce a su cabeza para que la niña volviera a llorar escandalosamente. De inmediato Severus se apartó, no solamente su mano sino todo su cuerpo mientras Harry arrullaba a la bebé logrando que se calmara. No obstante, ahora eran ellos quienes sentían deseos de llorar.


Salazar los observaba desde el cuadro en la habitación, sobre todo a Severus, percibiendo su dolor como si fuera propio. Luego miró a Harry quien en ese momento levantó la mirada observándole también.


— Ayúdanos. —le suplicó angustiado—. Dinos si sabes algo, cualquier cosa, por favor.

— Si lo supiera lo diría. —dijo sinceramente—. ¿Has intentado hablar con ella? Es probable que, si le explicas, te entienda.

— Lo hago todo el tiempo, pero no funciona.

— Háganlo juntos. —sugirió convencido de que era la única esperanza.

— ¿De qué podría servir? Es solo un bebé, no entiende nuestras palabras.

— Potter ¿has estado hablándole así? —inquirió irritado al comprender el error del Gryffindor.

— ¡No te entiendo! —exclamó desesperado.

"Ella te entenderá si le hablas de la manera en que fue concebida" —siseó en Pársel.


Severus, que no comprendió las palabras del retrato, miró a Harry ansioso por saber lo que pasaba, sobre todo porque su joven esposo ahora tenía una expresión de abrumador asombro.


— Soy un imbécil. —jadeó furioso consigo mismo.

— No soy quién para discutirte. —manifestó Salazar con una soez sonrisa—. Pero ahora debes intentarlo, y lo mejor sería que Severus sostenga a su hija.

— ¿Qué? ¡No! —fue la inmediata reacción del pocionista, esas palabras sí las entendió pero no le gustaron en lo absoluto. Harry intercambió una mirada con él, tampoco lucía muy convencido de la idea, pero parecía más dispuesto a arriesgarse—. ¿No estarás planeando hacerle caso, verdad? No quiero torturar a mi propia hija.

— Es necesario, Severus. —suspiró Harry con temor—. Vamos a tener que intentarlo, pondré a la bebé en tu pecho, quiero que la abraces e ignores por completo su llanto, solo arrúllala como si no la escucharas.

— ¿Pero qué vas a hacer?

— No tengo idea, pero espero que mi corazón me guíe. ¿Estás listo?


Severus estaba a punto de negarse pero ya era demasiado tarde, Harry le colocó a la bebé en su pecho tal como le advirtió con anterioridad. El llanto de Aimee no tardó en escucharse, y aunque el ojinegro estuvo a punto de regresarla a brazos de su otro padre, no lo hizo. Suavemente la abrazó y cerró sus ojos concentrándose en la dulce sensación de estar sosteniendo ese cálido peso junto a su corazón.


Se esforzó por no oír nada, solo sentir y respirar el olor de su hija tan cerca de él.


Harry sujetó a Aimee de una de sus manitas que de inmediato se aferraron a sus dedos en busca de ayuda, pero él solo la acarició y cerró los ojos. Tenía que conseguir la más íntima conexión con la bebé. El llanto de Aimee no ayudaba mucho pero logró mitigarlo a sus oídos y pronto se sintió envuelto con una sensación de pureza que identificó como el alma de su hija.


No pudo evitar jadear emocionado, era algo tan intenso y hermoso que le conmovía hasta la última fibra de su ser.


Aimee, mi dulce y preciosa bebé... —le llamó cariñoso, no había ni siquiera necesitado concentrarse en ninguna serpiente para escucharse hablar en Pársel, pero era la primera vez que oía su propia voz usando esa lengua y no le parecía escalofriante, al contrario, era cálida y protectora—... No temas, amor ¿puedes escuchar el corazón de tu padre? Late por ti, porque te ama con todas sus fuerzas y anhela que le ames igual... ¿Sientes sus brazos, su calor rodeándote? Es porque siempre cuidará y velará para que seas feliz, porque es capaz de dar la vida por nosotros. ¿Sientes su amor? Porque yo sí, porque fue ese amor el que me hizo desear tenerte, fue por él que estás conmigo, acéptalo también para ti. Es tu padre... es mi vida. Necesita que le dejes demostrarte lo que es capaz de hacer por ti... Yo te ruego que me permitas a mí compartir con él la felicidad de amarte, demuéstrame, por favor, que me has perdonado.


Cuando Harry abrió los ojos descubrió que Severus le estaba mirando también, pero lo más sorprendente es que había silencio, no supo cuándo es que la niña había dejado de llorar.


— T-te entendí. —confesó el ojinegro absolutamente aturdido—. No sé cómo pero te escuché hablar Pársel tan claramente que parecía nuestro propio idioma.


Harry se sonrojó, no recordaba mucho de lo que había dicho pero estaba seguro de que podría ser vergonzoso.


— Obviamente ibas a entenderle. —interrumpió Salazar con presunción—. Aunque no estés capacitado para hablar Pársel, Severus, ahora eres pareja de Potter y su corazón no quiere ocultarte nada. Claro que solo lo entenderás cuando provenga de su boca, no de nadie más.

— No me interesa entender nada de nadie que no sea Harry. —aseguró mirando a su pareja con absoluta devoción, el chico le sonrió visiblemente enamorado.

— Entiendo, y será mejor que me retire.

— No, espera. —le detuvo Severus, de repente comprendiendo que sus palabras podían haberle herido—. Gracias por lo que has hecho por nosotros.


Salazar inclinó su cabeza a modo de respuesta y logró sonreír un poco, se marchó comprendiendo que el resultado siempre sería el mismo, recluido en un cuadro, solo para la eternidad.


— Harry... esto es maravilloso. —susurró Severus mirando a su bebé que también le observaba a él—. Gracias por darme esta hermosa bebé.

— Tú me la diste a mí. Y ahora, finalmente, es de los dos.


El Profesor asintió y una lágrima de felicidad asomó en sus ojos cuando Aimee le sonrió. Harry se dio cuenta de ello pero no dijo nada, simplemente se acomodó recostándose en el hombro de su esposo para disfrutar de esa escena por unos minutos más.


Llegaste a mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora