Difícil de creer

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Difícil de creer



— ¿No crees que ya deberías probar otra cosa? —preguntó Ron cuando Hermione sujetó la copa con los melocotones—. La dieta que te recomendó Pomfrey tenía que ser más variada.

— Eso es para la comida, con los postres puedo hacer lo que quiera... ¿no quieres uno?

— No, y mira, ahí hay unas fresas con chocolate. —añadió Ron señalando junto a Harry—. He escuchado que a las embarazadas se les antojan las fresas, no los melocotones.

— ¿Ahora vas a decirme lo que se me debe de antojar?

— Es que he leído más que tú sobre embarazos.


Hermione rió divertida, pero no pensaba hacer caso de su esposo con respecto a su antojo, buscó apurada un tenedor para empezar a degustar su delicioso postre. A su lado, Harry les había escuchado en silencio... miró las fresas de las que Ron hablaba y sí, se le antojaban mucho, pero de tanto que hablaba Hermione de lo suculento de los melocotones no podía evitar salivar deseando uno de ellos.


Y eso sí era raro, últimamente nada se le antojaba, incluso su plato lucía prácticamente intacto pero estaba convencido de que no estaría a gusto hasta no llevar ese jugoso melocotón a la boca y morderlo.


Vio su oportunidad cuando Hermione volvió a colocar la copa sobre la mesa para inclinarse hacia adelante a coger un tenedor limpio. Sabía que era una grosería dejar a su amiga embarazada con el antojo pero era tan intenso el suyo que en ese momento le fue imposible controlarse.


Ni siquiera se preocupó por la ausencia del cubierto, con sus propias manos tomó el melocotón sin importarle embarrarse con el almíbar y lo introdujo entero a la boca.


Ron pudo verlo y estalló en carcajada abierta lo que llamó la atención de Hermione.


— ¡Harry! —le reprendió con un puchero de frustración al ver a su amigo con la boca llena de su preciosa fruta.


El ojiverde se sonrojó violentamente pero no podía hacer nada ya, y tampoco lograba arrepentirse, la dulzura del almíbar escurría entre sus labios con tanta suavidad que le enloquecía.


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Desde su lugar, Draco vio la escena sin saber cómo reaccionar. Quería lastimar a Hermione y su bebé, y eso le frustraba, pero tan solo de imaginar que ahora tenía una víctima más grande, su corazón revoloteaba en éxtasis. Lo malo sería que Harry Potter no sufriría la pérdida del embarazo de Hermione.


Aunque, si lo pensaba mejor, tal vez el susto que ahora estaba por llevarse la castaña haría que abortara espontáneamente.


Ese pensamiento le entusiasmó aún más y siguió mirando con interés esperando ansioso ver los efectos de su veneno.


El rostro de Harry en ese momento palideció, estaba a punto de comer otro de los melocotones cuando se dobló presa de un agudo dolor en el vientre.


Ron y Hermione se apresuraron a sostenerlo, su amigo lucía a punto del desmayo. Harry jadeó en busca de llenar de aire a sus pulmones, instintivamente volteó a mirar hacia la mesa de los profesores y alcanzó a ver como Severus se daba cuenta de lo que sucedía y corría rápidamente a su lado.


Una dolorosa arcada le hizo volver a doblarse y vomitó sobre el piso. Todo a su alrededor se nubló, lo único que sentía era un sabor amargo en la boca y un fuerte dolor en su estómago que le dificultaba la respiración. Apenas lograba escuchar las preguntas alarmadas de sus dos mejores amigos, pero aun así, pudo sentir cuando Snape los apartó para acercarse.


Harry le buscó a tientas, y cuando sintió su familiar torso se colgó desesperado de su cuello, ya no podía ver nada, todo a su alrededor se había oscurecido por completo. Severus le sostuvo en brazos justo cuando el chico finalmente perdía el sentido y se desvanecía inconsciente entre las exclamaciones escandalizadas de sus compañeros.


En medio de la confusión nadie notó cómo Draco Malfoy usaba su varita y desaparecía los restos de la copa con melocotones. Sonrió para sí mismo mientras veía como su padrino sacaba a Harry con rumbo a la enfermería.


"De nada sirven tus esfuerzos, Snape, Potter no tiene salvación"


Llegaste a mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora