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Después del cataclismo

La guerra comenzó llevándose cientos de vidas, dejaron a esposas sin esposas, hijas sin padres y hermanas sin hermanos

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La guerra comenzó llevándose cientos de vidas, dejaron a esposas sin esposas, hijas sin padres y hermanas sin hermanos. Con el esfuerzo de todos, su objetivo de destruir al imperio y monarquía más fuerte del momento fue una fracaso total por ser tan ambiciosos. La ambición es la condena del ser humano, hay que encontrar un balance y para quienes no saben buscar esa equivalencia serían castigados por dios.

Fue fácil predecir el resultado, Occidente no estaba preparado para un contraataque de parte de Oriente ya que no habían calculado eso en sus planes de guerra. Los novatos no ganaban a los maestros, menos cuando no pensaban en toda posibilidad. Pudieron eliminar exitosamente la parte rebelde que apoyaba la causada de aquel emperador, que fue asesinado a manos de otro emperador. Occidente sin nadie que lo gobernara, que ninguno de la sangre de la casa real permaneciera solo quedaba que alguien asumiera el cargo ahí. El gran emperador Sovieshu fue la suficientemente compasivo en su interior, y nombró él mismo a la cabeza de la familia más importante occidental como emperadores. Quienes serían la próxima línea sanguínea.

Después de eso todo volvió poco a poco a la normalidad, ya no existía un rivalidad poco sana entre Oriente y Occidente. Además de que ella volvió a ser su concubina, se conformaba con eso ya que ser emperatriz no era una de sus ambiciones. Podía ser cruel pero no tanto como para quitarle el sueño de una de sus más grandes amigas, hermanas incluso.

—¿Su majestad quiere verme?

—Si, señorita. La emperatriz Navier ha ordenado que vaya a sus aposentos para hablar.

—Claro, no la hagamos esperar más.

No sabía de que querría decirle posiblemente la emperatriz, ya era que no hablaron tanto después de que ella literalmente salvara a su hija de morir y su país también de caer. Pocas palabras era las que se dirigían, también es que nunca dio la ocasión ya que Afrodita o estaba alojada en el Ducado Danais o venia a palacio para visitar al emperador.

Tocó la puerta, y fueron abiertas para ella. Entró y la vio a Navier sentada en una de las sillas tan preciosas de su alcoba, vestida con su color representativo. El rojo vivo.

—Su majestad, escuché que quería hablar conmigo.

—Si, efectivamente pero no hace falta que me llames por mis títulos formales cuando estamos a solas.—dijo mientras ella se sentaba enfrente suya.—Me has ayudado muchas veces en el pasado y yo no he tenido oportunidad de re pagártelo.

—Realmente no es necesario, no podría perdirte nada más que estar con el emperador.

—Insisto, te libraste de mi dolor de cabeza más grande, salvaste la vida de mi hija e hijo, fuiste la heroína en las sombras de esta gran nación y sobretodo fuiste alguien tan pura que no habría forma que no te devolviera el favor.

—Su majes-, dijo Navier, yo insisto que no necesito nada.

—¿Y planeas tener hijos algún día con Sovieshu? Podrías ser feliz finalmente.

—Sabes que es imposible que quede embarazada, soy infértil y cura para eso no existe.—comentó afligida ella.

Si algo debía admitir, su sueño desde pequeña fue ser madre porque veía como tenían ese amor incondicional que no se iba a pesar de todas las tormentas. Quería experimentar el amor, esa conexión de haber dado a luz a un ser humano a partir de ti y sobretodo sentir el amor verdadero.

—Si te dijera yo que pedí un favor a algunos conocidos míos en la escuela de magia de aquí, para que investigaran sobre este tema y encontraron una cura que tiene una probabilidad muy alta de éxito.

—Navier, te estaré eternamente agradecida por eso.

—Yo soy la que está agradecida de tener a una persona tan leal a nuestro lado, que nos apoya en todo lo posible realmente.—tomó sus manos.—Considéralo como tu recompensa por tus gran hazañas.

Le ofreció una copa con líquido de dudosa procedencia, un color un tanto extraño y un olor no tan aromático pero confió en su amiga en que ella estaba haciéndole un favor. Dentro de ella rezaba a dios que esto funcionara exitosamente, era su único deseo y petición a dios.

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Esa misma noche fue llamada a los aposentos del emperador cuando la noche cayó y la luna salió de sue escondite, una de esa noche otoñales tan frescas al igual que perfectas. Ahí yacía el hombre esperando a su amada, sentado nerviosamente en la cama. Como si esa espera de minutos parecieran años, aunque sí que fueron años sin sentirla, sin tenerla o amarla. Ella que portaba una bata de color blanco y bordes dorados, cabellos sueltos y al natural completo se dirigía hacia su destino.

Oh, el destino quien decide todo lo que le sucede a una persona. Quien tiene tanto poder para decidir sobre la vida de tantas personas, quien a veces es cruel y otras muy amable y compasivo. La persona que le encantaban los finales tristes, decidió que de ellos no iba a hacer uno de sus especialidades.

Nada más entrar capturó la mirada del hombre, que sintió que rejuveneció con sola verla. En ella había la sensación de que no envejecía.

—Te ves increíble, Afrodita.

Tomó su mano la besó.

—¿Me concederías el honor de bailar contigo, señorita?

—Por supuesto, su majestad.

Las dos almas gemelas comenzaron a bailar al compás de la música que se producían en sus mentes, era la misma melodía que sonó en el banquete de celebración de aniversario de Sovieshu . En el que se reencontraron técnicamente. Sus miradas estaban conectadas y sus manos entrelazadas fuertemente, tan fuerte para no separarse una vez más. En algún punto de la noche terminaron ambos en el suelo, híper ventilando pero muy felices.

—Hacía tiempo que no me sentía así de feliz con alguien, Sovieshu.

—Lo mismo podría decirte,Afrodita.

—¿Te puedo confesar algo?

—Adelante.

—Hablé esta tarde con Navier, ella quiera que tenga hijos tuyos porque sabe que es mi sueño. Al principio de ser tu consorte me abstuve a ello por respeto a ella, pero ahora que me lo pidió tan explícitamente. No sé qué hacer.

—¿Tú quieres ser madre? Dime.

—Si, en el fondo de mi corazón podría decirte que sí.

—Entonces tus deseos son mis órdenes, Afrodita y lo sabes solo basta con cuatro palabras para que haga hasta lo imposible por cumplirlo.

—Quiero ser madre, Sovieshu.

—Quiero ser madre, Sovieshu

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𝘼𝙁𝙍𝙊𝘿𝙄𝙏𝘼 𝘿𝘼𝙉𝘼𝙄𝙎  ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora