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5 horas desde la última vez.

Aunque el rubio se encontraba en medio de los hechos, logró correr a tiempo y sujetarse del gran árbol al igual que el resto.

5 segundos de miedo.

Todo volvió a su normalidad, a como si nunca hubiera ocurrido nada.

—¿Están bien? —se atrevió a preguntar Jake, acercándose a los demás.

Ellos asintieron y se levantaron del suelo, al cual habían caído cuando el terremoto paró.

—Sí, lo estamos —aseguró Cole al estar completamente de pie.

—Bueno, ya estamos seguros que eso ocurre cada cinco horas —comentó Jake—. Ahora la cosa es que no podremos hacer nada hoy, si mal no recuerdo, este lugar se vuelve mucho más peligroso de noche, pero, por lo menos, los terremotos paran.

—¿Y estamos seguros de eso? —bramó Sharon—. Si mal no recuerdo, tú no recordabas ninguna de las funciones de este lugar.

Jake clavó su mirada en la rubia, cerró los ojos con fuerza y volvió a verla.

—Estoy seguro —no dijo nada más y empezó a adentrarse a los grandes árboles.

—Espera. ¿A dónde vas? —preguntó Cole confuso.

—A buscar cosas para dormir —contestó impasible.

Cole observó rápidamente a las chicas que solo veían como Jake se perdía en el bosque, estas le devolvieron la mirada a Cole, quien también empezó a caminar tras el rubio.

Las chicas se levantaron y corrieron tras ellos.

El sol aún no se había puesto, por lo que le pareció buena idea a Jake buscar cosas para dormir un poco más tranquilo, se dio cuenta que tenía compañía por lo que se mantuvo tranquilo, sin mostrar mucha emoción, como lo había hecho desde que llegó.

—¿Qué se supone que buscarás? —preguntó Cole mientras llegaba cerca de Jake.

Sharon y Eliza quedaron a no muchos metros lejos de ellos, que mientras hablaban —o mejor dicho, solo Cole le hablaba—, ellas iban sin despegarse la una de la otra.

Sharon detallaba el lugar mientras que Eliza se encontraba navegando dentro de su mente, absorta a la realidad.

—... ¿no crees?

—¿Eh? —preguntó Eliza, mientras pestañaba volviendo a la realidad.

—Que estamos en un lugar que nos quiere devorar, pero aun así su belleza es magnífica.

—Sí, de hecho estoy empezando a creer que el infierno tiene belleza a su alrededor, porque este lugar parece uno, pero no da nada de miedo el detallarlo.

Sharon la notó extraña, un poco tensa o, por lo menos, un poco más de lo normal.

—¿Estás bien?

Hubo unos segundos de silencio que Eliza rompió.

—No, no lo estoy.

—Lo sé, quién podría estar bien en una situación así —rió entre dientes—. Pero no lo sé, te siento diferente, es por tu hermana, ¿cierto? —indagó.

—Tengo que encontrarla —dijo mientras asentía—. Tengo que insistirle a ese chico para encontrarla.

—¿Aún no te das cuenta?

Eliza giró hacia ella y frunció el ceño.

—¿De qué?

—Él lo menos que quiere es ayudarnos, Eliza. No lo hará, lo sé.

—¿Cómo puedes estar tan segura? No lo conocemos .

—Exactamente por eso —insistió—. No lo conocemos, nos metió aquí, no ha hablado para más que explicar que nos quieren matar y no se ha esforzado por decir algo más, ¿quien dice que quiere ayudarnos?

Eliza lo pensó por unos segundos pero negó con la cabeza.

—Igual tengo que encontrar a mi hermana, de alguna manera.

La rubia la observó con preocupación y Eliza lo notó.

Eliza se soltó del agarre de la australiana y empezó a detallar a su alrededor, Sharon también se quedó junto a ella mientras los chicos seguían su rumbo.

—Sigamos, no los podemos perder de vista.

Ella desvío su vista a Sharon quien la veía extrañada.

—Tengo que encontrarla —repitió para sí misma.

De un segundo a otro Eliza empezó a correr por el lado contrario que llevaban los chicos, introduciéndose cada vez más por el denso bosque.

—¡Eliza, no!

Los chicos escucharon el ruido de Sharon y se devolvieron rápidamente.

—¿Qué pasa? —preguntó Jake agitado.

—¿Y Eliza? —preguntó está vez Cole.

La respiración de Sharon empezó a acelerarse, Cole lo notó y camino hasta ella acunando su cabeza con sus manos.

—Respira profundo, Shina —le pidió su novio—. ¿Dónde está Eliza?

—Ella... ella se fue corriendo —gimoteó.

—¿Qué? ¿A dónde? —siguió preguntando.

—No lo sé... dijo... ella dijo que tenía que encontrar a su hermana, traté de detenerla pero se fue —tomó una gran bocana de aire y cerró los ojos por un segundo.

—¿Se fue? —preguntó Jake, perplejo.

Ella solo asintió rápidamente a punto de llorar.

—No pude detenerla —dijo entre sollozos.

—No, amor, no es tu culpa —trató de calmarla Cole—. Ella estará bien.

Jake sabía que el chico lo decía solo para calmarla, porque como él antes había dicho: ese gran bosque, de noche, era peligroso.

—Hay que ir a buscarla —pidió ella

—No podemos —respondió Jake.

—¡Claro que podemos!

—¡No podemos! ¡Acaba de firmar su acta de muerte sumergiéndose a ese lugar a esta hora! —declaró Jake.

—¡¿Dejarás que muera?! —preguntó histérica.

—¡Paren de una vez! —rogó Cole—, encontraremos la manera de llegar a ella.

Jake negó

—¡Ya he dicho que este lugar es muy peligroso de noche! —exclamó el rubio—. ¡Si van tras ella, solo lograrán que los asesinen a ustedes también!

Al escuchar las últimas palabras del rubio los ojos de Sharon empezaron a cristalizarse y dejar caer las lágrimas.

—Es mi culpa —soltó—. La he matado.

—No lo es y tú lo sabes bien —la llevó a su pecho y la rodeó con sus brazos—. Ella estará bien, mañana la buscaremos y la encontraremos con vida.

Sharon no paraba de llorar, era seguro que nada de lo que fueran a decir ayudaría en algo, solo apretaba a su novio con toda su fuerza tratando de buscar algo de calma, que parecía no querer llegar.

—Tenemos que irnos —los llamó Jake—. Ya está por anochecer por completo.

—Sí, cariño, él tiene razón —susurro Cole a Sharon—. Te prometo que mañana la buscaremos.

Ella dirigió su vista a Cole, quien a pesar de notarse serio se lograba ver la preocupación en su rostro.

Sharon asintió no muy convencida, aún no confiaba en aquel chico, pero no le quedaba de otra que tratar de fingir que sí.

Había que encontrar a Eliza lo antes posible, pero también corrían el riesgo de morir en el intento.

Un riesgo que Cole y Eliza estaban dispuestos a correr

Pero un riesgo que Jake no se quería ni imaginar. Lo menos que deseaba era morir en su propio juego.

Cuidado con caer [Libro 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora