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Una muerte.

¿Cómo sobrellevas la muerte de un ser querido?

¿Qué es lo que sigue?

¿Enfrentar el dolor?

¿Vivir como si nada hubiera pasado?

¿Llorar desconsoladamente sin ganas de moverte?

Cinco fases del duelo. Según la psicóloga, había que pasar por cinco etapas, una tras otra hasta llegar a la que te abriría los ojos y te dejaría salir adelante. O por lo menos, fingir que sea así.

Negación.

Ira.

Negociacion.

Depresión.

Aceptación.

Incluso para personas como Danica. Quien al ver a su hermana cerrando los ojos, las lágrimas brotaron de ella desesperadamente y agachó su cabeza hasta la de su hermana, quien yacía en sus piernas.

—Lo siento —se lamentó entre sollozos—. No supe cómo salvarte.

Sus manos se situaron al rededor del torso de la mayor mientras su cabeza seguía tocando la de ella.

Pasaron unos segundos de sollozos y lamentos cuando sintió unas grandes y fuertes manos cayendo lentamente sobre sus hombros.

—Está... no, ella no está muerta. Ella no...

—Lo siento —susurró el chico.

—¡No! —negó. No podía permitirse creerlo. Su hermana no podía haberse ido.

No podía haberla dejado.

De un segundo a otro, el cuerpo sin vida empezó a desvanecerse, las frías piernas se deshacían con los segundos mientras llegaba al torso y luego la cabeza, convirtiéndose en el mismo polvo dorado que atacó a los Imantes al comienzo.

Danica se levantó rápidamente y quedó observando el sitio en el que, segundos antes, el cuerpo de su hermana se encontraba tirado.

Si antes creía que odiaba al juego entonces claramente no había sentido esa rabia imposible de soltar en su interior. Su deseo de justicia aumentaba con el paso de los segundos, algo que la cegaba por completo.

—¡Joder! —gritó, sentía demasiadas ganas de pagar toda su ira con alguien, cualquier cosa. Su sangre hervía.

Necesitaba acabar con ese juego de una vez por todas.

—Danica, escúchame. —Gregg la tomó de los hombros en cuanto notó su estado—. Duele, lo entiendo. Pero tenemos que seguir.

—¡Déjame en paz! —trató de zafarse, pero él la tomó más fuerte.

—¡Es de verdad! ¡Así no lograremos nada! —tragó saliva—. Eso no era lo que Eliza quería, ¿verdad?

Al escuchar el nombre de su hermana, toda esa ira que traía consigo desapareció. Se sintió débil y rota.

No pudo evitar pensar en qué habría pasado si hubiera sido ella.

—Yo... ella podía haber enfrentado todo esto mejor si hubiera sido yo —se lamentó, vio inútil tratar de seguirlo guardando todo—. Tenía que haber sido yo, Gregg. Ella tiene un futuro con su hija que nadie le podía quitar, yo... yo no tengo nada, no hago nada, no me divierto en nada. Yo era perfecta para morir, no ella.

—No digas eso. —trató de hablar pero ella no lo dejó.

—Soy una egoísta, me lo dijo muchas veces y no quise creerle. Y mira —sollozo—. Terminé provocando su muerte.

Cuidado con caer [Libro 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora