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El tiempo corría, los segundos volviéndose minutos, horas... pero ninguno de los tres chicos varados se había atrevido a salir de la cueva a inspeccionar algún peligro.

La comodidad en el gran lugar les había ganado, ninguno quiso irse.

—Hay que encontrar a ese chico y hacer que hable.

Las hermanas asintieron de acuerdo

—Ya debemos irnos —propuso Danica mientras se levantaba del suelo en el que los tres yacian—. Este lugar no me da buena espina.

Eliza y Gregg siguieron sus pasos y se levantaron del suelo para empezar a caminar a la salida. Se apresuraron en llegar al enorme lugar abierto.

Para su desgracia, antes de llegar un terremoto los tomó por sorpresa. Gregg se lanzó hacia las hermanas y las llevó a un conjunto de piedras para protegerse.

Fue tan fuerte que logró hacer que unas grandes rocas que se encontraban en la parte superior de la cueva, cayera impactando contra la salida.

—¡¿Esto es una jodida broma?! —bramó la hermana menor, saliendo del escondite al acabar las sacudidas.

Danica corrió hacia el lugar de las rocas y quedó observando las piedras que le obstruian el paso, con todo su enojo.

Gregg caminó hasta ella, con precaución a las rocas que podían desprenderse de la parte de arriba en algún momento.

—Danica, tranquila —le pidió su hermana, quien seguía en el escondite.

—Buscaremos alguna manera de salir —aseguró Gregg—. Ahora solo tenemos que volver...

—¡No me importa si una piedra cae! —le interrumpió—. ¡Ahora mismo es lo que más deseo!

—¡Hazme caso una sola vez en tu vida y volvamos! —le exigió Gregg con el mismo tono.

El pecho de Danica subía y bajaba con rapidez, su rabia hacia aquel lugar cada vez iba en aumento. Bramó con desespero y dirigió su mirada al chico que no le quitaba la vista de encima.

Abrió la boca para contestar pero algo la interrumpió.

De repente una mancha blanca apareció en el suelo, empezando a esparcirse y formando un gran cuadro bajo los pies de Danica y Gregg. El chico también observó con atención lo que ocurría y, antes de tan solo pensar en correr, el cuadro se elevó, formando unas paredes a sus costados.

Una clase de cuadrado completamente blanco se encontraba a su alrededor.

—¿Qué demonios?

—Eliza... ¡Eliza! —gritó Danica al darse cuenta que su hermana no estaba a su lado—, ¡¿Eliza, dónde estás?!

Repentinamente, en un pequeño cuadro de una de las esquinas de la gran caja, apareció la vista a la cueva, en donde Eliza se acercaba.

Allí se dio cuenta de que no era un cuadro, si no un agujero por el que podía pasar.

Por lo que lograron observar, la caja blanca flotaba a unos cuantos metros de la superficie de la cueva.

Eliza caminaba con pasos precavidos hacia el agujero que allí se encontraba, estaba demasiado alto como para subir sin ayuda.

Danica decidió salir de allí. A pasos rápidos caminó hasta la pequeña salida, pero al tratar de sacar su mano derecha una gran corriente eléctrica la tomo desprevenida.

—¡Agh!

Gregg se apresuró a caminar hasta ella y le tomó la mano que recibió el impacto.

—¿Estás bien?

Cuidado con caer [Libro 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora