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—Lo siento.

—No, no lo haces.

La chica ni siquiera corrió, tan solo se dejó caer de rodillas mientras sollozaba y escuchaba el sonido de aquella risa maléfica que le erizaba la piel y le hacía temblar las manos con miedo. Uno tan grande que ni siquiera cabía sobre su pecho.

—¿Te sientes culpable? —esa voz volvió, se escuchaba tan lejana pero tan cercana a la vez—. Culpable es poco. ¡Me asesinaste, Danica!

Se derrumbó, no lo soportó. Sus lágrimas salieron mientras la culpa la carcomía, sintiéndose pequeña e inútil.

La voz de su hermana siguió gritándole, rompiendo sus cuerdas vocales contra ella, era horrible.

Pero entonces… despertó.

De un sobresalto terminó sentada en la cama, observando a su alrededor, dándose cuenta que ese sueño —o, mejor dicho, pesadilla—, le había atacado de nuevo. Como casi todas las noches vio a su hermana furiosa con ella. Quiso tratar de restarle importancia, como ya se había vuelto costumbre, y buscó la hora en la mesita a su lado.

Demonios, eran las 9:34AM. Ya su madre debía de haberse ido a trabajar hace más de hora y media.

Se levantó de la cama casi de inmediato, sin saber qué habría pasado con la pequeña Lia. ¿Le habría dicho a Danica para cuidar a la niña y ella se habría vuelto a dormir? Vamos, esperaba que no. Qué podría estarle pasando a la bebé si ese era el caso.

Ni siquiera midió su impulso, lo único que hizo fue salir de su habitación y correr a la de Lia. No esperó nada, solo abrió la puerta tan veloz que la persona dentro se sobresaltó.

O, mejor dicho, las personas.

La niña vio con una mueca divertida a la chica recién levantada. Danica, por su parte, no paraba de observar a la persona que sostenía de ella por los brazos. Lia estaba sobre sus piernas.

Gregg.

—¿Recién despierta? —preguntó él a pesar de lo obvio. Una pequeña sonrisa se fue formando en su rostro sin despegar la vista de Danica.

O mejor dicho, en la ropa de traía consigo.

Una enorme camisa que llegaba hasta mucho más abajo de sus caderas era aguantada por sus hombros y unos shorts apenas visibles en sus caderas. A Gregg le fue un poco imposible quitar la vista de ella.

Danica lo notó, pero solo rodó los ojos y caminó hasta Lia, haciendo que Gregg también observara a la pequeña.

—¿Qué haces aquí? —trató de no sonar tan hostil.

—Tu madre me ha llamado. —admitió él en cuanto Danica quitó a la niña de sus brazos—. Dijo que necesitaba de una niñera con urgencia ya que no quería despertarte.

Tal vez era porque Danica se había dormido muy tarde anoche gracias a llegar a altas horas por su trabajo.

—¿Y te llamó a ti? —a pesar de que no era su intención, sonó bastante incrédula.

—Aunque no lo creas, sé cuidar de mi hija.

—Sí, pero mamá no sabe que Lia es tu hija. —ella negó, empezando a caminar hacia la salida.

Lia estaba empezando a pesar un montón.

—¿Es necesario seguirla cargando? Ya sabe caminar, Danica.

—No tienes que decírmelo. Lo sé.

Últimamente Gregg y Danica pasaban mucho tiempo juntos, claro que con la excusa de cuidar a Lia. Aunque Gregg lo hacía un poco más que por eso.

Cuidado con caer [Libro 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora