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El día iluminaba de maravilla.

Se podría decir que era lo único bueno de ese lugar.

Los Imantes junto con Eliza se encontraban en una gran y espaciosa cueva, donde habían pasado la noche, en la cual, nadie pronunció nada importante.

Danica aún no sabía de dónde se conocían su hermana y el insoportable chico que no la dejaba en paz, aunque, desde que Eliza apareció, Gregg había parado de hablarle más que para lo necesario.

Gregg y Eliza tampoco habían hablado casi, la tensión era muy notable entre ellos.

—Entonces... ¿estamos dentro de Wrengel? —preguntó Danica y su hermana asintió—. Te lo dije.

Gregg entornó los ojos en su dirección pero no tardó en volver a ver a Eliza.

—Pero, ¿hay alguna manera de salir? —preguntó él.

—Lo único que sé es que hay que vencer a Miss Jane, todo sería mejor con la ayuda de los Imantes pero, según ese chico, ellos aquí solo siguen órdenes de ella —se hundió de hombros.

Los dos chicos no le entendieron, ¿bajo el mando de Miss Jane? Lo que ellos sabían, es que ellos mismos lo eran.

—Bueno, eso no fue lo que aclaró el holograma de ella —dijo Gregg.

—¿Eh?

—¿Imantes no era el rango más alto? ¿La cosa esa que los jugadores buscaban obtener? ¿Los guardianes de la aldea? —preguntó la hermana menor.

Ella asintió aún sin entender.

—Nosotros somos los Imantes —aclaró el castaño—. Y estoy seguro de que no me controla nadie.

Eliza parpadeó sorprendida y negó un poco confusa.

—A ver, cuando ustedes ingresaron a este lugar, ¿qué ocurrió? —preguntó.

—Bueno, yo estaba en alguna clase de hoyo, y salí y un humo dorado me atrapó y me escupió en una caja blanca con miles de armas y un holograma de Jane no sé qué —trató de explicar rápidamente.

—Tambien, pero mejor explicado —dijo Danica—. El holograma dijo que nos habíamos ganado el puesto de Imantes, nos dejó elegir armas y nos dio un traje, que es, al parecer, irrompible.

—¿Entonces por qué nos dijo eso? —se preguntó extrañada—. Él debería saber lo que este juego hace, es extraño.

—¿Él te dijo su nombre?

Eliza negó.

—Nunca lo dijo —contestó la pregunta del castaño e hizo una mueca.

Un pequeño silencio se creó entre ellos, nadie supo qué más decir, nadie más que Danica.

—¿Ya me dirán de dónde se conocen? —preguntó inquieta.

Ellos compartieron miradas para luego ver a la chica que se moría por saber la historia, no dieron ninguna respuesta, al contrario, quedaron estáticos en sus puestos. Parecían incómodos. Danica pareció entender algo y asintió lentamente.

—Está bien —dijó mientras se levantaba de su lugar.

—¿A dónde vas? —preguntó su hermana.

—Necesito aire —contestó para, a continuación, marcharse sin decir una palabra más.

Le molestaba el hecho de que le estuvieran ocultando algo tan insignificante como la forma en la que se conocieron. No quería seguir estando allí.

Cuidado con caer [Libro 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora