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¿Dónde está Jane? —preguntó el pequeño de pelo rubio alborotado mientras buscaba su pelota de fútbol dentro de su armario—. Aprendí unas nuevas técnicas, estoy seguro que ahora no podrá vencerme.

Al encontrar la pelota sonrió y la tomó, de inmediato volteó a ver a su madre, quien recién había entrado a su habitación y había sido bombardeada de preguntas por el niño.

Pero al ver la expresión apagada de esta, él dejó de sonreír y se acercó a ella, dibutativo.

—¿Qué ocurrió mamá? ¿Y Jane?

Ella forzó una sonrisa y se sentó en la cama para tomar a su hijo de las manos. Fue ahí cuando el niño notó los ojos cristalizados de su madre. Por más que tratara de esconderlo, se le notaba rota.

—Ella... mi niño, ella se...—estaba buscando las palabras adecuadas—. Fue de viaje y...

—No —le interrumpió él con los ojos cristalizados al ir entendiendo lo que ocurría—. Mamá ya no soy un niño al que tienes que mentirle porque la verdad es mala, dime que ocurrió, ¿que le pasó a Jane?

Jane, su hermana, había sido hospitalizada el día anterior, pero no le quisieron decir el porqué. El sabía que ella sufría de cáncer, supuso que fue la razón.

Cómo odiaba que no le dijeran nada solo por su bien, según sus padres decían.

Ella lo observó unos pocos segundos para bajar la mirada y sollozar bajito.

—No lo logró, Jake, tu hermana acaba de fallecer. —sollozó.

Al saber la noticia, él se estaba preparando para jugar un partido de fútbol junto a ella, como siempre lo hacía luego de que la devolvieran del hospital, era una costumbre.

Pero ese día no ocurrió así, su madre llegó a su habitación con la peor expresión que en su vida había visto y supo lo que le ocurría, tenía catorce años cuando su hermana falleció.

Desde ese entonces empezó a encerrarse en su habitación, dejó de gustarle el fútbol, y nada en lo que tuviera que socializar le llamaba la atención, tenía constantes pesadillas de todos muriendo a causa de la misma enfermedad que le había arrebatado a Jane, su hermana.

Pero nunca había visto a nadie morir, ni siquiera a ella.

Ver a Cole siendo tragado por la tierra le hizo rememorar ese momento en el que se enteraba que su hermana había perdido la vida. El momento en que se convirtió en otra persona, para peor.

No sabía qué hacer, aún sostenía a Sharon, que parecía que iba a desmayarse en cualquier momento. Dada que su experiencia a la hora de consolar era completamente nula solo la miraba sin saber exactamente qué hacer.

Fue ahí cuando llegaron los Imantes. Primero fue Gregg quien observó a Sharon y apretó los labios para bajar y llegar a su altura.

—Joder, como lo siento. —ella lo observó unos segundos para lanzarse a sus brazos, necesitaba a alguien que la consolara y sabía que con Jake no lo conseguiría.

Y luego llegó Danica, con la misma expresión de Jake, nunca había tenido que consolar a alguien por lo que no supo qué hacer a continuación.

Danica en ese momento solo le pasaba por la mente el momento en el que su hermana cerraba sus ojos, sin vida. Sabía cual era el dolor por el que Sharon pasaba, lo sabía y la entendía.

—Yo... —trató de buscar alguna palabra mientras abría y cerraba la boca—. Lo siento.

Los sollozos de la rubia seguían, su cuerpo reposaba en el pecho de Gregg, quien con una de sus manos acariciaba su cabellera rubia y tenía su vista fija en la nada.

—Me han arrebatado al amor de mi vida —pronunció entre sollozos—. Me lo han quitado al frente de mis ojos. Se ha ido.

—Tenemos que seguir... —trató de hablar Jake pero el llanto de Sharon lo detuvo.

—¿Quién tomará mi mano ahora cuando tenga miedo? —gimoteó—. ¿Quién me calmará cuando me ataquen los nervios?

—Sharon...

—¡Lo perdí! ¡he perdido la única razón para seguir con vida!

—Sharon.

—¡Sin él no tengo nada!

Jake recordó lo que Cole le contó sobre ella, sobre su vida y su pasado, por lo que sabía, en pocas palabras, que ella estaba diciendo la verdad.

—¡Escúchame! —Gregg la tomó, con toda la suavidad posible, por los hombros, para parar y posar lentamente sus manos sobre sus mejillas—. Ahora estamos nosotros, ¿bien? no dejaremos que te ocurra nada, te cuidaremos, te lo prometo.

—Pero él...

—Él hubiera querido que siguieras tu camino, tu vida. —le interrumpió Gregg—. Ahora, Sharon, tenemos una misión que cumplir para poder salir de aquí de una vez por todas, ¿recuerdas lo que tú misma dijiste? Somos más peligrosos que todo este maldito lugar. —citó.

Ella agachó la cabeza y negó lentamente.

—Solo seguía por él, pero ya no puedo más.

—Claro que puedes, sé que puedes. Confío en ti.

Esas últimas palabras hicieron a Sharon levantar la cabeza de golpe para observar al chico, unos cuantos segundos y suspirar.

—Qué difícil debe de ser eso.

—¿Qué cosa?

—Confiar en alguien como yo.

—¿Alguien como...? —se cortó a si mismo y negó con la cabeza—. Te equivocas, confío plenamente en ti, eres una mujer fuerte capaz de salir adelante, yo lo sé, y tú también lo sabes.

Sharon quitó las manos de Gregg de su cara para empezar a limpiarse las lágrimas. Respiraba con un poco de dificultad debido a la congestión de su
nariz, pero no le prestó atención.

Danica y Jake —quienes solo miraban la escena—, se pusieron alertas ante cualquier movimiento de la rubia, no se veía en condiciones, por lo que había que tener mucho cuidado con ella.

Pero Sharon empezó a caminar, adentrarse al nuevo bosque que daba camino a la aldea. Sus lágrimas iban disminuyendo poco a poco y su vista cada vez se aclaraba más.

No le prestó atención a los llamados de alerta de los chicos trás ella, solo quería adentrarse al espeso bosque, quería respirar el aire de las hojas, quería observar a los alrededores...

—Sharon, ¿qué haces? —preguntó Jake mientras se acercaba con cautela a la rubia, ella no se inmutó ante su presencia.

Danica y Gregg también llegaron a su lado, alertas, ante cualquier cosa.

Pero ella solo daba un paso, de un lado a otro, lentamente, respirando por la boca profundamente y con los ojos cerrados.

Nadie se atrevió a hacer nada, parecía tan tranquila, relajada de algún modo...

Unos segundos después Sharon abrió los ojos y volteó hacía el resto, y con una mirada que nunca en su vida se le había visto en el rostro, dijo:

—Ya es hora de largarnos de este lugar del demonio de una vez por todas.

Cuidado con caer [Libro 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora