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Paredes blancas.

Piso blanco.

Luces completamente blancas.

¿Qué sitio era ese?

¿Estaba soñando?

Gregg se levantó del suelo, sus huesos estaban algo adoloridos por pasar tanto tiempo en él. Su mente trabajaba por entender dónde estaba y qué ocurría mientras el estallido de dolor en su cabeza aparecía.

Trató de encontrar algo conocido o alguien conocido. Recordaba perfectamente lo que había ocurrido minutos atrás y le buscaba alguna explicación.

En su cabeza solo pasaba el momento en el que la neblina dorada lo inundaba y el miedo reapareció.

—¡¿Hola?! —gritó agitado.

Parecía que estaba en un gran salón con suficiente espacio, claro que no sabía distinguir si era del todo cierto porque todo era completamente blanco.

Gregg se encontraba exactamente igual a como había dejado la habitación de su hermana, con sus zapatos deportivos, su camisa blanca, chaqueta negra y su jean. Su perfecto y peinado cabello castaño estaba un poco desordenado por haberse levantado del suelo tan bruscamente.

Su pecho empezó a moverse de manera agitada, el miedo lo había absorbido por completo, estaba quieto sin saber cómo moverse, apenas y sentía las piernas.

Un gran golpe en una de las paredes lo hizo sobresaltarse de su lugar, volteó hacia donde venía el ruido y se quedó allí observando con las cejas hundidas.

Luego otro golpe.

Y otro.

Y de repente una parte de la pared cayó junto con Danica.

Gregg se quedó observándola perplejo, y no completamente por el miedo.

—¡Demonios! —su voz era una mezcla de rudeza junto con algo de nerviosismo.

La chica se levantó tan rápido como pudo y observó el lugar, se logró notar como una pizca de decepción invadió su rostro, tal vez esperaba encontrar un lugar mejor. De pronto su mirada conectó con la del castaño y mantuvo su vista fija con la de él.

No dijeron nada, tan solo se veían detallandose el uno al otro.

La chica no cargaba ningún tipo de ropa extraña, solo un pantalón Capri, junto con una camiseta negra y chanclas. Su cabello que no era ni tan corto ni tan largo, completamente negro, sus ojos extravagantemente azules y su piel extrañamente pálida.

Ella abrió la boca en un intento de decir algo pero la misma neblina que los había arrastrando a donde sea que se encontraban los visitó de nuevo. Los dos chicos se pusieron alerta ante cualquier cosa.

La neblina pasó por donde estaban de pie, los rodeó por un instante y se detuvo frente a ellos. Ahora formaba un cuadro enorme como para que los dos pudieran verlo sin problemas.

Por arte de magia una figura apareció dentro del cuadro, como alguna clase de vídeo u holograma, era una mujer de no más de treinta y cinco años, con una perfecta cara perfilada, cabello rubio armado con un tipo de recogido elegante y un gran vestido blanco que abarcaba toda su piel desde la garganta hasta abajo, dejando a la vista nada más que su perfecta cara marcada y una parte de sus brazos.

Su sonrisa era brillante, su dentadura era perfecta, su nariz era perfilada, sus ojos azules y sus cejas pobladas.

—¡Bienvenidos sean a esta maravillosa tierra de Wrengel! —su entusiasmada y vibrante voz tenía algo que te hacía poner la piel de gallina—. ¡Ustedes han sido los afortunados en ganar el gran y privilegiado título de Imante!

Cuidado con caer [Libro 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora