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La extraña figura seguía allí tumbada en la pared con una sonrisa bastante grande que te podía poner los pelos de punta, con sus brazos cruzados y su cabeza un poco al frente.

Danica sacó rápidamente su arco y flecha para acomodarlos y apuntarle, a lo que él, al notarlo, negó divertido.

—No les haré nada —aseguró—. Solo los quiero ayudar.

Pero la chica no se inmutó y siguió amenazándolo con el arma.

El ser extraño se separó de la pared y caminó con pasos lentos hasta los Imantes con una sonrisa marcando unos lindos hoyuelos en su rostro.

—Verán, estoy de su lado —afirmó mientras seguía caminando hacia ellos, quienes no se movieron de su sitio al verlo dar unos cuantos pasos—. Miss Jane me desterró de su preciado pueblo, por lo que estoy completamente en su contra y de su... —los señaló—... lado.

Los Imantes observaban con gran desconfianza a la criatura que cada vez se les acercaba más, hasta que Danica se atrevió a hablar.

—¿Qué nos asegura que en serio quieres ayudarnos?

—Ustedes son los Imantes, cualquiera quisiera tener el honor de ayudarlos. —constestó seguro.

Ninguno de los chicos dijo ni hizo nada, por lo que el ser apodado Sarco, siguió:

—Además, tengo información útil para ustedes.

Pareció que con esas palabras fueron suficientes ya que Danica bajó el arma cuidadosamente mientras seguía observando a la extraña criatura frente a ella, Gregg, quien estaba a su lado, aún lo observaba con el ceño fruncido.

—¿Qué tipo de información? —preguntó esta vez el chico.

—La información necesaria para saber qué rayos hacen en este lugar y el porqué fueron traídos.

Eso alertó al dúo.

¿Sabía esa cosa que en realidad no son de allí?

—¿De qué estás hablando? —indagó Danica.

—Sé que no pertenecen a Wrengel —comentó tranquilo—. Sé que no son de este videojuego.

¿Cómo rayos el sabía eso?

Según lo poco que Gregg y Danica conocían de ese lugar, era que cada personaje se sentía como si en verdad fuera de verdad y no solo parte de un videojuego, pero, ¿y él qué?

Pero aun con las dudas, Danica caminó hasta él con cautela y lo observó, quedándose a unos escasos metros de distancia.

—A ver, habla —le exigió.

Sarco suspiró.

—No aquí —negó—. ¡Hay que ponernos cómodos!

Y como si esas palabras fueran mágicas, la sala dejó de mostrar la mesa de comida, para hacer aparecer un gran mueble color escarlata justo donde mismo antes yacía el objeto de madera.

—¡Vamos! ¡No sean tímidos! —Sarco caminó hacia el gran mueble para sentarse, acto seguido palmeó a su lado para indicar que se sentaran—, no tengo todo el día. Además, sé que les gustará esto que tengo que decirles.

Los Imantes dudaron en caminar hasta el ser extraño, ¿estaban haciendo lo correcto? es decir, a penas apareció, no podían brindarle toda la confianza cuando sabían perfectamente que este lugar nunca traía nada bueno, él no podía ser la excepción.

Danica fue la que decidió dar el primer pasó y sentarse a unos metros de Sarco, claro que sin haber bajado la guardia.

Gregg bufó, pero aun así la siguió y se sentó junto a ella, tenso y con el ceño fruncido. No confiaba para nada en él.

Cuidado con caer [Libro 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora