23 | 𝐑𝐄𝐄𝐍𝐂𝐀𝐑𝐍𝐄

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—¿Su majestad requería de mí? —Sovieshuu observó al anciano que llegó en atuendos viejos, la ceniza en su ropa no solo manchaba la tela, también manchaba sus manos y su rostro

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—¿Su majestad requería de mí? —Sovieshuu observó al anciano que llegó en atuendos viejos, la ceniza en su ropa no solo manchaba la tela, también manchaba sus manos y su rostro.
Éste anciano era alguien respetado en aquel palacio. Que su imagen no los engañe, su técnica para el manejo del hierro fundido era de admiración—. Estoy a su disposición ante cualquier cosa.

—Sí, así es. —respondió a la primera pregunta del herrero. Se levantó de su silla y extendió su mano a él. Dudo en estrechar su sucia mano con la del gran soberano, no sería capaz de hacerlo teniendo manchones de ceniza en ella—. Por Dios, no me deje en espera. ¿Acaso no sabe que rechazar un saludo de su majestad es de poca cortesía? —tenía una sonrisa en su rostro, eso hacía de sus palabras menos serias y también menos aterradoras. Después de todo, aceptó su mano—. Siéntese —pidió amablemente—, la charla que tendremos no será tan extensa, pero no deseo que usted se agote estando parado.

—Le aseguro que este viejo puede soportar el estar de pie por unas cuantas horas. —aseguró de manera que rechazó la silla con discreción—. Mi curiosidad me esta avejentado cada vez más, por favor, sea rápido y dígame que desea de mí.

—Una jaula. —respondió con simpleza. El herrero puso una mirada incrédula—. Es... Para un ave especial. Quiero decir, su tamaño es grande, quizás supere a la de un halcón.

—Esa ave... ¿Es su mascota?

—No. Es de propiedad de mi esposa. —contestó. El anciano sacó una libreta vieja de sus ropas, un lápiz de sus bolsillo eh inició a dibujar en ella—. Esta herida.

—Herida. —repitió intentando oír una vez más lo mismo del emperador.

—Así es, herida. —Sovieshuu se colocó de pie y caminó hasta su cama. De entre las almohadas buscaba algo, ¿Qué sería?, el herrero observaba todo eso con sorpresa. A su mente no dejaba de llegarle la misma duda: ¿su majestad siempre fue tan elocuente?—. Aquí estas. —oyó el ruido de un ave y pronto lo tuvo delante suyo. Era una hermosa especie de ave de plumaje dorado que lamentablemente tenía su ala herida—. Es ella. Reina. El ave que le regalé a mi esposa.

—Oh vaya. —si era un ave 'especial' porque su tamaño la hacía ver así—. La jaula que usted me esta pidiendo debe de ser bastante espaciosa para que el animal no vaya a sentirse incómodo en ella.

—Sí, que sea lo suficientemente grande y lo perfectamente pequeña para que se sienta cómoda y me sienta cómodo yo. —dejó a Reina o, para él mismo, a Félix sobre la mesa—. ¿Puedo dejarte este encargo en tus manos?

—Cuente conmigo y mis grandes dones.

—Esta bien. Contaré con usted para esto. —unos últimos detalles más determinaron y el herrero se retiró para cumplir con su nueva encomienda.
Sovieshuu miró al ave. Era gracioso su atuendo, su esposa hacía de ella su muñeco de juegos. Era gracioso—. Es algo cruel tenerte en esa jaula. —Heinrey miró la jaula y miró luego a su rey—. Al menos con esta nueva que te harán te sentirás más cómodo... cómoda... Diablos, ¿De qué sexo podrás ser?

❝𝐑𝐄𝐄𝐍𝐂𝐀𝐑𝐍𝐄 ────𝘁𝗵𝗲 𝗱𝗶𝘃𝗼𝗿𝗰𝗲𝗱 𝗲𝗺𝗽𝗿𝗲𝘀𝘀✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora