29 | 𝐑𝐄𝐄𝐍𝐂𝐀𝐑𝐍𝐄

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—Su majestad

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—Su majestad. —Laura atrasó su deber de preparar a la emperatriz solo porque se halló recolectando información de su primo paterno; aún sabía si sería una idea buena el decir todo de lo que ella estaba enterada a su soberana, puede que con soltar de más la lengua cometa el error más grande su vida: una pelea matrimonial.

Desde niña es espectadora de peleas así. Sus padres no eran discretos a la hora de estar discutiendo y tampoco eran considerados de no hacerse daño físicamente estando hasta delante de ella y sus hermanos. ¿Y si llegaba a pasar lo mismo entre la emperatriz y el emperador?, ¿Qué tal si esa pelea conduce a que de nuevo ellos sean dos personas completamente distantes? No quería que eso sucediera, mucho menos ahora que entendía que a la soberana le costaría salir sola luego de la pérdida de su adorada ave dorada.

—Laura. Llegas tarde. —esta era la primera vez que ella cometía un error así, no le importaba a Navier pasar por alto este error porque era el primero de ellos. Estaba dispuesta a perdonarla sin importar qué—. ¿Ocurrió algo en el camino hasta aquí que te tuvo entretenida?

—Bueno... —aún no se sentía segura de hablar con la verdad a ella. Aún no— ocurrió un accidente en uno de los pasillos con una de las chicas que recién llegó al palacio. La ayudé y puede que halla perdido la noción del tiempo.

—Ya veo. —a la rubia le pareció una pérdida de tiempo muy bien tomada, sabía que su dama de honor era una jovencita que le daba a mano a cualquiera que necesitará de ayuda. Es lo que la hacía especial de entre tantas—. Entonces, no tienes porqué estar nerviosa. No voy a castigarte solo por eso.

—Se lo agradezco, mi señora.

—Ahora ven y ayudame. —dijo esta vez la condesa—. Debemos de preparar a la soberana para una reunión importante y no tengo las suficientes manos para alistar su cabello.

Sin mediar palabra se acercó hasta donde su señora y empezó ella a desenredar su cabello dorado con un cepillo; era muy buena haciendo hermosos peinados y por ese motivo es que ella se encargó de hacer en Navier el peinado más elegante y atractivo.

—Puedo preguntar, ¿Para qué está alistandose, mí señora? —indagó.

—Me llegó un informe de mi esposo. —comentó antes de responder—. Llegó un invitado especial, el representante de Occidente.

—¿Representante? —decidió actuar como si no supiera del tema, pero ella lo sabía muy bien. Se estaba sintiendo tan acorralada, tenía la corazonada de que tarde o temprano la emperatriz se levantaría y le gritaría en su rostro que era una traidora por guardar un secreto con información muy importante de ella—. Ya veo. ¿Y usted sabes...de quién se trata?

—Solo sé que no se trata del príncipe. —contestó. Claro que no, era algo que dejaba más en calma a la emperatriz ¿Pero hasta cuándo?, ¿Qué pensará ella cuando vea a la señorita que vino en representación de Occidente?, ¿Qué pensará el imperio entero? Las informaciones completamente erróneas son una maldita plaga eh intentarán sacar provecho de esto eh infundir ideas tan estúpidas en las cabezas de todos los ciudadanos...más importante, en la soberana—. ¿Debería de llevar puesto los pendientes de rubí que mi esposo me regaló la semana pasada?

❝𝐑𝐄𝐄𝐍𝐂𝐀𝐑𝐍𝐄 ────𝘁𝗵𝗲 𝗱𝗶𝘃𝗼𝗿𝗰𝗲𝗱 𝗲𝗺𝗽𝗿𝗲𝘀𝘀✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora