𝟐𝟏

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Sábado, 6:00 p

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Sábado, 6:00 p.m.

—No —dijo rechazando la opción de camisa que sacó de su armario, arrojando la prenda por encima de su cabeza directo a la cama. Continuó su búsqueda deslizando los ganchos con más camisas de diferente color, diseño y marca; entre la gran variedad tomó otra de color rojo que analizó con recelo del cuello hasta el borde—. ¡No!

El resultado de las cinco camisas que contempló como posibles opciones terminó siendo el mismo. Una pequeña montaña de camisas yacía en su cama, arrugadas y encimadas arruinando el perfecto planchado. El azabache se paseó por el reducido espacio de la cama a la puerta del armario, con una mano en la cintura y la otra peinando su cabellera en señal de desesperación. Después de ducharse se dio a la tarea de seleccionar la ropa que utilizaría en la cena a la que fue obligado a asistir, la falta de ánimos y disposición por ir le jugaron en contra imposibilitándole decidirse por alguna vestimenta. No quería que pareciera que se había arreglado demasiado, como si el evento significara algo importante para él; pero tampoco quería dar la impresión de que le daba igual estar ahí, aunque esa fuese la realidad. Irritado, retomó la misión de encontrar ropa adecuada antes de que se le hiciera más tarde.

—Esto no sirve —descartó una camisa gris con un diseño casi idéntico a todas las demás—. Esto es demasiado casual —pasó el gancho con la playera de manga corta colgada—. Ésta ya ni siquiera me queda...

"El color es horrible."

"Se ve muy elegante."

"No quiero usar ésta."

"Ya la utilicé antes."

Levi, inconscientemente, sabía que su sarta de pretextos y excusas sin sentido se debían a que intentaba ganar tiempo, retrasar la situación lo más que pudiese y, si fuera posible, evitar asistir a esa cena que sellaría su futuro.

—¡No, maldición, nada de esto está bien! —bramó furioso, cansado e indispuesto a seguir buscando. Corrió la puerta del armario con suficiente fuerza para que ésta rebotara contra la pared y se deslizara dejando un hueco abierto. Recargó los puños contra la puerta inclinándose al frente, dejando escapar un suspiro pesado—. Nada está bien —reafirmo, esta vez sin referirse a la ropa

Permaneció lamentándose en esa posición, sintiendo como sus brazos temblaban y las uñas se clavaban en la piel de sus palmas por la presión con que comprimía los puños. Los músculos de su espalda desnuda se tensaron al grado de marcarse con extrema precisión, resaltando las horas de entrenamiento y gimnasio en las cuales desahogaba un mínimo porcentaje de todas las emociones que lo consumían. Una tensión similar se apoderó de su cuerpo entero, cubierto únicamente por una toalla blanca alrededor de su cintura, llegando hasta la planta de sus pies. Endureció la mandíbula apretando los dientes al punto de producir un chirrido desagradable con ellos. Sentía que explotaría si no se controlaba. Sabía que tenía que respirar, pero su cuerpo no lo obedecía y continuaba conteniendo el aire presionando sus pulmones. Las venas a los costados de su cuello comenzaban a tensarse como las cuerdas de una guitarra, más y más con cada segundo que transcurría sin liberar la presión que ejercía sobre él mismo.

𝐘𝐨𝐮 𝐎𝐧𝐥𝐲 𝐘𝐨𝐮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora