𝟑𝟎

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Farlan no podía detener el incesante movimiento de su talón derecho golpeando el suelo rítmicamente mientras aguardaba el pedido frente a la barra de la cafetería

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Farlan no podía detener el incesante movimiento de su talón derecho golpeando el suelo rítmicamente mientras aguardaba el pedido frente a la barra de la cafetería. No entendía porque actuaba de esa forma, generalmente era alguien paciente, sin embargo, la tardanza con que preparaban los cafés lo hacía llegar a un punto de desesperación que solo veía en otros cuando buscaban su dosis de cafeína antes del trabajo. Con las manos en los bolsillos, volteó la mirada directo a la entrada del local comprobando que Petra siguiese esperándolo. A través de las pequeñas ventanas en la puerta pudo verla estática justo a un costado de la entrada, observando el ambiente mientras el viento mecía su cabello.

Suspiró sintiendo que estaba loco. Se suponía que fue a esa empresa con un propósito claro, ahora compraba café impaciente por volver con ella.

—¡Farlan!

Sus sentidos se pusieron alerta cuando escuchó su nombre siendo llamado con insistencia. Rápidamente volvió la mirada a la barra descubriendo al empleado con sus dos cafés listos.

—Lo siento —se avergonzó por estar distraído—. Muchas gracias

Farlan se aproximó a la puerta abriendo con el costado del cuerpo, procurando no derramar las bebidas. Su desconcierto se reflejó en cada centímetro de su rostro al mirar en todas direcciones buscando a Petra, hace tan solo un segundo la había visto. Un sentimiento de preocupación quiso crecer en su pecho, sin embargo, éste se detuvo en cuanto descubrió a la pelirroja en la esquina de la calle, inclinada a la altura del pequeño niño con el que conversaba. Farlan se acercó alcanzando a oír la plática y advirtiendo de su presencia a ambos.

—Perdón, no quise interrumpir —se excusó apenado al provocar un cambio en el ambiente

—Está bien, Farlan —dijo Petra sonriéndole—. Solo le compraba unos dulces a este pequeño. Entonces, ¿Si compró un dulce podrás comprar una de las libretas que necesitas?

—Sí, señorita

—Mh —sostuvo su barbilla contemplando el caramelo en su mano, luego la caja repleta del niño—. Muy bien, dame todos

—¡¿En serio?! —gritó emocionado—. ¡Gracias, señorita!

El intercambio no tardó en hacerse, el niño le entregó la caja de caramelos a Petra y ella tomó dinero de su bolso añadiendo un extra. Antes de entregárselo lo aparto de manos del niño y aclaró:

—Pero, debes prometerme que irás a la escuela y obtendrás las mejores calificaciones

—¡Lo prometo! —respondió el pequeño extendiendo su meñique

Petra entrelazó sus dedos sin parar de sonreír. Finalmente el niño se marchó dándole las gracias en voz alta.

Farlan no paraba de observar a Petra sonriendo aunque el niño ya no estuviese cerca. Su sonrisa lo contagió.

𝐘𝐨𝐮 𝐎𝐧𝐥𝐲 𝐘𝐨𝐮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora