✴ Capítulo 50 ✴

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Su mente era la más traicionera, a esa conclusión había llegado hace un par de días. No importaba si trataba de pensar en otra cosa, si imaginaba momentos bellos, una vida llena de seguridad y amor en un lugar en el que no sintiera que era visto por los demás, en la que era juzgado y rechazado sin que piensen en sus sentimientos, sin que se pusiesen un segundo en su lugar. Era algún lugar en su mente la que  se volvía responsable de transformar aquellos pensamientos más retorcidos, la que los daba vuelta y le decía que jamás podría lograr algo como ello, siempre encontrando la forma de hacerlo sentir lo más inseguro y miserable posible.

Sin embargo, en ese momento era diferente. La sensación de los labios de Erick aún se sentía fresca, sus propios belfos aún hormigueaban por el contacto. Quizás fue por eso que aquel pensar dañino e intrusivo no había podido infiltrarse a su mente, solo pudiendo disfrutar de lo que había pasado hace unos instantes. Sonriendo porque se sentía un poco más feliz, porque sentía como abejitas revoloteaban en su estómago.

Era el efecto que podría lograr solo Erick, algo que se intensificó al momento de verlo entrar nuevamente a la habitación. Era tan precioso, aquello fue lo que pensó cuando lo vio cerrar la puerta y caminar hacia él. Aquellos shorts y remera blanca, aunque fuera algo de lo más simple, lograba que se viera espectacular en su cuerpo. Como si se tratara una tela de alta costura, lista para ser modelada en la más prestigiosa pasarela, era como lucía esas prendas. Era como todo un verdadero modelo.

No pudo apartar la vista de aquel rostro, aún cuando Erick ya se había posicionado a su lado, mirándolo con aquella sonrisa preciosa que dejaba ver sus dientes y el pequeño hoyuelo en una de sus mejillas. Escuchó la risita que soltó, aunque se deleitó con aquel sonido hermoso, no pudo dejar de prestarle atención a su rostro. Quizás se veía ambobado, quizás y hasta parecía que en cualquier momento dejaría que la saliva saliera de su boca, pero eso no importaba cuando tenía ese rostro en frente de sus ojos.

—Eres precioso. —. No dudó en soltar, siendo consciente de que los ojos del menor se habían estrechado por el cumplido. Le hacía sentir contento recibir aquellas palabras, lo sabía bien.

—Oh, sé que lo piensas. —. Pronunció en forma de burla, realmente enternecido por la manera en la que la expresión se mostraba tan concentrada dibujada en el rostro contrario. No esperó que Joel se mantuviera con la misma expresión, sin ser afectado por su comentario, sin demostrar sonrojo o vergüenza alguna, sin embargo no se quejó de ello cuando tenía aquellos ojos avellanados tan atentos a él. Dejaría que Joel se embobara todo lo que quisiera con su imagen, era bastante feliz de hecho con eso.

—Muy precioso. —. Aquel susurro fue difícil de procesar para él, puesto que el mayor no le dio tiempo de hacerlo ya que lo atrajo desde la nuca para juntar otra vez sus labios. Fue una acción rápida, sin embargo Joel era lo más suave y cuidadoso posible al estar en contacto con su boca. Al principio se había mantenido quieto, pues si no había podido procesar sus palabras, mucho menos podía hacerlo con el hecho de que ahora se estuvieran besando, no obstante, a los cuantos segundos pudo seguir los movimientos suaves, siguiendo un ritmo constante y calmado.

Besarse era como un deleite para ellos, solo dejaban que su cuerpo los guiase, soltándose, destensándose y dejándose llevar por aquellas sensaciones embriagadoras. Aunque en ningún momento dejaban de pensar en el disfrute del otro, era como automático, se aseguraban de que los dos estuviesen pasando un buen momento.

Sus labios se movían al compás, estaban sintiendo el momento como lo más bonito y tranquilizador que les pudo haber pasado en ese día tan agitado, por llamarlo de alguna manera. Joel seguía con la mano en la nuca del otro, sumando la otra para acariciar aquella parte y parte del cabello que descansaba ahí. Las caricias solo provocando que el menor sintiera un cosquilleo, como si fuese una zona un poco sensible al estímulo. Sus manos, por el contrario, se encontraban apoyadas en la cama, realmente no sabía mucho que hacer con ellas, solo dejándolas en la superficie acolchada.

Incorrecto. | Joerick |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora