✴ Capítulo 48 ✴

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El tiempo pasaba y ellos sólo podían aferrarse al otro como si fuese que dependían de sus cuerpos juntos para poder vivir, pero en este caso era que necesitaban sentirse para no derrumbarse y abandonarlo todo. Erick pensaba que el otro era tan fuerte, pues el que su madre fuese la protagonista que provocaba el sentir tan lamentoso en él era algo que impactaba y hacía que sentiese el mismo rechazo hacía ella. No había manera de que la mirara de la misma forma después de tanto.

—¡Joel, ven a buscar la comida!—. Fue el grito de su madre que los alertó, el nombrado apretando con aún más fuerza la camisa entre sus dedos. No quería bajar, no quería tener que encontrarse con aquel rostro que ahora le era irreconocible.

Negaba varias veces con su cabeza, sin tener la menor intención de soltar al menor. Éste se apartó sólo un poco, mirando los ojos cerrados con fuerza del otro, sintiéndose pésimo por ello. Le tenía tanto miedo. Negó también, llevando una de sus manos a la mejilla del otro, limpiando las lágrimas que no dejaban de deslizarse por la piel.

—No, no, tú no irás. —. Trató de reconfortar, su corazón dolía demasiado al verlo tan débil en aquel momento. Como si todas sus fuerzas hubiesen sido arrebatadas, como si su seguridad ya no existiera para nada. —No te preocupes, bebé.

Besó su frente por unos momentos, escuchando el quejido que soltaba el mayor entre sus brazos.

—No quiero que vayas. —. El susurro débil se escuchó entrecortado, aún mantenía sus ojos cerrados con temor.

—Será rápido, te lo prometo. —. A pesar de sus intentos, Joel siguió negando. No quería para nada que el menor tuviese que enfrentar a la mujer, no quería que lo viese y le provocara la misma sensación aplastante que a él, que sentiese el mismo rechazo que una vez fue amor. —Me aseguraré de no tardar demasiado, sólo recogeré la comida y volveré, ¿Está bien?

No dejó de acariciar su mejilla, apartándose de a poco, tan lento que casi ni se sentía.

—Oye, mírame. —. Pidió con voz dulce y suave, levantando levemente el mentón ajeno, viendo como los ojos de Joel se iban abriendo al aceptar su petición. Sonrió dulcemente, sus ojos verdes reflejando puro amor a través de ellos, quería darle una imagen más estable a Joel para que se sintiera seguro dejándolo ir. —Estaré bien.—. Aseguró en un susurro, el mayor sólo manteniendo su vista en sus ojos. No estaba de acuerdo y eso era claro, sin embargo, Erick continuó alejándose de a poco, las manos que sostenían su camiseta se fueron aflorando a medida que lo hacía.

Dejó un suave beso en los labios de Joel, antes de separarse por completo. En este momento no le gustaba para nada dejarlo solo, aunque sean unos pocos segundos, pero era necesario si no quería que la mujer subiese hasta la habitación. Lo menos que necesitaba el mayor era verla, de eso estaba absolutamente seguro. Lo observó una vez más, alejándose de la cama, luego comenzando a acortar la poca distancia que lo alejaba de la puerta con pasos seguros, abriéndola solo un poco. Antes de salir por ella, echándole otro vistazo al cuerpo del otro sentado en la cama, como si quisiese corroborar que nada malo le estuviese sucediendo, como si quisiese expresarle sin necesidad de palabras que él estaría ahí, que no iba a pasar nada que fuese grave.

Contrario a la mirada que recibía de él, el marrón de sus ojos con un brillo que no dejaba transmitir otra cosa que necesidad, añoranza. Como si quisiera decirle que no importaba si su madre subiese los peldaños, si tocase la puerta, e incluso si la tuviera que ver una vez le abran, él solo quería que se mantuviera a su lado sin importar más nada. Pero Erick sabía que lo mejor sería bajar, por el bien de la estabilidad mental y emocional de la persona que amaba con locura, la misma que ahora se encontraba un poco atrofiada por todo lo pasado en estos meses.

Incorrecto. | Joerick |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora