✴ Capítulo 55 ✴

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Después de la partida del menor, Joel se concentró en limpiar aquello que habían utilizado para poder ordenarlo y guardarlo en su lugar correspondiente. Era una tarea que consideraba de pura dedicación, porque en ese tiempo llegó a tomarlo como un momento exclusivo para sí mismo. Un espacio para dispersarse y concentrarse, y le gustaba. Terminó con las manos mojadas, pero sintiéndose un poco más liviano. Caminó por la casa hasta dar con las escaleras, pensando que esta vez, con su estado de ánimo, no serían difíciles de subir. Era cierto, de hecho, que aquello influía casi completamente en el desempeño de cada una de las tareas que desarrollaría en el día, porque todo el tiempo era dependiente y además, consciente, de que dependía de un sentimiento negativo o afirmativo.

Subió cada uno de los peldaños y enfrentó la puerta de la habitación de Erick, entrando sin detenerse a pensar en mucho. Aunque esos pensamientos tenían toda la sinceridad del mundo puesta en ellos, cuando tenían la idea de que el lugar se sentía como suyo. Realmente no recuerda ni una sola vez en la que se haya sentido incómodo en ese espacio, puede que quizás fue simple y espontáneo para él, el acostumbrarse a la calidez rebosante que dejaba la presencia de Erick. El cuarto era distintivo justamente porque se podía apreciar que le pertenecía a él. Tampoco recuerda si una vez estuvo tan cómodo en su propia habitación, aunque de hecho, el ambiente de ningún otro lugar que haya visitado en el pasado fue igual o remotamente patecido.

Nunca tuvo un pensamiento negativo con respecto a dormir o pasar el tiempo ahí, era como si se sintiese totalmente bienvenido o como si hubiese sido diseñado para que ambos lo compartan. Definitivamente cada uno participó para que, al día de hoy, tuvieran la dicha de decir que era como si en realidad hubiesen compartido cuarto desde que nacieron.

Tenía el hábito de cerrar la puerta con pestillo desde algunas semanas, siendo enteramente consciente de que se había vuelto cuidadoso porque ya no quería exponerse a ningún otro riesgo. El colchón de la cama se hundió cuando él se recostó, haciéndole recordar que pasaba lo mismo en las películas de princesas que veía de pequeño, por lo que una risa se coló en medio del suspiro que estaba dejando salir.

Esta mañana en particular no tuvo sueño, lo que era extraño porque siempre se sentía adormecido al momento de entrar y sentir la calidez que desprendía la habitación. Estaba despierto y con sus ojos bien abiertos, enfocados en el techo. Las sábanas tocaban la piel que no estaba cubierta con la remera que tenía y eso le hacía sentir una sensación agradable porque era fresco. Los días se sentían fríos debido a que se encontraban en otoño, lo que, ciertamente, implicaba el preocuparse por si Erick llevaba el suficiente abrigo para salir en las mañanas. No podría dejar que fuera con tan sólo unas ropas primaverales a ningún lado, él incluso estaba dispuesto a esperarlo al finalizar el horario fuera de la universidad con un suéter y un bufanda a mano, aunque por suerte, esta vez sí se abrigó lo suficiente.

Le fue inevitable el hecho de pensar en todo un poco y también recordar, porque ahora no había ninguna tarea que pudiese mantenerlo distraído de los sucesos vividos. No estaba Erick para darle la habilidad de concentrarse únicamente en él, pero lo último que le dio antes de sumergirse, fue cuestionar cómo no permitir que todo se redujera a él cuando sentía que su existencia misma y lo que experimentaba en su vida, lo rodeaba. Estando con él, sentía la misma plenitud y felicidad que daba poder ver una luciérnaga en medio de una noche oscura. Y quería evitar esa sumergida tanto como quería dejar de ver a su madre, pero se contradecía al tener la idea de que quizás esos momentos de oscuridad eran necesarios para estrujar un poco más su corazón. Porque tenía que hacerlo, tenía que sentirlo.

Era totalmente justificable que sus escasos momentos de paz mental empezaran a ser atormentados por algo que estaba más allá de sí mismo, era la esencia repleta de realidad que dejaba el decir que sí, su madre le causa daño, pero también era su culpa por haberse enamorado de Erick. Puede que lo peor esté en que le da credibilidad a ese pensar, incluso hasta profundizando y dando vueltas en él. Porque todo radicaba en que si en un principio no hubiese pensado que Erick era tremendamente adorable, su madre no hubiese volteado a verlo dos veces. Nunca lo había hecho hasta darse cuenta de que algo más pasaba entre ellos. Y luego lo empeoró porque, en consecuente, lo notó y resaltó al ser llamativo, sintiéndose curioso por intentar descubrir cada rincón de lo que era, porque había caído en él con el deseo y la esperanza de ser atrapado por sus brazos.

Incorrecto. | Joerick |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora