Alma condenada

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El alba hizo acto de presencia, alzando lentamente en el horizonte al astro solar. La luz irradiante de vida y calor iluminó la villa y sus alrededores, avisando el inicio del día a día de los campesinos, que despertaron y comenzaron a rondar las calles, las cuales en la noche anterior parecían fantasmales: pronto todos sabrían lo acontecido en Lanza de roble, la otrora morada de sir Gail y su esposa e hijos estaban por sufrir ante la muerte de dicho caballero.

El guerrero despertó rodeado del bosque y sus animales diurnos. Ahora bajo la luz del amanecer se apreciaban las hayas conformando los alrededores y había también matorrales a nivel del suelo. El pelinegro yacía bajo una manta en el suelo con vista al cielo. A su alrededor los árboles temibles de la noche parecían ahora hombres escuálidos, porque carecían de hojas la mayoría, en esos momentos iniciaba el verano, pero todavía quedaban vestigios del invierno pasado, aunque ya no había nieve en ninguna región del Imperio.

Al quitarse la manta y levantarse, el asesino se desperezó, bostezando y estirando el cuerpo, luego hizo un calentamiento rápido para espabilar por completo. Obedeciendo al entrenamiento y la enseñanza de la orden de asesinos, él había dormido con toda su indumentaria puesta, menos las mantas del rostro, por capricho, ya que la experiencia le ha hecho saber que no hay problema de tener el rostro al aire, si no existe nadie que lo vea.

El espadachín se bajó la capucha, para que los rayos solares le calentaran mejor y caminó a un costado. Los cantos de aves y la actividad de animales diurnos se hacían notar en todo el bosque. El asesino miraba el piso, buscando, y dio con una cadena que tomó y jaló arriba. Los eslabones se estiraron, provocando el salto de hojas y polvo en el suelo, revelando un gran baúl enterrado. Dentro de esa caja de madera y hierro se encontraba todo lo que el guerrero oscuro necesitaba: comida, ropa y armas.

La orden de asesinos a la que sirve maquina desde hace siglos. Cada guerrero negro cuenta con un caballo silencioso del mismo color que su indumentaria, con el cual transportan los utensilios necesarios para su quehacer: el mejor escondite para los baúles es estar medio enterrado, cubierto de hojas y tierra para no ser visto.

El guerrero desayunó, recargó las dagas y demás armas usadas, realizó mantenimiento a la espada y listo para trabajar, decidió ir a la ciudad donde el señor feudal de esas tierras lo esperaba.

Caminando en el bosque, rememoró el encuentro bajo la luna dado el día de ayer, acontecimiento que le costó conciliar el sueño. Las palabras que ella le dijo parecieron rozar su alma, ocasionando que pensara.

— "... me pertenecerás" habla como si pronto estuviese a sus órdenes: eso jamás pasara.

En el Imperio no solo moran humanos. En toda su extensión habitan monstruos, Dragones, Trasgos, Brujas: todas esas criaturas de ensueño y fantasía moran en su interior. La Emperatriz tiene a su disposición a Cazadores de Brujas y Magos imperiales para hacer frente a esas bestias y peligros.

Como asesino, el pelinegro pocas veces ha confrontado a otro ser que no sea humano. Trasgos, Ogros, Troles, entre otras criaturas de porte humanoide o no tan colosales han caído por su acero: solo una vez confrontó a una Bruja.




La Bruja en cuestión estaba secuestrando a niños de una ciudad, cuyo lord era el empleador del asesino y por asares del día a día, él se encontró con la causante de los secuestros. En las afueras de una cueva se dio el combate contra la mujer, que valiéndose de la Magia, arrojaba esferas de fuego, llamaradas y proyectiles luminosos. Fue una batalla dura, pero aun con heridas manando sangre, el asesino logró decapitar a su oponente.

En las Garras de la BrujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora