Parlamento en la sala de los pilares

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Ojos color fuego se cruzaron con una mirada del tinte del azogue. La zurda esgrimiendo la espada tenía la muñeca atrapada, así que Lydia se valió del báculo coronado con una gema con forma de vela para alancear al pecho. El Brujo desapareció, esquivando la estocada y reapareció en menos de 1 segundo a 5 metros adelante.

La dama de celestes cabellos había pensado en usar ese Hechizo de traslación para seguir al ataque, pero había desistido de hacerlo.

Con que era él. —se dijo a sí misma, ya que conocía a ese Brujo.

Silvio descollaba más por el color de plata del cabello y la piel de ébano, que por sus ropajes en su mayoría ambarinos. Lydia conocía los nombres de los personajes llamativos en su gremio y también de ciertos datos de los mismos.

La asociación con Breindan fue el primer reporte llamativo de los recuerdos. La Bruja de las pieles había tenido a Silvio como amante y compañero por mucho tiempo. El Brujo de plateados cabellos había aprendido mucho de la aludida y en su tiempo como miembro de la Dama de las tinieblas, participó en batallas y cumplió otros trajines: tiempo después él había desertado y nadie dio con su paradero.

Lydia sólo tomó nota mental de lo más relevante de Silvio, en esos momentos donde se encontraba negado el uso de la Magia para el combate por obra de quien estaba al frente, mismo causante de que se encontrara en ese lugar.

El recinto abovedado debía tener entre 15 o 20 metros de ancho y largo, mientras que la distancia entre el suelo y el techo, debía ser de una docena. Había 6 pilares de varios metros de grosor y de forma hexagonal, que tenían su base en el suelo y su cúspide en el techo. La función de esas estructuras debía ser soportar las toneladas de tierra que había desde allí a la superficie, puesto que ese recinto, al igual que su hogar, se encontraba bajo tierra.

Los 6 pilares estaban alineados de 3 en 3, 2 en el área central y los otros 2 pares, flanqueando a los centrales, de modo que distribuían el peso de la tierra sobre el bruñido, plano y liso techo del lugar, cuyas paredes, al igual que los pasillos que anteriormente cursó la Bruja con su Sirviente, contenían gemas de Magia para la iluminación.

Lydia no se enfocó en detallar los alrededores más allá de lo necesario, ya que la prioridad estaba al frente. Silvio no sería un peligro si contara con la Magia, pero en la situación actual, ella no podría emplear dicho poderío al máximo.

Sigue impedido el uso de la Magia para el combate y el desplazamiento —se dijo la mujer de ojos flamantes, sin perder de vista a quien tenía al frente, que tras la desaparición, había relajado su forma de estar de pie—. ¿Qué planea? Él tampoco es hábil sin la Magia, de hecho, con ella, aun lo supero... claro que, no debo olvidar que ha pasado tiempo desde la última vez que lo vi en combate. Desertó, logrando huir de sus captores sin ser detectado; sí pudo establecer este hogar, es probable que haya mejorado su empleo de armas.

—Saludos, poderosa Lydia —El hombre de los ojos con el tinte del azogue, hizo un breve pero respetuoso gesto de reverencia con la cabeza—. Estrella flamante, es un honor verla de nuevo, no sé si lo recuerde, pero...

—Te recuerdo, Silvio —aclaró la mujer de piel blanquecina, relajando su forma de estar de pie, pero con el báculo erguido en la diestra y la espada abajo en la zurda, mostrando una sonrisa afilada como dicho acero—. Que no hayamos trabado una amistad fuerte, no te hace un desconocido para mí.

—Los Brujos poderosos no suelen tener tan siquiera una mediana estima a los de mi categoría.

—Ese no es mi caso.

—Lo agradezco, pero aun así, usted, la Estrella flamante, merece cierto respeto —aseveró el hombre de tez tintada de ébano, relajada su forma de estar de pie y con el báculo erguido, mostrándose respetuoso y tranquilo, pero en su mente, ya maquinaba el siguiente paso para derrotar a quien tenía al frente—. Bien, su atención está puesta en mí, parece que no se ha dado cuenta.

En las Garras de la BrujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora