El pasado y el presente del señor feudal

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La mañana de Garrett transcurrió viento en popa. Muerto sir Gail, el concilio se desarrolló bajo el rumbo y las declaraciones que él dictaminó. Todos sus vasallos y los dirigentes de las comunidades bajo su poder, afirmaron ante su locución.

Finalizada la reunión, el gobernante de Ciudadela Lancelot y señor de Castillo del caballero, fue a su oficina en la torre de homenaje. La habitación de trabajo tenía gavetas alineadas en las paredes, en donde había pinturas inmortalizando caballos y hombres armados con nobles vestimentas. Un gran escritorio de roble se encontraba en el medio, junto con un mullido sillón.

Fue allí donde Garrett pasó varias horas de la mañana, leyendo informes en pergamino que le traía Andrew, un soldado cobarde en la pelea, pero diligente y efectivo en trabajos de oficina. Bebiendo vino suave, el hombre de pelo pardo leía, firmaba y a veces usaba cera para estampar su sello, aceptando o denegando las solicitudes presentes en los papeles; todo siguió así hasta que tuvo una visita.

A la oficina entró Sara con la saya verde hondeando sobre su calzado de dama; ella caminó con semblante estricto y aires de rectitud, cuando el hombre alto y musculoso miró la falda, los recuerdos, frescos por ser de ayer, le dijeron que tras eso hay tornadas piernas y se enfocó en su pecho, recordando que más allá de la blusa beige y el justillo castaño, hay un par de montes hermosos que conforman a esa mujer muy estimada; finalmente vio el bello rostro afilado y estricto, rememorando la expresión de lujuria y las sonrisas a boca abierta expresando placer: algo dentro de sus calzones se perturbó, gracias a las escenas de la memoria.

—Saludos, mi lord Garrett —dijo ella haciendo reverencia, manteniendo un sereno respeto en su actitud, pese a estar solos los dos.

—Lady Sara —saludó él con una sonrisa ladina, regresando al presente y tomando un trago en la copa de vino, al cabo que ella mantuvo la actitud respetuosa.

—¿Se llevó acabo hoy el asunto de Colmillo oscuro?

—Sí.

—¿Luther y los demás estaban preparados para la misión?

—Sí.

—¿Le indicó a Irvine como camuflarse para burlar al asesino?

—Sí.

Sara se irritó levemente, miró atrás viendo la puerta cerrada, luego puso los brazos en jarras y habló sin reproche a tono de crítica.

—Garrett, esto es un asunto serio, ¿No puedes responder con solo "sí"?

—Sara, Sara...—habló el señor feudal mientras manipulaba una charola de plata que tenía la jarra con vino y dos copas.

—Me conoces desde hace años, cuando luchábamos en todas las tierras limpiándolas de bandidos —Comenzó a declarar, mientras llenaba una copa y hacía lo mismo con otra—, sabes que en cuestiones de batalla, yo no dejó nada al azar. Luther e Irvine son hábiles, ellos pueden cumplir el trabajo.

Garrett llenó las copas y se levantó de su sitio, dando un rodeo al escritorio para llegar donde la castellana.

—Con Gail muerto, gobernar estas tierras será fácil de ahora en adelante, brindemos por ello.

Sara aceptó la copa de su lord con rostro tranquilo y ambos las tintinearon, antes de dar un trago al mismo tiempo. Los ojos pardos de él, observaban los azules de ella. Un silencio perduró por momentos hasta que valiente y ladino, el hombre alto espetó con una sonrisa confidencial.

—Sara, lo de ayer...

—Perdón, Garrett: lo de ayer no se puede repetir.

—¿Ah no? Entonces por qué pasó eso hace una semana, luego hace 2 y bueno... tú sabes mejor que yo las veces: eres inteligente.

En las Garras de la BrujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora