La tierra tembló, los pájaros salieron volando en bandada con un graznido, a medida que sangre verde saltaba en un chisporroteo al aire. El Ogro cayó sin vida, su sangre manchó la vegetación cercana y a sus espaldas, Michael, cuya nueva capa oscura tremolaba en la espalda, con la boca tapada en una manta negra y sosteniendo una espada manchada de verde, observó al ser caer de frente.
Él se sentía un tanto confundido, anteriormente había confrontado un par de veces a esos seres, en aquel momento fue un incordio vencerlos, pero ahora, la facilidad de la victoria resulto exagerada.
Lydia caminó hacia el cuerpo con el cabello y capa ondeando tranquilamente a sus espaldas, vio al Ogro y comentó a su Sirviente.
—¿Ves? Fue fácil vencerlo, pero no te confíes, esta es solo tu primera tarea.
—La última vez que enfrenté a estos seres, se me hizo difícil vencerlos —señaló el asesino y la Bruja le sonrió, acotando.
—La última vez, no tenías la bendición de una Bruja. La Magia que te proporcionó para subsistir, también fortalece tus aptitudes y habilidades.
Michael, enarcó ambas cejas por un momento, pensando.
—Así que es por ella que mi velocidad y fuerza aumentaron, junto con la percepción de mis sentidos.
Lydia comenzó a escrutar analíticamente los restos del Ogro, por su parte, Michael se dispuso a limpiar la espada, ejecutando un tajo al aire, pero antes de hacer dicho movimiento, advirtió algo en el arma que no reparó momento atrás, por lo tanto la observó detenidamente.
El doble filo y hoja eran comunes para una espada larga; la empuñadura también era casual, pero el resto de su consistencia llamaba la atención. En medio de ambos lomos, yacía una acanaladura con el ancho de dos dedos. Ya lo había visto antes, pero en ese primer vistazo, la prisa le hizo pasar desapercibido unas runas que decoraban el fondo de la acanaladura, desde el tercio fuerte hasta las cercanías de la hoja.
Toda la sangre verde del Ogro caído, corría por los filos, manchándolos, pero el néctar que entraba en la acanaladura, desaparecía, como el agua hundiéndose en tierra rocosa por meses de calor y por su parte, las primeras runas en el tercio fuerte, emitieron un tenue brillo rojo sangre.
Los ojos castaños del hombre observaron eso, más curiosos e interesados, que asustados u con desconfianza, antes de pasar del acero a la guarnición. La cruz compuesta por dos gavilanes, destacaba porque dichas partes tenían forma de colmillo de bestias color blanco, sin embargo lo que más resaltaba era el centro, donde yacía una gema de forma ovalada; su tamaño era pequeño, no obstante, en ese rubí oscuro destacó una luz dentro de la gema. Cual si fuera un cristal hueco, un tenue brillo rojo se hizo notar de un pálpito: no cabía duda, esa espada no era ordinaria.
—Michael. —llamó la Bruja, sacando de sus pensamientos al guerrero de negro, que al dirigirle la vista, hizo notar su desconcierto.
—Lydia, ¿Esta no es una espada cualquiera?
—No, cuídala, es un arma muy valiosa. —replicó ella, quien metió la mano en la oscuridad de la capa y al sacarla, sostenía un par de discos cortantes bruñidos y relucientes, que tenían en sus zonas letales y planas una serie de runas mágicas, que emanaron un tenue brillo de vela; ella tan solo movió la mano, lanzándolas gentilmente arriba.
El otrora Mensajero de la Parca, sopeso la apariencia y tamaño de esas herramientas que fueron sus armas hasta hace poco tiempo, ya que el par de discos cortantes mágicos flotaron y como alas de colibrí, comenzaron a girar. Los ojos del asesino vieron como esos objetos de apariencia letal, giraban estáticos en el aire un momento, antes de acercarse al cuerpo sin vida del Ogro: la Bruja le informó, señalando al bosque por sus espaldas.
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En las Garras de la Bruja
AcciónCondenado a ser un asesino desde la primera década de edad, un hombre llamado Michael es un mortífero guerrero, quien despliega su espada y su capacidad de combate por obra del mejor postor. Este es el deber de todos los que forman parte de la orden...