Observadores y mensajeros

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Desde que llegaron a las tierras de lord Wexford, los días habían estado plagados de actividad, con pocos momentos de serenidad u letargo. A Michael no le había molestado eso, ya estaba acostumbrado a dormir al aire libre, a esconderse entre las sombras de los bosques y el rastreo era una actividad que pese a no ser su fuerte, ya había realizado con anterioridad: él cumplió su parte en la búsqueda de pistas, advirtiendo la rectitud y resistencia de Lydia.

Los únicos trajines molestos u que requerían cierta destreza física que ella realizó, fue sustraer de los monstruos ciertos elementos, obtener savia de algunos árboles del encinar y por lo demás, los trajines hogareños quedaban de último lugar en cuanto a tareas difíciles. Es por eso que el pelinegro tenía cierta idea de la Bruja. Creía que ella no era una mujer que soportara incomodidades u que buscaría la manera fácil de resolver ciertos quehaceres diarios molestos, lo que anexaba la certeza de que le gustaban las comodidades. Como siempre él realizaba las tareas físicas más sobresalientes y molestas, ya tenía cierta idea de ella.

Todo lo anterior fue cambiando a medida que pasaban los días en las tierras de lord Wexford. La Bruja no mostró queja alguna en tareas como encender fogatas con pedernal y no con un acto de Magia: inclusive ella le indicó a Colmillo oscuro que de luchar, no usara los ataques mágicos de Rey sangriento, en pos de no dejar ningún vestigio mágico para que el presunto Brujo que buscaban, los Cazadores de brujas o algún Mago imperial los rastrease.

A la hora de las comidas, Lydia sacaba de su capa los alimentos y los cubiertos, con los cuales preparar todo sin tener a disposición mesa o sillas, así que muchas veces, ambos se colocaron en el regazo una tabla para picar aliños, frutas y verduras; uno hacia eso, mientras el otro buscaba los leños y encendía el fuego. A la hora de irse entre los matorrales de una arbolada u cubrirse tras una colina para hacer necesidades fisiológicas, la dama de azul y rojo no mostró queja alguna. Las objeciones tampoco aparecieron de su boca cuando los días pasaban sin la comodidad de un baño u tan siquiera un techo para dormir.

El guerrero de negro antes solía verla para contemplar su belleza u su piel en prendas reveladoras, pero allí afuera, de ninguna forma ella mostraría más de las manos, el semblante y el cabello azul, que con el paso de los días comenzó a mostrar hilos y más hilos levantados por aquí y allá, porque el peine no bastaba para tenerlo siempre liso, así que ese río celeste comenzó a parecerse a una cascada de zafiro.

De modo que la dama de cabello color cielo y ojos de fuego, le fue mostrando al espadachín negro que era su acompañante, nuevas facetas de su forma de ser. Ella no se quejó en las caminatas, en dormir bajo un puente, entre los árboles de los bosques diminutos, en alguna parte de una colina u en sí, en donde fuese necesario para no ser percibidos por los lugareños.

Fue paciente cuando el guerrero le revelaba sus infructíferos resultados en el rastreo y también puso de su parte en dicha actividad, sin importar que sus capacidades no fueran tan efectivas como su Sirviente. No se quejó en un par de días con lluvias serenas que cayeron en lapsos de horas. Al despertar en 3 noches por una advertencia del pelinegro, quien le avisó de antemano sobre grupos de Soldados imperiales que podrían tomarlos desprevenidos, ella solo hizo un gesto afirmativo y atendió la situación, ordenando retirarse sigilosamente u esperar escondidos a que los guerreros con casacas azules se retirasen siguiendo el curso de los caminos trillados.

A ojos de Michael, Lydia comenzaba a resplandecer más por su rectitud ante los embates del día a día, sin cejar en lo que se había propuesto y en medio de ello, reveló otro pedazo del gran poderío que representaba la Magia.

En una arbolada, la Bruja desplegó su báculo, hizo aparecer un círculo blanco de Invocación y de allí emergieron 4 búhos.

— ¿Para qué esos pájaros? —Michael no se guardó la observación—. De ninguna forma podrás volar en ellos y no son tan grandes como para ser usados en batalla.

En las Garras de la BrujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora