Garrett estaba cerca de la puerta de su oficina, con la ropa de noble bien puesta.
—Ya déjalo así —urgió viendo a Sara, quien se había vestido nuevamente, pero le faltaba amarrarse el cabello con el tocado.
—Un momento —puntualizó la rubia manipulando su pelo. Garrett hizo un puchero, fue hacia ella y la agarró de la mano, llevándosela a la puerta.
—Vamos ya.
Al salir y caminar, el medio nudo del pelo rubio se deshizo y este cayó en cascada por la espalda, pero el hombre no dio tiempo a la dama de recogérselo, así que ella siguió caminando llevada de la mano de él.
Ambos andaban sonrientes por la larga noche que estaban por tener; trasponiendo escalones y estancias de la torre, se dirigían a los aposentos del señor. La gracia y el deseo que estaban en pausa, fue malograda por el sonido de un cuerno de guerra: era la señal de alarma del castillo.
Sara miró afuera a través de una ventana y desde la altura de la torre de homenaje, solo se apreciaba la presencia de Ciudadela Lancelot por debajo del cielo nocturno.
—¿Nos estará atacando un grupo de soldados de algún vasallo?
Garrett le prestó poca atención al sonido de alarma que cesó y no volvió a resonar más en el recinto, así que comentó.
—Debe ser sólo un intruso: los hombres se encargarán.
—Debería verificar que todo esté bien y después...
—Ah no, tú no te me escapas hoy —aclaró el hombre de pelo pardo, sosteniendo con firmeza la mano de la dama, a la cual le dedicaba una galante expresión ladina.
La rubia lo observó por momentos y se aferró al fibroso brazo sonriendo pícaramente, mientras frotaba un pecho en la extremidad del hombre que observaba con deseo y sin pudor.
—Y tú tampoco, solo pensaba ver cuál era el problema, dar órdenes y visitarte en tu lecho.
Sintiendo gusto por la respuesta, el señor del castillo siguió caminando con su amante y al poco rato llegaron a la puerta de su habitación. Abriendo el umbral, Garrett permitió que Sara entrara primero, cuando escuchó a lo lejos un par de pisadas apresuradas, propias de alguien corriendo con premura.
—Dame un momento —avisó el sujeto a la dama, cerrando a medias la puerta para estar solo.
Los ojos avellaneda vieron que al final del pasillo, Andrew llegaba corriendo con prisa, se acercó a su persona y tras hacer reverencia, informó.
—Mi lord, un asesino se ha infiltrado en el castillo.
—La solución es simple: ejecútenlo y desháganse de sus restos.
—Es un Mensajero de la Parca mi lord, posiblemente su presencia aquí es por la muerte de Colmillo oscuro.
—Se duplicó la cantidad de soldados desde esta mañana, ante la posibilidad de represalias. Usen todos los hombres necesarios para ejecutar al intruso y redoblen los guardias de la muralla.
—Como ordene mi lord. —Andrew afirmó, hizo una reverencia y se retiró por el pasillo.
Garrett no pensó en el problema allá afuera, no meditó en lo más mínimo en ello, no, ahora lo que le interesaba era entrar a su cuarto y darse gusto carnal. El hombre alto entró a sus aposentos y se encontró con que la bella dama estaba cerca de la puerta, mirándolo criticonamente con los brazos en jarras.
—Escuche lo que dijo —declaró la castellana, dándole la espalda cortésmente a su señor para encaminarse al palco.
—Bien, entonces sabes que di las ordenes necesarias.
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En las Garras de la Bruja
ActionCondenado a ser un asesino desde la primera década de edad, un hombre llamado Michael es un mortífero guerrero, quien despliega su espada y su capacidad de combate por obra del mejor postor. Este es el deber de todos los que forman parte de la orden...