Oxford y Lincoln

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La comunidad de Oxford es humilde, pero no tanto como la gente del escaño más bajo en el Imperio. Las casas y edificios son de madera, pero más recta, estilizada y labrada que en otras comunidades. Los techos no son de paja, sino de gravilla y otros compuestos de relativo valor. Claro que por las calles de tierra y por las vestiduras de lana sencilla, la gente de este lugar está señalada como de escaño humilde, pero eso no les causa disgusto a ellos, gente de los cultivos y las frutas.

En los alrededores de los caminos hay cercos de maderas separando los distintos árboles de los agricultores, quienes dedican su vida a las frutas. Hay por allí y allá manzanos, naranjos, durazneros y toda clase de árboles que emana frutos.

La comunidad en sí, es un conjunto de casas que alcanzan la centena, formadas en 4 hileras que hacen de la comunidad un rectángulo, visto solo por las águilas, milanos y otras aves que circundan los cielos. La avenida principal destaca por ser 1 metro más ancha que las calles y traza un camino de norte a sur, dividiendo a la mitad el rectángulo de casas.

A unos cientos de metros, por el este, se encuentra una loma de talla media y en su cima un castillo, Colina Águila, el asentamiento de lord Wexford, el señor de esas tierras. La edificación es de piedra en su mayoría, contando con la madera en estructuras de menor relevancia, como el establo y el poso, ya que su muralla triangular y la torre, en el centro del cuadrado edificio principal, es de roca bien labrada.

La posada de Oxford es el edificio más grande de la comunidad y eso por su largo, ya que solo tiene una planta, así que la veintena de habitaciones se encuentra luego de la sala principal. Una reja de madera rodea el edificio y allí dentro hay también una casa de baño y un establo. En los días y noches los viajeros, en su mayoría, pernoctan allí, ya que a la posada asiste gente de la comunidad; los servicios de comidas y bebidas son de gusto para toda clase de personas. En altas horas de la noche, los clientes pueden pedir la compañía de ciertas mujeres quienes les darán placer a cambio de cierta suma de monedas.

En el sendero sur de la avenida principal, en las afueras de Oxford, hay un patíbulo de madera, donde a cada cierto tiempo, cuelgan maleantes de todas las clases. Al igual que sus antecesores, lord Wexford ha colgado a todos los delincuentes que ha capturado en sus tierras. En estos momentos la tarima de madera y sus aparejos, no tenían ningún cuerpo en exhibición. Las cuerdas se mecían al viento, sin nada que sostener: los últimos dos ocupantes del lugar, habían sido desechados por órdenes del señor de esas tierras, que para no incomodar a su gente, suele dejar los despojos de los maleantes solo un mes, tiempo suficiente para que los residentes y viajeros vean y huelan el destino de aquellos que se atrevan a delinquir en sus tierras.

Esa mañana era el primer día que despertaba allí, luego de regresar del viaje a Mar verde y de pasar una noche con Silvio. La jornada de trabajo estaba siendo retomada con naturalidad para Dana, que en la sala principal, llevaba variados alimentos y bebidas propias del desayuno.

Como apenas iniciaba el día, la faena estaba siendo tranquila. Es a la noche donde debe laborar con cuidado, buscando no molestar a los clientes de su otro trabajo, cuando estos le tocan la falda por atrás y hasta hay algunos que se la suben. En esos momentos de la mañana tenía paz y calma, caminando de aquí para allá en las mesas, siguiendo una rutina que aunque no cursada en el tiempo que duró su viaje, tampoco había cambiado en el presente.

Los comensales son en su mayoría viajeros, conformados estos por mercaderes, campesinos, agricultores y demás personas trabajadoras que viajan para vender o comprar. Los llamativos, gracias a portar armas, son los mercenarios, caballeros errantes y Soldados imperiales.

Hoy la mañana trajo poco de esos últimos, apenas había un puñado de guerreros de lord Wexford en una mesa, ya que tal parece que las bestias del Brujo de cabello plateado, han amedrentado a los caballeros errantes y a mercenarios que circundan Oxford.

En las Garras de la BrujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora