Volando bajo el manto oscuro de la noche, el Grifo se desplazaba noblemente, con el asesino y Bruja en el lomo, cual ave al vuelo: en la silla de montar, ella iba adelante y él atrás. Arriba, el cielo provisto de pocos nubarrones era el lienzo donde la luna resplandecía imperturbable y solemne. Abajo, bosques, praderas y senderos, pasaban rápidamente, como las pieles del mar en un día sereno. Los cabellos y ropajes del par ondeaban, junto con las plumas aerodinámicas del ser alado, que a cada cierto tiempo batía las alas, valiéndose del viento para planear.
La silla de montar en el lomo de la criatura voladora es muy similar a la silla de un caballo, pero cuenta con ciertos elementos que la distinguían y entre ellos destacaban dos. La primera es que no tenía riendas en la cabeza del ser alado, sino que en la parte frontal de la silla, había un pomo forrado en cuero que el jinete frontal podía usar parar aferrarse con sus manos. El otro elemento destacable era que tenía un par de estribos de más dispuestos más atrás de los primeros, para que un segundo ocupante colocara sus pies.
El guerrero usaba los estribos de atrás y la Bruja los de adelante. En el despegue y en el vuelo posterior, ella no había dado palabra alguna a la criatura y tampoco lo toqueteó con los estribos, pero el Grifo voló con seguridad y rumbo al este, surcando los cielos nocturnos sin problema alguno para sus ocupantes.
En otra ocasión al pelinegro le hubiese gustado la experiencia de volar en semejante monstruo de apariencia noble, pero la situación no lo relajaba. No es lo mismo jinetear un caballo que un Grifo, si se cae del primero y se cuenta con experiencia, se puede lograr que la caída no cause algún hueso roto, pero al caerse del segundo, en medio del cielo, salir indemne o vivo se convierte en un hecho imposible de lograr.
De modo que el pelinegro vio pasar los minutos como horas, tan solo contempló como Ciudadela Lancelot quedaba atrás hasta convertirse en un círculo de luz por las luces en la muralla de la ciudad, cuyos edificios también fueron otra red de puntos luminosos vistos desde el cielo. Como no tenía riendas y los estribos no eran suficientes, el guerrero tuvo que agarrarse a los hombros de la mujer del sombrero adelante, quien afirmó que se sujetara bien, pero él aun no le tenía suficiente confianza para ello, de modo que tras pasar la turbulencia se soltaba y observaba sin especial atención los alrededores desde esas alturas.
A Michael poco le importaba el pintoresco cielo nocturno, el suelo pasando por debajo como un lago negro, apenas interrumpido por las luces de otras comunidades amuralladas y poblados humildes, tampoco lo aturdió el viento frío de la noche y ni sintió grata emoción ante la experiencia de montar un Grifo: todo su ser se enfocaba en saber que le deparaba el destino, estando ahora bajo el mandato de la mujer de ojos carmesís. Los cabellos de ella ondeaban de tal forma que debía soportar toques continuos en el rostro, pero tanto le importaba cavilar, que al tiempo ignoró esa molestia facial.
Él salió de su ensimismamiento cuando el Grifo graznó con tono avizor, Lydia acarició el cuello de la criatura y se aferró al pomo de la silla, avisando.
—Viene turbulencia, agárrate—. Michael afirmó, posicionándose bien sin tocarla a ella.
Una ráfaga de aire azotó de sobremanera al ser alado, que se sacudió un poco antes de nivelarse; la mujer de cabellos azules se sostuvo bien, pero el hombre de pelo negro chilló inclinándose hacia atrás, moviendo los pies en las riendas para mantenerse en su sitio, estaba por caer, pero Lydia lo agarró por el cinturón transversal del pecho y de un jalón, lo colocó nuevamente en la silla del Grifo.
—Te dije que te agarraras bien —reprendió la mujer con los cabellos ondeando en su semblante y el asesino se defendió argumentando.
—El asiento es muy pequeño, no tengo donde aferrarme a diferencia de ti y los estribos no son suficientes.
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En las Garras de la Bruja
ActionCondenado a ser un asesino desde la primera década de edad, un hombre llamado Michael es un mortífero guerrero, quien despliega su espada y su capacidad de combate por obra del mejor postor. Este es el deber de todos los que forman parte de la orden...