Ignorantes de la matanza que se gestaba entre los muros de Castillo del caballero, el lord y la castellana disfrutaban con los placeres de las relaciones íntimas. El aposento del hombre de cabello pardo, era el escenario que encapsulaba los chillidos placenteros de la rubia y los jadeos por parte de él.
¿Qué les iba a interesar ellos la batalla en las afueras, si sus mentes pensaban en saciar las exigencias del cuerpo? Los sentidos se enfocaban en ello y toda su alma también: allí estaban realizando el acto carnal en la cama.
Sara tenía las manos en las sabanas, postrada a cuatro patas, con la cintura levantada y Garrett, atrás suyo, la sujetaba de la cintura, meneándose cual can apareándose con su hembra.
Entre las voces lascivas de ambos, el sonido de la piel en contacto era como un aplauso acuífero. La rubia tenía los ojos entrecerrados, sonriente, entregada; Garrett se inclinó adelante, deteniendo el par de pechos meciéndose, estrujándolos con anhelo; sus labios mordieron con suavidad la oreja de su amante, haciéndole cerrar los ojos por un momento, hasta que le dijo entre jadeos seductores.
—Dime, ¿Todos estos años no me he saciado de ti, y tú?
—No... eres el único que me complace... pero me gustaría una vez amarrarte a la cama...
Garrett sonrió con lascivia ante la revelación de su compañera de lecho y lamiendo una mejilla de una sonriente Sara, le susurró.
—A futuro complaceré tu deseo.
Mirando la mujer atrás, los labios se encontraron, siendo el escenario donde las lenguas bailaban. En medio, entre el menear de la cintura, la virilidad del hombre embestía a la seda rosada de la mujer formando un portal, un camino húmedo ante esa asta dando un paso adelante y un paso atrás en constante vaivén.
Él se irguió nuevamente, soltando los pechos y tomándola de la cintura para moverse con más rapidez. Los entrecortados alaridos de placer en Sara se hicieron más rápidos y altos ante el final que se acercaba, su rostro se perdió en lujuria, enseñando la lengua entre los labios sonrientes y rosados. La expresión de Garrett pasó de una alegría lujuriosa a una mueca de gusto; apretaba los dientes intentando prolongar el final, pero moviéndose con más rapidez, hundió los dedos en la piel de su amante.
El falo salía y entraba en lapsos veloces, dentro, la feminidad lo abrazaba bañándolo en un néctar cada vez más abundante, esos sexos llenaban más de placer a los amantes.
Sara cerró la vista exclamando en gusto ante el orgasmo; Garrett gruñó en éxtasis, meneándose un par de veces con fuerza, antes de salir y masturbarse entre los glúteos. En medio de vibraciones arriba y abajo, la masculinidad expulsó el néctar en chorros entrecortados, mientras que la feminidad liberaba su esencia transparente que terminaba en el lecho. Las primeras descargas blancas mancharon la espalda de la rubia, las siguientes más abajo y el último par, salpicó los glúteos aun levantados.
Los cuerpos jadeaban sonrientes en los estertores que le siguen al clímax, marcada la piel por las gotas de sudor. Garrett soltó su miembro y se alejó un poco para sentarse. Sara se acomodó en la cama, cayendo boca abajo plenamente; sus manos estaban a los costados y la cabeza yacía de medio lado: ella estaba jadeante, agotada y al mismo tiempo complacida.
El hombre fibroso, si bien estaba sudando y jadeando, aún tenía fuerzas, así que tomó de la mesa de noche un pañuelo, se sentó al lado de la rubia y comenzó a limpiar la espalda de la dama. Sintiendo la tela quitar el líquido cálido, Sara sonrió y miró al sujeto que la había llevado al cielo.
Lo hiciste afuera. —Ante la acotación, Garrett sonrió de medio lado a modo de disculpa, hablando con la verdad pese a la sencillez de su tono.
—Perdón: la costumbre.
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En las Garras de la Bruja
ActionCondenado a ser un asesino desde la primera década de edad, un hombre llamado Michael es un mortífero guerrero, quien despliega su espada y su capacidad de combate por obra del mejor postor. Este es el deber de todos los que forman parte de la orden...