Orlok Ahora es Sir

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Orlok no recordaba, si había nacido vampiro o alguien lo había creado vampiro asesinando para ello a un humano.

No tenía consciencia de una infancia de ninguna clase.

Solo había sido consciente de su sed. Esa sed maldita que le hacía un ser insaciable, terriblemente peligroso y desconfiado.

Para poder sobrevivir apenas, siempre había tenido que ser un errante, puesto que si los cadáveres desangrados eran más de dos en la localidad se establecía el acoso y caza del asesino, y si conseguían acecharle de cerca, se convertía en la extinción del monstruo.

Muchos lo consideraban asi y no podía culparlos, el mismo a veces se consideraba de la misma manera.

Pero aunque había intentado varias veces poner fin a su vida, en el último instante, cuando estaba a punto de fallecer, su resistencia interior, tomaba el mando de su cuerpo, desatando un baño de sangre que lo hacía revitalizar.

Una vez, cuando recuperó la consciencia, despertó en medio de una vaquería, con toda la familia y las reses muertas.

Así que cuando con el paso del tiempo le alcanzo la edad media, viajo como mejor pudo a los que algunos llamaban tierra santa, movido por la promesa de encontrar gente deseosa de entregar su vida en batalla.

Al principio, parecía un asaltador de cadáveres. Recorría los campamentos, seleccionando por el olor de la sangre de sus heridas, los mejores litros. Lo hacía de noche, puesto que la falta de luz, que al resto de las personas les impedían ciertas labores, para el favorecía su existencia.

Lo cierto era que aunque tenía cantidades ingentes de comida reciente, esa sed seguía presente.

Pero durante una de esas noches, escucho a un grupo de cristianos, comentar que había una reliquia con sangre del creador, que hacia milagros.

Así que se unió de forma taimada a los sarracenos, para influenciarlos y poder conseguirla.

Durante su estancia con ese grupo de humanos, se crearon varias situaciones comprometidas pero consiguió controlarse y eso creo unos lazos de compañerismos.

Durante la batalla deseaba, él se escabullo para conseguir la reliquia. Que le rompió todas las expectativas, pues se trataba de un trozo de madera de la cruz. Aunque después de mirarlo un par de minutos, sintió la necesidad de lamer esa mancha de sangre seca.

Apenas puso su lengua sobre la mancha, entro en un estado catatónico, en el que no podía moverse. Tieso sobre el suelo lo encontraron sus compañeros de fatigas.

Cuando despertó tiempo después, el había sido consciente de todo lo que sus compañeros había hecho por él, manteniéndole vivo y a salvo.

Decidió que les devolvería el favor a todos protegiéndoles a todos.

Así que durante la siguiente batalla, se lanzó sin cuidado. Cogía al enemigo con una mano por el cuello y le atravesaba sin miramiento con la espada, lo tiraba a un lado y se volvía a por el siguiente. Cuando perdió la espada, los abría la garganta de un bocado y escupía el trozo arrancado para beber del hueco como su fuera una fuente, a otro le saco los ojos con sus puntiagudas uñas...

Cuando termino tenía un montón de muertos a sus pies, pero lejos de sentir lo que otras veces, vacío y desesperación, se encontró satisfecho, eufórico y en plena debacle emocional.

Ahora era un monstruo con alma y no se estaba quemando, puesto que durante la batalla había amanecido y estaba a pleno sol.

Se volteo asombrado, mirando sus manos llenas de sangre, solo para encontrarse con sus compañeros que le vitoreaban.

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