El Hada Negra

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La oscuridad se apoderaba del cielo trayendo consigo las estrellas, brillante como un rió de candiles, al igual que del cielo las sombras se iban internando poco a poco en el bosque, los arboles que de día formaban un lugar idílico, perfecto para meriendas campestres y agradables paseos, pero al caer la noche...

Los idílicos arboles absorbían la oscuridad dándoles un aspecto maligno e intimidante, los claros senderos que conducían a prados olvidados al caer la noche relucían torvos con la promesa de no volver y sobretodo el potente aroma a hierbabuena y menta que impregnaba el ambiente cuando el sol se ocultaba.

Fue todo aquello lo que convenció al hombre para aflojar la espada de su vaina, si, ella estaba aquí, la Hada Negra, y con ella la recompensa que pendía sobre su cabeza, una recompensa de paz, no mas noches a caballo, no mas horrores en la oscuridad, calándose la capucha para ocultar sus afilados rasgos el hombre se interno hacia el corazón del bosque donde la bruja tendría su escondite.

Junto con la medianoche llegó a su destino, un claro en el centro del bosque, un pequeño lago reflejaba la luna en toda su plenitud y de espaldas al lago, mirándolo directamente se encontraba ella, negra su túnica, que brillaba con una luz solo contemplada en el mismísimo abismo, aun mas negro su largo pelo que, liso y brillante, se asemejaba a tentáculos de noche sin embargo su piel era blanca, tan pálida que casi parecería un cadáver de no ser por la manera en que brillaban sus negros ojos, sin iris ni pupila parecían escrutar el alma de aquel guerrero.

Por la mente del hombre paso momentáneamente el deseo de saber si su piel era por completo inmaculada pero aparto rápidamente esos pensamientos centrándose en su deber, acabar con el aquél monstruo.

La hada dio un paso hacia delante y después otro,mientras en sus labios aparecía una sonrisa pesarosa, estaba cansada de tener que matar a aquellos desdichados humanos, ella, al contrario de lo que se decía, no era un ser maligno y odiaba todo tip...

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La hada dio un paso hacia delante y después otro,mientras en sus labios aparecía una sonrisa pesarosa, estaba cansada de tener que matar a aquellos desdichados humanos, ella, al contrario de lo que se decía, no era un ser maligno y odiaba todo tipo de violencia, pero los cazadores no paraban de ir a por ella atraídos por la recompensa que unos ignorantes humanos habían colgado sobre su cabeza, los ojos de los demás hombres venían cargados de odio, de codicia, algunos hasta de un oscuro y perverso deseo, sus miradas torvas se habían perdido siempre entre las hojas de aquel bosque, sin embargo aquel​ humano era diferente, en su mirada había una determinación sin límites y una chispa de lujuria, producida por la proximidad del combate, además la sangre de aquel guerrero bullía por la magia, un detalle que quizás él ignorase, sintiéndose atraída por él como nunca se sintió atraída por nada siguió caminando hacía él.

El guerrero vio como el hada caminaba despreocupado hacia el, sintió como el sudor le corría por la espalda, había llegado el momento, matar o morir, levanto la espada por encima de su cabeza mientras sentía un extraño pesar por hacer su deber.

-Espera guerrero, ¿ De verdad quieres hacer esto, no eres como los demás, lo veo en tus ojos, lo huelo en tu sangre...espera un momento y hablemos, por favor.

El humano palideció mientras la espada le temblaba en la mano, la voz del hada era dulce y melodiosa, tan pura como el cantar de los pájaros e igual de vibrante, pocas veces en la vida había escuchado algo tan hermoso, con el corazón latiendo a mis bajó la espada y contempló como aquel fascinante ser se contoneaba hasta estar frente a él y lentamente, casi con timidez poso la palma de su mano en la mejilla de aquel hombre.

La sangre le vibró a la vez que tras sus ojos se reflejaban miles de imágenes a la velocidad del rayo, antiguas danzas honrando a la naturaleza, rituales para que el bosque florezca y sobre todo se vio a si mismo como le veía el hada comprendiendo la atracción mutua que ambos sentían.

Cuando volvió en si vio el rostro del hada a escasos centímetros del suyo, su pálida piel brillaba con el reflejo de mil diamantes y sus labios emitían las promesas que solo la lujuria conocía, sin que ninguno de los dos pudiese evitarlo sus labios se encontraron bajo el plenilunio, el humano atrajo hacia si el etéreo cuerpo del hada y esta rodeo con sus brazos el cuello del guerreo dejándose llevar ambos por una pasión sin limites. Las jadeantes respiraciones se entremezclaban en la noche mientras ambos se buscaban una y otra vez, antes de que se dieran cuenta la ropa de ambos se esparció por el claro mientras ellos se movían hacia la orilla del lago, una vez allí, completamente desnudos, el hada empujo al humano al agua y se introdujo con él, este rodeo su cintura con sus brazos y permitió que sus piernas se enroscara en su cintura, los lobos aullaron en la espesura cuando ambos se unieron, el agua de todo el lago parecía vibrar al compás de la pareja, el hada jadeaba, arqueando la espalda hacia atrás mientras el cazador hundía la cabeza entre sus inmaculados pechos, mordiendo, tomando y dando todo lo que podía, el orgasmo de ambos se pudo escuchar con claridad por todo el bosque.

Mas tarde ambos se encontraban tumbados en la orilla, agotados pero satisfechos, ambos con la misma media sonrisa de complacencia, ambos entrelazados con el otro,momentos después el hada dormía sobre el pecho del humano, mientras este reposaba con...

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Mas tarde ambos se encontraban tumbados en la orilla, agotados pero satisfechos, ambos con la misma media sonrisa de complacencia, ambos entrelazados con el otro,momentos después el hada dormía sobre el pecho del humano, mientras este reposaba con una mano en su espalda, sabía que aquello era imposible, a pesar de que ahora sabia que aquella bella criatura no era un monstruo también sabia que no tendría paz mientras estuviera en busca y captura, con un gran dolor en su corazón tomó una decisión, junto a él en su ropa estaba su daga, la desenvaino y con extremo cuidado corto un mechón de pelo de aquel ser que había robado su corazón, sintiendo un dolor cercano a la muerte se vistió y se alejó, al salir del claro una lágrima solitaria se derramaba por su mejilla, la misma lagrima que derramo el hada al comprender lo que había hecho ese humano.


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