Allí en su despacho, con cara de mil dragones, me miraba crispada, el objeto de mis deseos en los últimos tiempos.
Mis instintos me pedían que la contestara una verdadera barbaridad, pero en vez de eso me dirigí hacia ella, la cogí por debajo de las asilas y la senté en su mesa, con fuerza, haciendo que las cachas de su trasero revotaran contra el cristal.
Ella me miro confundida, no sabia a cuento de qué venia mi reacción, así que me aproveche de la situación.
La agarre por el cabello a la altura de su coronilla y tire, haciéndola levantar la cabeza, dejándome al descubierto su cuello, que mordisquee y lamí.
De su garganta solo salia una letra corta, dubitativa (eeeeeeeeeeeee), no sabiendo si gritar pidiendo socorro o pidiéndome más, mi otra mano la cogió del pecho y rápidamente su pezón reacciono poniéndose inhiesto y yo lo pellizque por encima de la ropa, después trace el contorno de su aureola.
Tras varios mordiscos en su cuello y una ardua inspección a su pecho, me decidí por unos besos con peleas de lengua.
Sabia por la calidez de su cuerpo que no me iba a rechazar y así fue, su lengua no quería rendirse a la mía, así que la lucha era ardua.
Mis manos bajaron por la cara externa de las piernas hasta sus rodillas, salvaron la falda y entraron en contacto con su piel, la cual estaba más y más caldeada según subía hasta el triangulo de su ropa interior.
Pare mis manos en la unión de sus piernas con sus caderas, y mis dedos pulgares entendidos hacia el interior, se tocaban por encima del tejido de su tanga.
Se sentía calor y quise saber si estaba preparada para lo que iba a pasar, porque después de tanto tiempo, no iba a parar aunque me costara el puesto.
Pasee mis dedos por la tela, dos, tres, cuatro veces y la sentía retener la respiración al llegar a la parte superior de su feminidad, así que con delicadeza, aparte la tela con un dedo y profundice con el otro.
Humedad cálida me salio al paso, como si hubiera estado esperando contenida, justo por esa caricia.
Penetre entre sus pliegues, frote tentativamente su clítoris y ante sus gemidos, ahogados por mi boca, introduje mis dedos en su interior dejándolos quietos, no quería apremiarla.
Ella comenzó a moverse imperceptiblemente contra mi mano, apretando mis dedos con sus músculos interiores, eso me coloco al borde del autodominio.
Mis labios abandonaron su boca para trazar la línea de su cuello, los escalofríos corrieron por su piel y pude sentirlo en mi boca.
Mi cuerpo se inclinaba sobre el suyo de forma, que ella se fue dejando caer sobre la mesa, encima de las carpetas con expedientes que allí se amontonaban, moviendo la cabeza hacia los lados, negando, al tiempo que se desabrochaba los botones de su camisa y se deshacía de su brasier.
Mis labios se arrastraron por su piel hasta llegar a sus senos, los cuales bese y lamí, hasta sentirlos inhiestos para recibir mis dientes, los cuales les dieron tiernos mordisquitos terminados en un pequeño retorcimiento, lo justo para que el dolor fuera placentero.
Gemía de forma estrangulada, mordiendo sus dedos para evitar ser oída fuera.
Eso me indicaba que era hora de bajar hasta su ombligo, la bese esa piel delicada situada entre el ombligo y el nacimiento de venus, arañándola ligeramente con mi incipiente barba.
Ella empujo mi cabeza hacia abajo indicándome, donde me quería y naturalmente como buen empleado, accedí a sus deseos y fui bajando hasta su feminidad.
Besuquee con besos de mariposa, sus depilados labios exteriores antes de hacer una pasada con la punta de mi lengua por el clítoris florecido, ella me respondió, poniendo sus manos temblorosas sobre mi cabeza y empujando ligeramente, para obligarme a profundizar.
Empuje mi rostro contra esa carne caliente y húmeda, me dedique a comérmela a lo largo y ancho de sus formas, saboreándola, y he de decir que sus humedades eran bastante más dulce de lo que había imaginado.
Me levante, la mire, en ese momento ella era la subalterna y yo quien dominaba, así que la puse los pies en mis hombros, tire de sus caderas y arrime su trasero al borde de la mesa.
La miraba a la cara mientras la penetraba lentamente y por completo.
Su expresión, me indico que lo estaba gozando, así que adecue el ritmo a mis necesidades y comencé a empujar y empujar, y empujar, haciendo que la mesa crujiera al tiempo que nuestros cuerpos chocaban.
y en ese momento, no se muy bien como aun poda moverme, me la agarre con la mano derecha, sujetandomela al tiempo que la movía ...me corrí encima de su senos, que eyaculación tan satisfactoria, tan dulce
Sus gemidos eran la música de ambiente, pero no me avergüenza decir que al final yo también brame.
Rabia, nervios y enfados todos diluidos en un momento de lujuriaría
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Cuentos y Relatos Eroticos II
RomansPequeñas historias que empiezan y acaban en cada pagina