Capítulo 18

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-Bien, he decidido tomar medidas.- Sentenció la pelinegra, dejé el café en la mesa.

-¿Y cuáles son?

-Esto no puede seguir así.- Por un momento pensé que se había enterado.- Voy a hacer un grupo de whatsapp, los 3.- Y os reiréis, pero tener su número me ponía muy nerviosa, aunque llevase dos días durmiendo a pocos metros de él.

-Bien.- Respondí y comenzó a mover sus dedos por la pantalla, en poco me sonó el móvil y leí "219 de Green-Tea".- ¿Green-Tea?

-Me gusta.- Reí y dejé el móvil para coger de nuevo la taza.- Bueno, hoy os quedáis solos.

-¿Qué?- La solté. Por favor, necesitaba una tregua, un día normal y tranquilo.

-¿No te lo ha dicho Oliver?

-No lo veo desde ayer.

- Y por eso necesitamos un grupo.

Reímos al unísono. Me sorprendía la confianza que habíamos agarrado en tan poco tiempo. Tecleó una vez más en la pantalla y envió el mensaje. "Os quedáis solos hoy"

-Bueno, ayer no me contaste.

-¿De qué?

-¿Qué tal con los chicos?

-Bastante bien.- Me miró con una sonrisa pícara y negué.- Ah no, no es lo que piensas.

-¿Y qué pienso?

-Que me ha gustado alguno.

-Quizás... ¿Nate?- Sonrió.

-Que, no no. Me ha caído muy bien, pero yo no...- Comenzó a reir.

-Tranquila, ya se que no te ha gustado ninguno de ellos.

-¿Y cómo estás tan segura?

-Bueno, he tardado un poco pero al fin lo averigüé.

-¿El qué?

-Que te gusta mi hermano.

-¡¿Qué?!- Sin darme cuenta me había levantado de mi asiento. La pelinegra rió.

-Vale, vale tranquila, siéntate.- Me senté y noté como me ardían las mejillas.

-Yo...

-No voy a decir nada, ¿qué dices? Nos estamos llevando bien los tres, solo implicaría estropearlo todo.

-Bien, gracias.- Dije un poco avergonzada.

-Y bueno y aunque sea mi hermano, es un poco...idiota. ¿Cómo te fijaste en él?

-Me empujó, corriendo.- Admití rendida.

-Vaya, diría algo como "cosas más raras he visto" pero no, no he visto cosa más rara. Suerte.

-Cuántos ánimos.

-Es experiencia, lo conozco de hace mucho.

En ese instante la puerta se abrió y entró el chico rubio con la camiseta gris oscura por el sudor, las calzonas negras y los auriculares blancos. Me quedé embobada mirándolo.

-¿Pasa algo?- Miré a Beatrice y esta me miró reprimiendo una sonrisa.

-No.- Dije sin más.

-Vale.- Se encogió de hombros y subió a ducharse. Resoplé y la pelinegra rió.

-Paciencia.

Y con ese comentario se fue dejándome en la cocina. Terminé de desayunar cuando me llamaron al teléfono.

El idiota que tanto amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora