Capítulo 24

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-Bueno, este es tu momento de ser la envidia de todo el restaurante.

-Beatrice, ¿no crees que estás exagerando?- Rei.

-¡Qué va! Y lo más importante, hoy mi hermano se dará cuenta de lo que se está perdiendo.

Dijo señalándome de arriba a abajo. No habíamos vuelto a hablar desde lo que ocurrió ayer. Salió a cenar y yo decidí irme directamente a la cama, mi mente no me daba descanso y era incapaz de ingerir nada. Había vuelto en la madrugada, pero supuse que había "quedado" y me enfadé aún más, quedándome dormida.

-¿Y cómo dices que se va a dar cuenta?

-Mmmm, te voy a ayudar.- Me senté abatida en la cama.- Ey, ¿ocurre algo?

-No lo sé. No sé cuál va a ser mi siguiente paso. Y nunca he estado en un restaurante así...- Deje caer.

-Con eso te puedo ayudar ahora mismo.- Abrió su impresionante armario, y no exagero con lo de impresionante.

Agradecía muchísimo que Beatrice fuera tan buena, simpática y amable a pesar de que solo llevásemos pocos días juntas. Todo era muy fácil y sencillo con ella, al contrario que con Oliver, que era todo caótico, enrevesado y difícil.

-¿Has hablado con tu madre?- Preguntó sumida en el armario.

-Ayer, en un rato intentaré llamarla para felicitarle las fiestas.

-Seguro que la echas de menos.

-Mucho.- Admití.

-Bueno.- Cogió un vestido verde precioso.- ¿Te gusta?

Era verde botella con cuello halter el cual se agarraba al cuello por detrás con dos tiras de tela formando un lazo. La espalda era totalmente descubierta hasta la zona baja de esta, lugar donde caía de nuevo la tela hasta media pierna. Era hermoso, no dejaba mucho margen a la imaginación y sabía que Oliver iba a sufrir un cortocircuito si me veía con esto puesto. Al fin y al cabo éramos enemigos, y me gustaba quedar por encima.

-Dios Beatrice, me encanta, es precioso.

-Pruébatelo.

-¿No crees que es demasiado?

-Mejor, a ver si a mi hermano le da un malo y se espabila. Además, sin duda el verde es tu color.

Emocionada con solo el pensamiento de que Oliver podía morir esa misma noche fui al baño a cambiarme. Me quedaba perfecto, era mi talla y no solo me fascinaba, sino que me quedaba como un guante hecho a medida. Al salir la pelinegra abrió los ojos sorprendida, como si estuviera viendo algo nuevo.

-Madre mía Alex, pareces una modelo.

-¿Tú crees?

-Si mi hermano no te coge y te lleva a su cama esta misma noche, no merece la pena ese idiota.

Intenté obviar el comentario porque no podía parar de hablar y reír. Tras varias pruebas eligió un vestido burdeos con el escote asimétrico y ceñido a su cuerpo y lo conjuntó con tacones y accesorios plateados. Sonó el timbre justo cuando terminó de rizarme el último mechón de mi semi-recogido.

-Chicas, Justin está aquí.- Informó el señor Knight.

-Okey.- Gritó la pelinegra y la noté nerviosa.

-Oye tranquila, ¿va todo bien?

-Si, no te preocupes, es una tontería. Es que... Aún me pongo nerviosa cuando lo veo.

El idiota que tanto amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora