Capítulo 29

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Todo había ido bien, Beatrice no había preguntado y casi mejor porque teníamos una coartada a medias. La tarta gustó a todos los presentes y la barra libre dió comienzo a una velada interminable. Estaba sentada en los escalones de la puerta principal mirando hacia el cielo lleno de estrellas.

-La casa está a rebosar.- Alcé la vista y cogí el plato que me había tendido.- He puesto un poco de todo.

-Gracias, me moría de hambre.

-¿Te dejé con hambre?

-¡Cállate idiota!- Respondí con un codazo mientras se encendían mis mejillas. Secundó con una carcajada.

-La comida está muy buena...

-Pues sí que lo está.

-Pero falta algo de beber ¿no?

-No puedes estar quieto, ¿cierto?

-Oh vamos, necesito algo para bajar el disgusto del tejado ¿no crees?

-¿Algo como...?

-Fuerte. Bueno que, ¿te animas?

-Esta bien, pídeme un cosmopolitan.- Me miró sorprendido para acto seguido ir a por las copas.

-Así que Vodka...- Me tendió el vaso y se sentó a mi lado.- Pensaba que lo tuyo eran los mojitos.

-El ron es para un día cualquiera. Estamos de celebración ¿no?

-No tienes pinta de beber cosmopolitans.

-Ni tu de beber ginebra.- Señalé su vaso.

-Es...Una celebración.

-¿Por no haber muerto en ese tejado?- Reprimir una risa.

-Qué graciosa eres enana.- Dijo con ironía aunque una leve carcajada sonó después.

No se si fue por el sexo, por la experiencia de casi haber muerto aplastados contra el suelo o porque la fiesta nos había soltado un poco, pero tengo que admitir que le estaba viendo un lado muy humano a ese chico, y ya no lo odiaba tanto. Primer error. Tras comer casi en silencio (y no fue un silencio incómodo) nos unimos a la fiesta, bebí con Beatrice y bailé con ella hasta cansarnos y tras horas de celebración, los invitados fueron yéndose hasta casi quedarnos solos. Según me enteré durante la noche, a la mañana siguiente vendría un equipo de limpieza para todo este estropicio, y algunos de los invitados, los más allegados, volverían pero esta vez más informales para una barbacoa. Por la noche, el señor Knight tenía una cena con altos cargos para celebrar su cumpleaños entre otros logros profesionales y nosotros teníamos vía libre para ir de fiesta. El último día, domingo, era para descansar, recoger e irnos. Como digo, los invitados se fueron y la pelinegra y yo nos encontrábamos en la planta de arriba junto con los chicos para despedirnos.

-Te quiero muchísimo.- Dijo ella muy, muy borracha.

-Yo también te quiero muchísimo mi amor.- En realidad, no sabíamos bien quién de los dos iba peor.

-Bueno, qué os vais a ver mañana.

-Beatrice, tenemos que dormir.- Respondí a sus suspiros.

-Otro beso más.- Se acercó torpe a él y se besaron de nuevo.

-Parece que Justin se va a la guerra. Ala, a dormir ya.

Pasó el brazo del mencionado por sus hombros y lo encaminó hacia su cuarto. Hice lo mismo con Beatrice no sin antes girarme, para toparme con esos ojos azules que me miraban sinceros. Una leve sonrisa, puertas cerrándose. Dejé a Beatrice en el borde de la cama y la ayudé a quitarse los zapatos y a tumbarse.

El idiota que tanto amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora