Capítulo 34

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Sentía una presión en mi pecho, y no podía dejar de temblar. Su semblante había cambiado, estaba más serio que nunca y parecía no tener ni una sola gota de alcohol.

-¿Qué haces aquí dentro?- No podía hablar.- ¿Crees que me chupo el dedo?- Hablaba en voz baja pero su voz era dura y por un momento tuve la necesidad de llorar.- Contéstame.

-¿Qué haces despierto?

-¿Crees que soy tonto? Bebo mucho más que tu.- Hubo una pausa.- Aunque por supuesto que lo he hecho esta noche, porque no sabías a ginebra. ¿Qué era, agua con gas?


¿Cómo mierda podía saber tanto? Aún nos apuntábamos con nuestras armas, aunque claro, lo mio servía para cortar pan y el portaba un cuchillo con todas sus letras. Nunca me había sentido tan pequeña y tan desprotegida en mi vida, y tampoco sabía cómo me iba a librar de esto.


-¿Qué hacías aquí?¿Eres una espía?¿Trabajas para otra empresa mayor?

-No soy ninguna espía.- Repliqué indignada.

-¿Entonces?

-No voy a fiarme de ti.

-Ni yo de ti.


Su mirada era dura, iba a morir a manos de un semidiós egocéntrico y sarcástico. No me estaba encontrando bien, me comenzaban a temblar las rodillas y notaba sudores fríos por mi espalda. Sabía que significaba y me negaba a ello, necesitaba estar alerta, ver todos sus movimientos... Pero yo no servía para esto, mi mirada comenzó a teñirse de negro y solo pude decir su nombre antes de desmayarme.

Patético. Creo que esa es la palabra que más definiría esta situación, porque cuando volví en si me encontraba sentada en la silla frente al escritorio dónde Oliver estaba apoyado con los brazos cruzados y la mirada clavada en mi.


-¿Estás mejor?- Su pregunta era cordial, pero su semblante aún daba respeto. Asentí.- Entonces es momento de hablar en serio, decirme qué haces aquí y ver... Cómo se suceden los acontecimientos.


Abrí mucho los ojos al escuchar entre esas palabras un "vas a morir" entre líneas. Y creo que me leyó la mente porque comenzó a hablar de nuevo.


-No voy a matarte. ¿Me ves capaz de eso?

-No.- Y lo dije en serio. Suspiró.

-Mira, tu no te fías de mí, y yo no me fío de ti.

-¿Desde cuándo?- Me salió solo.

-¿Desde cuándo no me fío de ti? Supongo que no me fío de nadie, pero quería hacerlo.


¿Que era un error confiar en él? Por supuesto. ¿Que le iba a contar la verdad...? No me juzguen ¿vale?


-Supongamos...- Me miró y desvié mis ojos.- Supongamos que yo te cuento que hago aquí. Supongamos.- Lo miré.

-Supongamos.

-¿Tú me contarías también?- Tragó fuerte. Había mucha tensión y poco tiempo para que la salida del sol nos delatase. Tras unos minutos suspiró.

-Te lo contaría todo.

·          ·          ·

Acordamos irnos a nuestros respectivos cuartos e ir por la mañana a un lugar en el pudiéramos hablar fuera de estas 4 paredes. Me pareció buena idea reunirnos en un terreno neutral, ya que así ambos podíamos huir en caso de necesidad. Resultó bastante raro despertarse en aquella casa tras lo ocurrido, el desayuno con todos sentados a la mesa y del que no probé bocado, decir que tenía que ir a un recado y que Oliver me acompañaría, que el silencio que nos rodeaba fuera incómodo y no natural como solía ser siempre. Me encontraba alerta y con ganas de borrar las últimas 24 horas. Llegamos a una cafetería y nos sentamos en una mesa de dos, acto seguido me tendió la carta que reposaba junto al servilletero.


El idiota que tanto amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora