Capítulo 56

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Me quedé helada por unos sequndos. Tal vez no me sentía capaz de responder. Seguía pensando en una respuesta que obviamente iba a ser negativa. No me acostaría con Alejandra, y mucho menos después de este cambio tan drástico que tuvo.

-Alejandra. -comencé a decir con la voz temblorosa. -No sé lo que estás pensando de mí, pero no me acostaré contigo. No soy una cualquiera, y sí, sé que lo hemos hecho miles de veces pero eso no te da derecho a pedirme que me acueste contigo cuando llevamos más de un año sin vernos. Creo que lo mejor es que me vaya. -giré sobre mis talones con la intensión de marcharme.

-E-Espera. -me sujetó del brazo.

Cerré los ojos y suspiré, pero no me volteé.

-Lo siento. No sé en qué estaba pensando, lo único que sé es que Ilevo mucho tiempo sin verte y la necesidad de sentirte se está haciendo más grande a medida que pasan los minutos. Sé que puedes pensar que soy una atrevida pero.. -dejó de hablar. Me volteé para mirarla.

-Alejandra has cambiado mucho... -le fui sincera. -Sólo he tenido la oportunidad de estar contigo unas cuantas veces desde que llegué,pero me di cuenta de que no eres la misma chica que conocí. Me duele, ¿Sabes porque? Porque me gustaba la forma en la que me tratabas, me gustaba cada una de las cosas que me decías y como te ponías nerviosa cuando me acercaba a ti. A pesar de aquella apuesta, aunque no me creas yo me enamoré de ti. De todo lo que eras en ese entonces. Ahora es como si no te conociera... -miré hacia otro lugar.

Era la verdad. No podía mentirme, sentía que no la conocía.

-Te gustaba porque sentías que tenías el control. Yo era una idiota con la cual podías hacer lo que se te diera la gana. -susurró.

-No, Alejandra. -la miré. -Eras una persona especial, de esas mujeres que no se encuentran en la esquina. Realmente valías la pena.

-¿Y porque no luchaste por mí? -sollozo.

Me quede muda.

-Ahora no valgo la pena? -preguntó. Sus ojos me miraban fijamente, haciéndome estremecer. Era tan hermosa.

-Ahora... siento que no te conozco. -suspiré. -Perdóname si la maldita apuesta influyó en tu cambio. Yo nunca quise hacerte daño. Alejandra, yo te am... Amaba cuando Verónica estropeó lo nuestro. Estaba decidida a dejarlo todo por ti. La que debía cambiar era yo, no tu.

Cuando me di cuenta, sentí mis ojos aguados. Estaba a punto de Ilorar.

-¿Y ahora no sientes nada? -preguntó con la voz fría. -Yo te sigo amando. -bajó la mirada. -Te amo aunque me quiera deshacer de ese amor todos los días de mi vida. Este sentimiento que tengo dentro de mí me hace sentir ahogada, impedida. Cuando beso a mi novia no puedo evitar pensar en ti Ana, cuando tenemos relaciones tengo tu imagen en mi cabeza y... esto es una estupidez.-negó.

La esperanza nació dentro de mí.

-Yo también te amo, chiqui. -reconocí, dando un paso adelante. -Te lo juro.

-No sé qué es lo que puede salir de esta conversación. -intentó ponerse seria, pero pude ver algo de la Alejandra antigua en su mirada.

-Nada. solo quería que supieras que aun te amo y que lo siento.Lo siento tanto, Alejandra. Nunca he dejado de pensar en ti, en los momentos que vivimos juntas y en lo mucho que perdí con esa maldita apuesta. ¿Pero sabes que es lo peor de todo esto? Es que si no hubiese hecho esa apuesta nunca me hubiese dado la oportunidad de conocerte, eso es lo único que le agradezco a Verónica ya María por proponerme tal cosa. Eres la única chica que realmente he amado. -sonreí melancólica.

Me miró por un momento.

-No sé qué es lo que quieres lograr con todo esto, Ana. No hay nada que podamos hacer para retroceder el tiempo, no puedes pretender que vuelva a confiar en ti cuando me destruiste cuando lo hice.

-Eso lo sé, Alejandra. Ya te dije que lo siento, ¿qué más quieres? Me siento como una zorra y a veces quiero retroceder en el tiempo para volver a vivir todas esas cosas hermosas contigo pero no puedo y es frustrante. -comencé a llorar repentinamente, sentía que no tenía consuelo.

-No hagas eso. -Alejandro miró hacia otro lugar.

-Lo siento. -me limpié las lágrimas con el puño de la mano, pero aun así seguí llorando, incluso aun peor.

De un momento a otro todos esos sentimientos me habían invadido por completo haciéndome sentir intranquila, la única manera en la que podía liberarme era llorando.

-No llores, maldita sea. -me miró nuevamente y llevó Sus manos a mi rostro, sus manos eran tan cálidas. -No me gusta cuando lloras.-susurró, secando mis lágrimas.

-He llorado por mucho tiempo, casi que estoy acostumbrada.-declaré con la voz débil.

Quitó aquellas lágrimas de mis ojos con sus dedos, mientras que sus manos rozaban mis mejillas haciéndome sentir escalofríos por todo el cuerpo. Volver a sentir sus manos en mí se sentía tan bien.

-Debo marcharme. -dije, tenía que huir. No quería pasar otra vergüenza.

-¿Te marcharás de nuevo? Siempre huyes de los problemas. -aún tenía sus mans en mi rostro.

-No soy capaz de afrontarlos con valentía. -si, soy una cobarde.

Llevé mis manos a su rostro y la acaricié, su piel se sentía igual que antes, era suave, muy suave.

-Quiero estar contigo unos cuantos minutos más. -pidió, algo dentro de mí sintió que estaba hablando con la misma Alejandra de siempre.

-¿Eso quier...?

No terminé la frase porque sus labios se presionaron contra los míos sorpresivamente. Se sentía tan malditamente bien besarla nuevamente. Y ahora no me importó nada. Envolví mis manos alrededor de su cuello y la acerqué a mí para profundizar el beso.Estaba besando a Alejandra una vez más, pero se sentía como si aquella Alejandra fuera la misma a la que conocí un año atrás.

Enamorada De Mi VecinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora