Know You || KookV

¹⁰♡

Pasados los días, la relación con JungKook se sentía tan bien.

El abogado apretaba el botón del piso de TaeHyung y después el del suyo. Delante de ellos habían más personas.

El doncel iba a tomar de la pajilla de su café cuando las tres últimas personas —además de ellos— bajaban y las puertas del ascensor se cerraban, pero los labios de JungKook se posaron sobre los suyos robándole un beso. Reía entre él y su mano libre tomaba la parte trasera del cuello del pelinegro.

— Que lindo estás hoy, ese es tu color — el menor decía desviando la vista al blazer color lila del doncel.

TaeHyung reía y lo medio empujaba por los hombros. — Ayer dijiste que mi color era el azul.

— Todos lo son.

Su mirada se desviaba al contador de pisos, estaban por llegar, así que TaeHyung dejaba un último beso sobre los labios contrarios y salía despidiéndose cuando las puertas se abrían.

Algo de todos los días.

Cuando llegaba a su consultorio, su jornada laboral iniciaba recibiendo a su primer paciente, luego el segundo, el tercero.

Platicaba con su asistente y coordinaban nuevos expedientes.

Pensaba a sus niños.

A la hora del almuerzo no se juntaba con su novio, sino con JiMin, platicaban cosas personales y laborales.

Y cuando estaba regresando a su consultorio, listo para atender a su último paciente, sus ojos caían en el calendario de la pared.

Sus ojos se abrían y se reprochaba un poco por haber olvidado el cumpleaños de su madre. Ella se hacía la desinteresada, por eso no había llamado los últimos días, para no recordárselo ni pedirle que la fuera a ver.

Obvio tenía que ir a verla, ella se sentiría mal si no lo hace.

Pero conducir hasta Daegu... no le encanta.

Regresaba sus pasos hasta la puerta y la medio abría, nadie se encontraba en la sala de espera, así que hablaba con confianza.

— ChaeYoung, ¿te molesto con algo?

La rubia subía la mirada.

— Dígame Doctor Kim.

— Te voy a enviar al correo una fotografía de mi mamá y los mellizos, por favor imprímela en el papel brillante — decía juntando ambas manos.

— Por supuesto, ahora busco el papel — respondía abriendo una gaveta.

El psicólogo le agradecía y después regresaba para esperar a su último paciente para luego irse a su casa.