Capítulo tres

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-DECISIÓN-

Alessio

—Eres una completa irresponsable. No solo la arrastras a este lugar, de lo que estoy seguro, para colmo permites que se emborrache de esta manera, ¿qué clase de mejor amiga eres? —gruño hacia Letizia, mientras sostengo a Aitana borracha contra mí. Afortunadamente dejó el berrinche y me permitió arrastrarla fuera de la pista de baile y me permitirá dejarla en su casa a dormir la mona, se está durmiendo sobre mí de hecho. Mañana se sentirá como la mierda y lamentará haber malinterpretado mis palabras de: «deja un poco de ser la niñita perfecta de lado alguna vez y haz cosas divertidas» Embriagarse para luego tener una resaca monumental luego no tiene nada de divertido.

—Soy una mejor amiga que no te permito que cuestiones, Alessio —responde, cruzando sus brazos contra su pecho y me mira bajo sus pestañas con indignación—. Le dejé probar la cerveza a Aitana y lo primero que le dije fue que la llevara despacio, pero no me hizo caso ni con la primera ni con las otras que no pude evitar que se zampara, porque deseaba no pensar en cierto tonto que casualmente mira —me señala— tengo en frente y que rompió su corazón. Ya sabes lo que dicen: el alcohol alivia las penas, por lo que no deberías de culparme, pues si lo analizamos bien desde el punto correcto eres más culpable que yo que se halla pegado tremenda borrachera. Ahora, Aitana vino conmigo así que seré yo quien la deje en su casa. Es mi responsabilidad.

Letizia intenta apartar a Aitana quedándose dormida contra mi pecho, mas, no se lo permito. Seré yo quien la deje en su casa y punto. Letizia no se ve borracha; apenas huele un poco a cerveza, así que no podría decir que este incapacitada para manejar y dejar a mi principessa sana y salva en casa, sin embargo, es capricho mío ser quien la lleve, o más específicamente cerca aunque sea así, durmiéndose de lo borracha que está y con aliento a cerveza.

—La llevaré yo y punto, Battistini —zanjo—, tú quédate aquí a... seguir con lo tuyo —murmuro echándole un vistazo a Paulu el que está recargado sobre la barra, con una cerveza en la mano y me guiña un ojo.

Letizia no insistió porque sabe que Aitana no podría estar en mejores manos que en las mías en este momento, que bajo ningún concepto permitiría que le suceda nada malo en mi compañía, mientras ella podía quedarse a seguir coqueteando con Paulu, era lo que estaba haciendo ahí con él de todos modos.

Detengo el coche frente a la casa de Aitana. Suspiro, pues siento su increíble calor rodeándome debido a que ella tiene su cabeza recargada de mi pecho y está abrazándome mientras escucho el sonido bajo de su respiración. Es lo más cerca que he tenido de ella durante los últimos días y es tan bueno que soy incapaz de interrumpirlo.

Me gustaría quedarme ahí sintiendo su calor y cercanía durante un siglo.

Agacho un poco mi cabeza, buscando esos ojos tiernos cerrados, extrañando ese azul de cielo. Mis dedos tocan su dulce mejilla en una caricia suave mientras mi mirada cae en sus labios, pequeños y jugosos, entreabiertos. Mi corazón retumba con fuerza en mi pecho ante las ganas enormes que tengo de volver aprobar su boca, cuya añoranza se ha convertido en cuchillas filosas que me cortan desde adentro hacia afuera y por eso quiero olvidarme de todo y solo besarla, sin embargo, yo nunca sería capaz de faltarle al respeto a Aitana. Siempre la he respetado y lo seguiré haciendo en cualquier circunstancia. Besarla mientras está dormida y borracha es llegar a esos extremos así que con pesar encierro mis ganas. Si lo tomo así no lo disfrutaría de todos modos.

—¡Principessa! —la llamo, tocándole un poco la carita—. ¡Principessa! —la estoy llamando de vuelta. Aitana suspira, y en lugar de abrir sus ojos lo único que siento es como afianza más su agarre en mí. Un suspiro se desprende de mi garganta, pues que se aferre a mí y suspire y respire contra mi pecho es tan bonito.

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