La Melodía Que Nos Une ✓✓

Capítulo catorce

–COLAPSO–

Aitana

—Me siento como… una persona horrible, mamá —murmuro, mis ojos, inevitablemente inundados de lágrimas mientras me abrazo a mi madre, después de haberle contado sobre aquello que acabo de enterarme.

—Estoy segura de que no crees eso que acabas de decir, mi amor.

Me alejo de los brazos de mamá. Limpio la humedad de mi cara, aunque de todas maneras las lágrimas continúan escapándoseme de los ojos a raudales, inundándome la visión.

—Sí que lo creo, porque es la verdad —murmuro—. Soy una persona horrible porque… llevo años rompiéndole el corazón a mi mejor amigo, una y otra vez…

Sollozo mientras vuelvo a esos brazos, que aunque dulces, amorosos y cálidos no sirven para arrancarme el sufrimiento que  lacera mi corazón en ese momento, pues incluso si sé que no hay nada que pueda hacer,  no puedo soportar la idea de que Enzo me quiera y no poder corresponder a sus sentimientos, ser la causante de que su alma duela, arda…

—No es verdad, sabes que no lo es, Aitana, mírame. —Mamá me saca fuera de su pecho. Acuna mi rostro entre sus manos con mimos y enfrenta mi mirada con la suya. Apenas puedo enfocarla debido a que las lágrimas que no dejan de derramarse me los mantiene empañados—, las personas horribles hacen daño a propósito a los demás, lo cual no es tu caso. Entiendo cómo te sientes. He sido testigo durante años de la hermosa relación que sostenéis Enzo y tú, de cómo lo has querido y te has preocupado siempre por él, así que es totalmente normal que te sientas así de mal. Triste e impotente porque no puedes corresponder a ese sentimiento, que hasta hace nada ignorabas, tiene por ti, pero no por eso debes ser tan dura contigo misma y llamarte mala persona. No es justo.

—El… —sollozo, sin poder continuar, mis hombros sacudiéndose con violencia debido a mi llanto desbordante que no puedo contener, sin importar cuanto mamá intente calmarme...

Enzo ha sufrido tanto que saber que yo, aunque sin saberlo y sin ser culpable del todo, he contribuido un poco en eso, me destroza por dentro.

—Aitana, por favor, para de llorar así que me estás rompiendo el corazón, mi niña. Sabes que no soporto que sufráis —musita mamá, al tiempo que me cubre con sus brazos. Intento decir algo, pero no me salen las palabras, me ahogo debido al llanto, así que todo lo que puedo hacer es esconderme en su pecho y seguir llorando como un bebé, entretanto ella me mese y besa de vez en cuando, intentando que me calme—. No soy ciega, claro que me había dado cuenta hacía mucho tiempo que ese muchachito que desde que erais bebés y andabais juntos en pañales, habiéndose hecho amigos casi desde que os visteis por primer vez, te veía con tal adoración, estaba loquito por ti. Me gustaba para ti, y le tengo un aprecio inmenso, es como parte de esta familia después de todo, así que me apenó descubrir que tú jamás lo mirarías de esa forma, que alguien más tomó tu corazón, sin embargo, sé por experiencia propia que no puedes elegir a quien amar.

»Amar a alguien no es una opción propia, y no poder amarlo tampoco lo es; los sentimientos no se eligen, solo nacen, como esas plantas que a veces salen de la nada. El amor no se elige, por lo que no debes considerarte responsable de ese amor o del sufrimiento de Enzo porque no ganó tu corazón.

Calmando mi llanto, salgo fuera de sus brazos. En esa ocasión, es mi madre quien limpia la humedad de mis ojos.

—Sé que los sentimientos, el amor en sí, es una cosa extraña, aunque hermosa, que surge a su antojo y de la manera que lo desea. Una parte de mí sabe que no tiene que hacerse responsable o llenarte de culpas por los sentimientos de Enzo por mí, de hecho, es tan bueno que me pidió no hacerlo, sin embargo, es imposible que no pueda sentirme del modo que me siento. —Sorbo—. Será tan raro a partir de ahora, mirarlo a los ojos, abrazarlo… o besar al chico que quiero sabiendo que estoy lastimándolo