Capítulo siete

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–DOLOR, CALMA–

Alessio

Despierto con el sonido de mi despertador. Apago el trasto, pero no me levanto de la cama de inmediato. Me quedo ahí largos segundos, mis brazos cruzados sobre mi cabeza y la vista en el techo.

Tan pronto he despertado, el recuerdo de la noche anterior me golpea, esa carita infantil, cuya sangre, lo quiera o no fluye a través de mi cuerpo.

Mi hermano.

Libero una bocanada de aire. Cuando volví a casa, un par de horas más tarde, hallé a mi madre aún despierta, esperándome, pues antes de salir le dije que iría a verlo a… él.

—No lo sabía. Te lo prometo, Bambino —dijo, cuando le conté que el hombre que un día fue su marido y la abandonó, me presentó a un nuevo hermano—. Siempre supe que tuvo que … haberse ido con otra mujer, y cuando regresó lo confirmé al enfrentarlo, sin embargo, te prometo que no tenía ni idea de que hubiera regresado con un hijo.

Miré a mamá, no se vio afectada por saber que él había procreado otro hijo con la mujer por la cual lo abandonó, solo un poco sorprendida, razón por la cual creí que no tenía idea de ese hecho, y mi madre no acostumbraba a mentirme. Es seguro que no le afectó porque hacía años que lo había superado, ahora ama con locura a Filippo.

—Fue un shock, mamá —murmuré contra su pecho y ella me balanceaba entre sus brazos como su bebe—. Pero más que eso yo… sentí resentimiento hacia él —se lo confesé abiertamente a mi madre.

—No —pronunció, al tiempo que me cogió el rostro entre sus manos—, bebé no, no puedes odiar a ese pobre angelito por los errores de tu padre. Es tu hermano y no tiene culpa alguna de las acciones de, Lazlo.

De nuevo, sé que tanto mamá como Aitana han tenido razón, y yo mismo estoy claro de ello, Amo no debe merecer lo que estoy sintiendo en estos momentos por él, no obstante, ojalá pudiera sentir… algo diferente, pues honestamente, no me gusta lo que siento.

Si continúo ahí, no llegaré a tiempo a la escuela, así que dejo mi cama. Me desnudo y me dirijo al baño para asearme. Algunos minutos más tarde, desciendo por las escaleras, con el tiempo un poco justo.

—Buenos días —saludo, acercándome al comedor donde está sentada toda mi familia tomando el desayuno.

Mamá me mira y sonríe para mí.

—Buenos días, Bambino. ¿Tuviste buena noche? —me pregunta con dulzura.

—Algo, mamá —respondo, pues no había dormido demasiado.

—Vale, ven, siéntate a desayunar.

Niego mientras veo mi reloj.

—No mamá, tengo el tiempo justo para llegar a la escuela y ya sabes que está un poco lejos de acá —respondo, al tiempo que acaricio un poco distraídamente la cabeza rubia de Bettina, quien toma su desayuno con su hermano gemelo al lado.

—No está bien que te vayas a clases con el estómago vacío, Alessio. Además de que el desayuno es muy importante —dice, Filippo.

—Lo sé, pero más que porque llegaré tarde si no salgo ya, es porque no tengo hambre está mañana, pero —alargo la mano para tomar un plátano del cesto— intentaré comer esto al menos, papá.

Sí, acabo de llamar papá al esposo de mi madre, y es porque él me dio el derecho de llamarlo así casi tan pronto como se convirtió en mi padrastro además, se lo ha ganado, pues durante años ha sido una gran figura paterna para mí. Le quiero un mundo, más que nada, porque le devolvió la alegría a los ojos de mi madre, la ama como se merece y tengo la plena confianza de que no romperá su corazón nunca. Su adoración por ella es inmensa. La mira como si fuera su mundo, y lo es.   

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