Extra. Letizia y Paulu 1/2

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Letizia


Mis amigas, al igual que mi hermano, suelen decir que lo que siento por él es una obsesión enfermiza. Y aunque he defendido un poco la causa, tal vez podría aceptar que un poco de razón sí que tendrán, pero incluso sí lo es, no es algo de lo que me avergüence siquiera. Si estoy loca y enferma por él, con gusto enfrento y acepto mi locura.

He sentido toda está locura de sentimientos por Paulu Bestucci desde hace tanto tiempo que apenas lo puedo recordar. Corrosivo y fuerte, intenso y desesperante.

Estoy perdida y absolutamente enamorada de él, tanto que, en mi cabeza ya me imagino el futuro los dos casados y con dos preciosos bebés o todos los que él quiera poner dentro de mi estómago, joder que yo se los paro. Sí, así de loca me tiene.

Es tan hermoso. Todo un dios del Olimpo. MI dios del Olimpo. He soñado tantas veces con perderme entre sus brazos, besar sus labios y hacer algo tan simple como acariciar sus hebras de cabello, pero que para una loca enamorada como yo, significaría tanto.

—¿A dónde vas? —me pregunta Aitana, tomando mi mano cuando estoy por alejarme en una sola dirección.

Observo a mi mejor amiga, la que es tan buena que accedió a acompañarme a este lugar incluso si sé que odió cada segundo. Aitana es demasiado sensible para aceptar algo como lo que acabamos de ver y disfrutarlo, aunque en mi caso, la única razón por la cual disfruté cada segundo es porque era él sobre ese ring, mi rubio favorito, el dueño de los ojos que más amo en el mundo.

—Ahora regreso. Nano, cuídala —le pido al chico a su lado, quien sé que lo hará, es la chica de su mejor amigo después de todo, incluso si en estos momentos ambos están distanciados.

Nano asiente y Aitana no me detiene. Camino meneando mis caderas en dirección a él. A medida que me acerco, decidida a eso por fin, los latidos de mi corazón son una locura, se estrellan una y otra vez contra mi pecho, estallando y volviéndose a armar.

«Tú puedes Letizia» me doy ánimos.

Ingreso en un pequeño cuarto al que apenas le presto atención, pues estoy más interesada observando al causante de mi locura y de que mi corazón lata como un lunático, el chico de mis sueños.

Cuando he entrado, Paulu, aún vistiendo sus cortos pantalones de lucha, se estaba quitando los vendajes de las manos. Está de espaldas, y me deleito durante un par de segundos recorriendo su espalda dura y musculosa, donde tiene un águila con las alas extendidas, y luego mis ojos bajan hasta su rico trasero. Me muerdo el labio con fuerza, mientras mi parte de chica palpita y siento mucho calor.

Paulu parece sentirme, así que se gira lentamente hacia mí, tan lento como lo hace mi corazón, entonces me encuentro con mis ojos azules favoritos. Durante un segundo, él solo me mira, y ¡Jesús bendito!, y su mirada intensa y profunda, es como una caricia ardiente que recorre todo mi cuerpo y me pone a temblar, casi a jadear ante la electricidad. Me he quedado detenida en la puerta, haciéndole el amor, no sé por cual número de veces, con la mirada.

—¿Leti? —murmura, con un poco de sorpresa en la voz.

Mucha gente me llama Leti, pero que haya salido de esa linda boca que tantas ganas tengo de devorar, ha sido como un afrodisíaco, sobre todo, porque Paulu tiene un tono de voz bastante erótico para mí. Ronco y profundo. Me lo imagino hablándome sucio con ese tono de voz mientras se hunde dentro de mí, y ¡ave María! que estoy que causo un incendio.

Me muevo de la puerta, adentrándome en el lugar. Me acerco a Paulu meneando mis caderas todo lo sensual posible como una mujer fatal, aunque intentando no exagerar. Noto el modo como sus ojos me recorren con poco disimulo desde mi rostro hasta la punta de mis pies, y desde ahí nuevamente hasta que su mirada se entrelaza con la mía.

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