Dieciocho (SEGUNDA PARTE)

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Alessio

Un sonido conocido y un olor igual de conocido ununda mis oídos y mis fosas nasales.

Mis ojos se abren despacio. Una luz blanquecina me ciega al momento de abrirlos, aunque pese a la molestia no los cierro. Párpadeo varias veces seguidas, deslizando mi mirada alrededor del sitio en el cual me encuentro. Una preciosa mujer se halla sentada a mi lado, mas, apenas puede darse cuenta que tengo los ojos abiertos y la observo debido a que se encuentra con la vista fija en su móvil, respondiendo un mensaje a alguien que alcanzo a identificar como mi padrastro.

—Mamá —la nombro, sintiendo una molestia, y no ligera en mi garganta. Tan pronto la llamo, mi madre deja de mirar al teléfono y pone toda su atención en mí.

Bambino —murmura, al tiempo que se pone de pie. Aleja el cabello de mi rostro en una caricia suave, y acto seguido besa con mimos mi frente—. No te imaginas el susto que me diste jovencito.

Frunzo el ceño, sin recordar qué sucedió y por qué razón he abierto los ojos en la pequeña habitación de un hospital.

—¿Qué ocurrio? ¿Por qué estoy aquí, madre? —indago.

De los labios de mi madre se escapa un largo suspiro, a la par que coloca su trasero en la orilla de la pequeña cama de hospital.

—Te hallé desmayado y más blanco que un muñeco de nieve en el suelo de tu habitación, Alessio y déjame decirte jovencito —usa un tono de regaño mientras me sostiene la mandimbula, aunque con toda la ternura y la dulzura que la caracteriza— que conozco perfectamente la razón de ese desmayo y de que te vea más delgado. Es culpa del modelaje. Sé que tiene todo que ver con eso, con que para mantenerte en ese mundillo y en forma no creas que no he notado que últimamente apenas has estado alimentándote como es debido.

Trago, sintiendo una molestia al hacerlo, lo mismo que me ha dificultado comer como es debido durante las últimás semanas. No tiene nada que ver con que haya dejado de comer porque es una regla de oro mantener un nivel de peso y forma en el modelaje. Estoy a punto de confesárselo a mi madre, y arrancar de ella la idea de que he dejado de comer porque soy modelo, sin embargo, en ese momento, la puerta de la habitación se abre y su precioso rostro aparece en mi campo de visión, llenando todo con su presencia elegante.

—Mi amor. —La tengo sobre mí, besando toda mi cara, seguido de mis labios. Sonrío porque esos besos son capaces de hacer ir cualquier dolor.

Debido a lo que sucedió no había podido estar presente en su presentación, la cual no tengo duda alguna le fue genial, porque es toda una estrella brillante y resplandeciente, digna de admirar, pero me había gustado tanto haberlo presenciado. Amo verla bailar, es tan alegre, tan deslumbrante y dueña de tanto talento. En cuanto mi madre me dijo que me encontró desmayado en mi habitación, recordé que vestía alegre por ir a ver a mi novia brillar en ese escenario, sin embargo, comencé a ver todo borroso de pronto, sintiendo dificultad para respirar y lo último que recuerdo es haber gritado mamá, antes de caer insconciente.

—Siento mucho no haber estado ahí para verte bailar, principessa, pero seguro que brillaste como ninguna otra y esa mujer te eligió —murmuro, sintiéndose tan molesto y dificultoso hablar sin que duela mi garganta.

Solía padecer admigdalitis cuando era pequeño, pero hacia algunos años que no la sufría, y por lo general siempre venía asociado a algun resfriado, cosa que no esta sucediendo en este momento...

—Me habría gustado verte ahí, aunque cuando no te vi en el publico me imaginé que algo había sucedido para que no te presentaras a verme en mi presentación, y pese a que no verte me bajó un poco las fuerzas estoy segura de que he hecho un buen trabajo. Por otro lado, Cheryl decidió que se tomaría su tiempo para elegir a la nueva integrante de su compañía de danza. Ahora, ¿dime qué te sucedió?

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