• Capítulo 8 |No hay cura|

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La noche había caído, buscamos cerca del bosque alguna pequeña cabaña que nos pudiera proteger por la tormenta que se avecinaba. Estacionamos los coches debajo de un gran árbol y entramos corriendo, esperando que ningún caminante nos sorprendiera.

Nada, no había nada.

Merle se metió a la única habitación que tenía aquél lugar, yo lo seguí por detrás, se tiró a la cama suspirando, sonreí al verlo. Me acerqué a la ventana, aquellas gotas golpeaban violentamente aquél cristal que se encontraba ya roto por el mismo abandono, suspiré con tristeza. 

Tenía frío, estaba empapada y mi ropa se encontraba pegada a mi cuerpo, podía sentir los bellos de mi piel endurecerse y hacer que éste se me pusiera chino del frío, la pequeña camisa blanca o del color que sea, ya que tenía mezcla de sangre de caminante, barro, agua, se apagaba a mi piel y hacía que temblara. Merle me miró. 

Seguí su vista y claro, veía mis pezones erguidos por el frío, no había encontrado ningún brasier que me quedara. Levanté mi ceja y él levantó ambas mientras se echaba a reír y volteaba su vista a la ventana. 

— ¿Tienes frío? — preguntó mientras sonreía y sabía a lo que se refería.

— No, están así porque me excito de ver a un viejo gordo, acostado en la cama, cómo si fuera un hipopótamo en su hábitat. — respondí mientras el silbó para luego echarse a reír a carcajadas.

— Eres una perra. — habló.

— Gracias, lo sé. — respondí con una sonrisa. 

El viento y la lluvia cesó, pero estaba demasiado oscuro para poder seguir nuestros caminos. Merle decidió que podríamos pasar la noche aquí y me sentí segura con aquello recién dicho.

La cortina de aquella habitación se movía hacia adelante por la furia del viento que golpeaba a la ventana. Mi cabeza se encontraba apoyada en mis brazos y Merle estaba en el pequeño sofá de un rincón de la habitación; haciendo guardia.

Se estaba quedando dormido y yo aún no podía conciliar el sueño.

Extrañaba a mi padre. Mierda, si que lo extrañaba. Sus cuentos en la noche antes de arroparme, sus brazos fuertes que me abrazaban a mi y a mi hermana gemela cuándo nos buscaba en la escuela.

Odiaba el cáncer. Lo odiaba por cómo era, lo odiaba saber que a mi padre lo tenía con sus ojos tristes. Por los moretones que le dejaba en el cuerpo sin ni siquiera golpearlo. Lo odiaba por hacerlo sufrir en cada quimioterapia. Lo odiaba por la forma en cómo lo había tratado en dos meses, en cómo se apropió de la vida de mi padre, odiaba el cáncer sin haberlo tenido yo; porque me quitó todo lo que hoy en día era lo único que tenía. Pero a la vez.... Estaba agradecida con él, porque se llevó a una persona extremadamente buena para éste mundo de mierda. No querría tenerlo aquí y que ésas bestias se lo comieran, pero tampoco me gustó verlo perder la batalla con aquella bestia sin dientes.

Una lágrima cayó por mi mejilla, mi nariz estaba húmeda y el nudo en la garganta volvía a aparecer. Quería romper en llanto. Estaba sola, completamente sola y éso me rompía en miles de pedazos.
Algunas veces cuándo estaba sola en el bosque, las veces que el cañón de mi arma se posaba dentro de mi boca y no era para nada valiente en jalar el gatillo.
Las veces que pasaba cerca de un caminante y me hacía la débil para que éstos se abalanzaran sobre mí y se comieran mi carne, pero no, era demasiado débil para hacer aquello.

Merle se acercó a la cama y se sentó cerca de mis pies. Una de sus manos se posó en mis piernas y las acarició dándome ánimos. Ni siquiera me miraba. Sorbí mis mocos y suspiré mirando hacia arriba. Él me miró.

ᴍʏ ᴍᴏᴏɴ [Daryl Dixon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora