• Capítulo 10 |Adiós Philip|.

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Aquella mañana desperté y podía sentir demasiado bullicio, las personas de la prisión ya se encontraban despiertas y levantadas para comenzar con sus trabajos.
Me integré mejor a la cama y pude ver que Daryl ya no se encontraba conmigo. Pasé mi mano por mi cara para poder espabilarme, bostecé.

Miré la reja corrediza de mi celda y la gente pasaba de una lado al otro.
Algunas personas me saludaban y me daban los buenos días.

Anoche había dormido cómo un bebé. Hacía muchísimo tiempo no lo hacía tranquila, ahora podía decir que había dormido todo un año. La energía estaba cargada al cien por ciento.

Comencé a cambiarme de ropa para poder ayudar al grupo en lo que fuera. No quería seguir aburriéndome en aquella celda.

Al estar lista, tomé mi ballesta y salí de ahí.

— Buenos días, cariño. — fueron las palabras de aquellos dos ancianos que  había extrañado demasiado en éste tiempo.

Hershel y Dale.

— Buenos días. — respondí amablemente con una sonrisa.

Me senté en frente de ellos que estaban jugando a las cartas mientras tomaban un rico café.

— ¿Póker? — preguntó Dale mostrándome sus cartas. Negué, sonrió.

Dejé a ambos hombres jugar, cuándo pude ver a lo lejos a Daryl salir de la prisión. Me despedí de Dale y Hershel, ambos hicieron lo mismo conmigo y les regalé una sonrisa.

Salí detrás de aquél arquero que hacía que mi estómago se revolviera, y no de la mala forma, sino de pensar que anoche habíamos estado tan cerca que ni yo misma lo creía.

— Daryl. — llamé por su nombre y éste se giró. — Quería hablar contigo sobre lo de anoche. — dije pero él se acercó más a mí.

Su rostro demostraba enojo. Fruncí mi ceño.

— Lo de anoche me importa una mierda. — escupió. Auch, éso si que había dolido. — ¿Es una maldita broma? — preguntó mostrándome una pequeña tarjeta que se encontraba en sus dedos. — ¿Por qué mierda no me dijiste que venías de ahí? — preguntó enojado.

— Daryl, yo... — no pude terminar de hablar ya que el recién nombrado, me imitó.

— ¿Sabes lo que ésto significa, Moon? — preguntó y yo negué. — Estamos en guerra con ésta gente. — aquellas palabras me cayeron cómo balde de agua fría.

— ¿Qué? — pregunté sin creer lo que había escuchado.

— Si, cómo lo escuchaste. Quieren todo ésto a pesar de la gran comunidad que tienen. — respondió molesto mientras señalaba todo el lugar.

— Daryl, yo no sabía nada. — fueron mis palabras. La voz se me entrecortaba ya que no quería verlo enojado conmigo.

— No, ¿qué mierda vas a saber si no estabas? — dijo para luego tirarme la tarjeta en la cara y girar para darme la espalda e irse.

Aquella acción había podido con mi poca paciencia. Me dolía cada palabra que decía. Pero yo no tenía ni la más mínima culpa de todo lo que estaba pasando.
Las demás personas comenzaban a escucharnos y cada vez se acercaban más a nuestra pelea.

— Mira, hijo de perra. — lo tomé del hombro y lo hice voltearme a que me mirara. — No sabía una mierda, ¿okay? Pero porque el hijo de puta de tu hermano me dejó a mi suerte, porque es tan marica cómo tú. — escupí con enojo. Sus ojos estaban achinados por toda la claridad del día, pero éso no evitaba que se le notaran más su bello color. — No sabía nada porque yo simplemente era una habitante más en su comunidad. — dije más tranquila. — Sólo quería una cama y poder descansar. — mis ojos comenzaban a picar por la amenaza de lágrimas que iban a caer. — Tú más que nadie entiende lo que es dormir con un ojo abierto toda la noche por cinco días seguidos. La dureza de los árboles que dejan tu columna destruida pero es lo mejor porque los caminantes no llegan. — conté y él bajó su mirada junto a su cabeza. — No sabía nada, porque te fuiste ésa maldita noche y me dejaste. Sólo quería un hogar, quería dormir tranquila y ellos me aceptaron. — terminé más tranquila, suspiré y me alejé del lugar.

ᴍʏ ᴍᴏᴏɴ [Daryl Dixon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora